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Cultura

Ian Gibson: “España no sabe quién es, sino… por qué hacen caso a los hispanistas”

Puede que Ian Gibson sea el irlandés más andaluz que exista sobre la faz de la tierra. Su conversación, a veces coloquial y sincera como una verdad o una imprudencia, se mueve ágil por la historia española, el que ha sido su tema de estudio y su pasión desde que en 1971, en pleno franquismo, llegara a España para investigar el asesinato de Federico García Lorca, el poeta sobre el que ha escrito una de las biografías más completas que se han hecho hasta el momento.

Por Lorca vino a España y por Lorca se quedó. Gibson, quien durante muchos años ha vivido en Granada, se nacionalizó español en 1984. Ha hecho de España su pasión hasta convertirse en uno de los hispanistas más conocidos junto a autores como Paul Preston y Hugh Thomas. Recientemente, ha hecho una pausa en sus investigaciones sobre la Segunda República y el siglo XX español para mirar, esta vez, al siglo XIX. Y lo he hecho con La berlina de Prim, una novela sobre el asesinato del general Juan Prim i Prats, presidente del Poder Ejecutivo de España, asesinado el 27 de diciembre de 1870 en la calle del Turco de Madrid, hoy marqués de Cubas, en las cercanías del Congreso.

Gibson, reputado biógrafo también de Salvador Dalí y Antonio Machado, traslada al lector en esta novela a la efímera Primera República de 1873 con una historia detectivesca en la que el encargado de dar con las pistas del crimen será el joven periodista  Patrick Boyd, hijo ilegítimo de una española y de Robert Boyd, un irlandés que había apoyado y financiado a los liberales frente a Fernando VII y que murió fusilado en Málaga, en 1831, junto a Torrijos.

La historia discurre así entre personajes reales como Antonio María Orleans, duque de Montpensier, rico hacendado francés aspirante al trono de España, a quien Prim desplaza en favor de Amadeo I de Saboya, electo por el Parlamento; José Paul Angulo, diputado republicano federalista revolucionario o el general Serrano, regente tras la caída de Isabel II,  todos sospechosos del asesinato de Prim.

La berlina de Prim es una estampa de la España de finales del siglo XIX: aparecen en ella el Benito Pérez Galdós que comienza a escribir sus Episodios Nacionales o Antonio Machado Núñez, naturalista sevillano, abuelo de los poetas Antonio y Manuel Machado. Es la España de la constitución de 1869, aquella en la que se amplían las libertades de imprenta y se lee libremente a Voltaire y circulan  las ideas sobre el darwinismo y el liberalismo. Es sobre esta historia, y sobre los errores de esa Primera República que se repetirán más adelante en la segunda, el tema sobre el que Ian Gibson conversa en esta entrevista con Vozpópuli.

"Prim es un personaje fascinante, un conspirador, a la vez español, catalán, europeo"

-El hispanista Gerald Brenan está enterrado en el cementerio inglés de Málaga, casi al lado de la tumba de Robert Boyd, uno de los protagonistas de esta novela; Brenan fue su maestro, uno de los primeros en escribir sobre el siglo XIX español ¿Cuánto peso tiene Brenan en el hecho de que usted haya escrito este libro?

-Probablemente mucho más de lo que yo pensaba. Fui su amigo. He leído el Laberinto español. Hablamos mucho sobre España… De no haber sido por el cementerio británico de Málaga, donde él está enterrado (por cierto uno de los más bellos del mundo, es un jardín botánico increíble y a él le gustaba mucho la botánica) no hubiera escrito esta novela.

-Fue una coincidencia

-Totalmente. El encontrar la tumba de un irlandés que dio su vida, su dinero para ayudar a los españoles en su lucha contra un dictador, todo esto me interesaba mucho porque este Boyd conoció en Londres a Byron y a otros poetas y escritores liberales que querían ayudar a los españoles en su lucha contra la dictadura y evidentemente es un antecedente, esta España que se repite. Todo esto se juntó en mi mente y empecé a pensar si podía escribir algo.

-¿Pensó inmediatamente en ficcionarlo?

-Fue un proceso largo. Yo estaba inmerso en otros trabajos. Me demoré dos años de redacción, pero al comienzo fueron hilos sueltos, hasta que un día me dije: ‘¿qué hago?’, ‘Podría inventarme a un hijo de Robert Boyd que viniera a hacer una investigación acerca del asesinato de la muerte de su padre’. Realmente sobre Boyd no había mucha documentación, murió con 27 años, así que por qué no inventar a este joven periodista que viene a investigar el asesinato de Prim, como no iba a poder escribir una biografía sobre Prim. Además, en España no hay ni una sola buena biografía de Prim...

-En España las biografías son complicadas, fíjese nada más usted lo que pasó con la entrada de Franco en el diccionario biográfico de la Real Academia.

-Aquí no hay biografías.  Sin biografías no conocemos bien un pueblo y es muy grave porque una biografía bien hecha permite conocer al personaje interior, pero luego es también muy difícil porque en España no hay el material.

-¿A qué se refiere?

-Las familias destruyen los papeles que consideran comprometedores, no hay tanta correspondencia, tampoco existen los diarios privados… A ver, ¿qué español lleva un diario, apuntando todo lo que hace, si está en el bar hablando? El español está hablando siempre y no está apuntando. En España, no hay costumbre de llevar un diario en el sentido británico o alemán de la palabra, de modo que es difícil encontrar el material para describir una vida.

"En España no hay biografías y sin biografías no conocemos bien un pueblo"

-Usted hizo una pausa en la biografía que prepara sobre Luis Buñuel para poder escribir este libro, en el que se desplaza hacia el siglo XIX después de retratar buena parte del siglo XX  con Lorca y Dalí, y por supuesto Machado, ¿por qué aparcó su trilogía? ¿qué está buscando en el siglo XIX? ¿Qué quiere encontrar en Prim?

-Mi intención, después de terminar la biografía de Dalí, era seguir con Buñuel pero él no era conocido por las muchedumbres y no garantizaba la inversión de los editores. Por esa razón, en ese momento, escribí sobre Machado. Sigo escribiendo de Buñuel, claro está. Pero esto es algo que quiero explicar, para que la gente sepa lo difícil que es la vida de un escritor. Y sobre Prim, pues era un personaje que me llamaba mucho la atención. La fascinación de este eterno conspirador, a la vez español, catalán, europeo, con una visión de Europa que quiere el país avance pero no quiere una revolución sangrienta. Quiere ir poco a poco en un país que quiere ir siempre de prisa.

-¿No era Prim, hasta cierto punto, una excepción dentro de su tiempo?

-Es un español muy consciente de lo que pasa en Europa, completamente consciente de la Revolución Francesa. No es republicano, es monárquico, a pesar de que odia a Isabel II, para la que he trabajado, pero él ve que hace falta una monarquía constitucional, elegida por un parlamento democrático. Para ese momento eso es bastante revolucionario.

-Usted ha elegido al abuelo de los hermanos machado, Antonio Machado Núñez para que sea él quien diga que en España es “imposible el diálogo”, esto ocurre en contraposición al padre Francisco Mateo Gago Fernández, un cura retrógrado…

-¡Ese cura es un personaje histórico! ¡Existe! Una calle de Sevilla lleva su nombre. Es un antidarwinista feroz y furibundo y de hecho, tiene su lugar en el panteón sevillano de hombres ilustres, mientras Machado Núñez no tiene una calle con su nombre, esto en sí es sintomático. Gago era un cura furibundo que arremetía contra los protestantes por haber abierto templos en Sevilla. Cuando me di cuenta de quién era dije: tengo que incluirlo. Y eso que yo había inventado el cura retrógrado cuando tropecé con la referencia de este Gago. Aunque me critiquen, dije, lo voy a poner.

"Machado Núñez, es una figura heroica, sin él no tendremos al Antonio Machado del siglo XX"

-La novela está planteada como una trama detectivesca pero no deja de ser en verdad un gran proceso de investigación. Allí narrador e historiador de solapan, y parece totalmente aposta.

-Sí, es aposta. Ésta además es una novela didáctica en la que yo pongo lo que pienso pero siempre teniendo en cuenta que, por ejemplo, Machado Núñez pensaba así y si lo he colocado es porque me he leído toda su obra… Pensando en la figura de Machado Núñez, es una figura heroica, sin él no tendremos al Antonio Machado del siglo XX. Era un hombre del renacimiento: botánico, ornitólogo, republicano, darwinista, no le gustaban los curas y a los curas o les gustaba nada él.... Fue el primero en España en ver un lince ibérico. Todo eso lo expreso ahí. Es histórico.

-El ropaje histórico de la novela es riquísimo, pero no perdamos de vista el asesinato. Revisó usted el sumario de la muerte de Prim… 50 tomos, ¿no?

-Bueno, son ochenta, pero están ilegibles, podridos. Estamos hablando de un magnicidio que cambió el rumbo de la historia del país. Esta es una situación caótica, porque necesitamos saber quién tramó el atentado: si fue el duque de Montpensier o el general Serrano. Si los documentos no están abiertos a los investigadores en condiciones respetuosas para poder investigar, ¿cómo hacemos? Eso demuestra amnesia, desinterés, abandono, incultura.

-En España, en ese caso, ¿cuál es la diferencia entre ser amnésico y querer ser amnésico?

-Diría que es más querer no saber. Aquí hay un problema de identidad. España no sabe quién es ni qué es; de lo contrario, ¿por qué hay tantos hispanistas a los que nos hacen caso? ¿Por qué me hacen caso a mí o a Paul Preston o Hugh Thomas como si por el hecho de ser de fuera supiéramos más? Eso en Francia es impensable, en Inglaterra es impensable.

"España no sabe quién es ni qué es; de lo contrario, ¿por qué hay tantos hispanistas a los que nos hacen caso?"

-Sin embargo, España ha avanzado un camino muy largo en el proceso de elaborar un discurso sobre sus propias heridas y conflictos. No es igual que hace dos o tres décadas.

-Sí pero en ese sentido Preston tiene razón. Aquí hubo un Holocausto premeditado y hay 130.000 fusilados en cunetas todavía y eso es una vergüenza. Yo no sé cómo puede ir a Rajoy a Alemania a hablar con la Merkel… Lo que ocurre es bochornoso. No se ha hecho bien, por ejemplo, el tema de la memoria histórica.

- ¿Cuál fue el fallo, a su juicio, en el proyecto de la memoria histórica?

-Sin duda la derecha española porque ellos son muy difíciles. Siempre han sido los dueños, tuvieron 40 años de dictadura  y les ha ido bien con la constitución, la izquierda sacrificó muchísimo más y ahora resulta que la izquierda no puede ni rescatar los cadáveres y el Estado no se lo permite.

-Pero, espere, el asunto de la memoria histórica llegó a ser, en un momento, hasta panfletario…

-Los socialistas han sido timoratos porque en ellos siempre ha habido también un temor de no remover demasiado, justamente para no provocar una reacción que ponga en peligro la democracia. Aquí se ha derramado mucha sangre, pero a los matones hay que afrontarlos.

-¿Le preocupa que esté gobernando en este momento la derecha en España?

-Claro que me preocupa. Y me preocupa aún más su mayoría absoluta. Eso es algo que los españoles no debieron de haber permitido. El debate que están dando en el parlamento demuestra mucha mediocridad. La derecha nunca admite ningún error. Es el monólogo español, la izquierda es más capaz de admitir errores. ¿Dónde está la derecha dialogante y razonable? No se le oye la voz. No existe una derecha normal.

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