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Cultura

Roberto Bolaño, el más hermoso de todos los parricidas

Roberto Bolaño.

"No creáis a los críticos, leedlos si no tenéis más remedio”, impresa en una de las paredes de la muestra Archivo Bolaño 1977-2003, esta frase del escritor chileno hace las veces de talismán, una especie de amuleto para proteger a quienes leen. “¿Cómo pueden ellos juzgar a los poetas? ¿Cómo pueden los críticos juzgar a los equilibristas muertos o malheridos? Sus interpretaciones tomadlas como ficción/ Sin mayor trascendencia. ¡Solo es trascendente la poesía!...".

Roberto Bolaño es una figura difícil de retratar, de ahí que su archivo sea útil al momento de trazar un perfil y así lo intenta la muestra Archivo Bolaño, 1997-2003, un homenaje al escritor chileno nacido en 1953, que reúne en La Casa del Lector una selección de manuscritos, entrevistas, cartas, poemas, cuentos, dibujos, fotografías . La exposición, que ya fue mostrada hace dos años en Barcelona, llega ahora a Madrid.

Organizada en tres capítulos, la exhibición recorre la vida del escritor desde sus días como anónimo, pasando por su etapa de madurez en Gerona del 80 al 84, y finalmente su período en Blanes, donde vivió hasta su muerte

La versión exhibida en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona fue comisariada entonces por Juan Insua y Valérie Miles, quienes vuelven a hacerse cargo del montaje junto con Carolina López, viuda del escritor. Organizada en tres capítulos, la exhibición recorre la vida del escritor desde sus días como anónimo, con apenas 24 años, cuando llegó a Barcelona procedente de México, en 1977; pasando por su etapa de madurez en Gerona del 80 al 84, y finalmente su período en Blanes, donde vivió hasta su muerte el 15 de julio de 2003.

La muestra recupera cerca de 240 manuscritos, centenares de fotografías y dibujos, 26 cuentos completos; cien poemas y 5.000 páginas inéditas. Desde el Bolaño joven ocupado sólo en encontrar su potente voz literaria hasta aquel otro que escribe para ganarle tiempo a la muerte.

 Archivo Bolaño exhibe desde una caja de fósforos en la que escribió cuando era cuidador de un camping en Castelldefels hasta cuatro novelas inéditas: La virgen de Barcelona (1979) y tres más de su etapa gerundense: Diorama y El espíritu de la ciencia ficción, ambas escritas en 1984, y La paloma de Tobruck, de 1983.

Quizás demasiado poco pudorosa y a la vez entrometidamente necesaria, Archivo Bolaño muestra a un escritor empeñado en serlo. “En un vano intento de que el Tiempo/ no me devore/ Soy un pasajero ilegal en este autobús del Infierno”, escribe Bolaño casi en tránsito de convertirse en Ulises Lima, el escurridizo realviceralista en su búsqueda de Cesárea Tinajero.

Roberto Bolaño, una figura complicada: a muchos se les atraganta como un difunto de moda al que le crecen por igual los inéditos y los amigos. Aunque para otros él es un detective de esos que sí escriben. Parricida del boom, Bolaño espantó a escobazos las mariposas de García Márquez. Su muerte dejó una orfandad más auténtica, la de aquella generación literaria que aprendió a ver en su obra la posibilidad de deslastrarse de Macondo. Consciente o no de ello, Bolaño destiñó el color local y lo reemplazó por una novelística en tránsito, sin país; con la ficción como única pertenencia. Esta muestra, sin duda, contribuye a completar un retrato siempre complejo.

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