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Cultura

Pablo Gutiérrez: 'Quiero y busco una literatura de la intervención, de resistencia'

Pablo Gutiérrez, fotografiado por Elena Blanco.

Quedan 45 minutos antes de que un tren parta desde la estación de Atocha rumbo a Cádiz. Cuando el reloj lo indique, Pablo Gutiérrez (Huelva, 1978) cogerá un taxi y subirá luego al vagón. Irá de vuelta a su día a día: esa vida que se reparte entre la escritura y la enseñanza de literatura a los alumnos de secundaria de un instituto en Sanlúcar de Barrameda. Mientras eso ocurre, toca hablar… Hablar de Los libros repentinos (Seix Barral), su más reciente -y mejor- novela, un libro que se nos funde –urgente- entre las manos… como los 45 minutos que quedan de entrevista de ahora en adelante.

Pablo Gutiérrez, alguien que escribe a puñetazos y habla con una modestia que pasma

Pablo Gutiérrez, dos puntos. Un hombre que se curó de la enfermedad del periodismo y vive junto al mar. Es hijo de una familia de seis hermanos. Alguien que escribe a puñetazos y habla con una modestia que pasma. No milita en nada que no le pertenezca, que no sepa –y no sea- suyo. "Este libro se le caería a mi madre de las manos, sufriría porque no lo entendería". Algo al leerlo –y escucharlo- delata verdad –ésa, de la que uno diría puritita verdad-. En las páginas Los libros repentinos, Gutiérrez hace lo que sabe: escribir con la potencia de las imágenes, ésas que ocurren como en el teatro y la buena poesía: pegaditas a quien escucha, pegaditas a la vida, escupiéndonos.   

Gutiérrez cuenta la historia de Reme –doña Remedios-, una mujer de 70 años criada en la Andalucía de la posguerra. A través de esa anciana, Gutiérrez levanta un homenaje, acaso confecciona un artefacto. Porque si algo queda claro después de leer esta novela es que si existe tal cosa como una revolución, ésta empieza leyendo.

Porque si existe algo como una revolución, ésta empieza leyendo

Tras la muerte de su marido –un personaje sin nombre, que como mucho aspira al mote de ‘El incauto’-, una caja con 50 libros llega por error a la casa de Remedios. Ella –que de leer más bien poco; quiso, alguna vez, pero lo olvidó-, en lugar de devolverlos, elige uno al azar y comienza a leer. Algo ocurre a partir de ese instante: se encierra en casa y devora un libro tras otro. Siente que le hablan: de supervivencia, sexualidad contenida, de tiempos que debían ser mejores... y no lo fueron. Ni lo serán.

"Una caja de libros repentinos llegó por azar para contarle cuánto no sabía: que la mitad de su vida fue usurpada". A Reme se le acaba el tiempo; y lo sabe. Una ordenanza municipal que prohíbe colgar ropa en las ventanas –afea, claro, la ciudad-, será el revulsivo para que ella decida convertir su barrio en el campo de una batalla tan hilarante como trágica.

A través de Reme, el lector conoce el mundo que la rodea: el del pasado, pero también el de las mujeres que su generación parió, condenadas todas ellas a una maternidad feroz –los vástagos crecieron ‘a mordiscos’ en sus vientres-. Leyéndola, el lector conoce también a unos nietos que no recuerdan cómo llegaron hasta ese barrio que recorren en moto y en el que sostienen la cruz de la cofradía. Ese lugar que habitan y en el que seguirán viviendo, como Reme, hasta el fin de los tiempos.

Hay miles de Remes en su vida: las madres de sus alumnos, las mujeres que ve cruzar la calle

Hay miles de Remes en la vida de Pablo Gutiérrez. Las madres de sus alumnos, las mujeres que ve cruzar la calle. "Tengo una vida común y lo que escriba tendrá que ver con eso". Él, insiste:no va a fingir argumentos. "No voy a hablar del compromiso del escritor, porque me parece un poco naif. Pero sí quiero y busco una literatura de intervención, de la resistencia, una literatura de ojos abiertos”. Sobre eso habla Pablo Gutiérrez en esta entrevista, una conversación que se funde urgente, como su novela, en nuestras manos.

-¿Qué le hubiese pasado a la Carmen Sotillo de Cinco horas con Mario si alguien le hubiese dejado en la puerta, como a Reme, una caja llena de libros?

-Al escribir Los libros repentinos no la tenía en la cabeza. Aunque probablemente ambas tengan la misma carga de frustraciones. La diferencia es que Delibes trata a su personaje con mayor naturalidad (cuenta lo que realmente habría pasado), en Los libros repentinos, en cambio, hay un golpe de azar –los libros-. Es una intervención de la ficción: la caja que llega 50 años después. El personaje de Delibes tiene además cosas que reprocharle a su marido. Reme no. Ella siente que le han quitado 50 años de su vida y la caja representa ese hueco que no ha tenido ni la fuerza ni la voluntad de rellenar. Había sido una joven con cierta curiosidad por la lectura. Pero creció en un mundo muy pobre en el que ni siquiera circulaban libros. Y cuando llega la caja, es ella quien decide, quien abre y elige.

"Como escritor, me interesan la periferia y las vidas comunes", dice Gutiérrez

-Reme, como el Marcos de Democracia, encarna una tragedia mínima, cotidiana. Y ambas ocurren, además, en la periferia.

-Como escritor me interesan la periferia y las vidas comunes. No tengo amigos que vivan en un ático en Gran Vía, ni que se vayan de vacaciones a Londres un fin de semana; ese mundo no es mío.

-¿Qué le une con esta mujer? ¿Por qué la eligió?

-He conocido muchísimas Remes en mi vida: son las madres de mis alumnos, forman parte de mi familia. Las Remes son la mayoría en nuestra sociedad, aunque en la literatura representen una mayoría silenciosa, porque han sido proscritas. Si damos un paseo por las novedades literarias (lo digo sin criticar a nadie, porque eso es muy feo), al leer de qué van las novelas, muchas veces no me lo puedo creer. No porque me parezcan malas, lo que me asombra es que yo esté tan lejos de eso.

"Las Remes son la mayoría, aunque en la literatura representen una mayoría silenciosa, porque han sido proscritas"

-La épica ciudadana que Reme emprende es hilarante, a la vez que trágica. No cambiará su final, pero ella insiste.

-En cierta forma eso es el esperpento, la comedia. Eso es posible justamente gracias a la intervención del autor que dice: ‘vamos a forzar la máquina’. Y ahí volvemos a lo de Delibes. Cinco horas con Mario fue escrita así, porque en efecto así es como pudo ocurrir; hay cosas que hace Reme que pueden resultar inverosímiles. Y aunque entran en las reglas del juego, en la última página quedan impugnadas. El juego es demasiado falso para que nos lo creamos.

-Esta no es una novela ‘quince-emista’ (los activistas sociales salen muy mal parados); no es una novela sobre la transición, porque hay algo viene de muy atrás. ¿Qué intenta hacer? ¿Qué es esta especie de retrato de grupo?

-No voy a hablar del compromiso del escritor, porque me parece un poco naif. Pero sí quiero y sí busco una literatura de intervención, de resistencia, de  ojos abiertos. Mi vida es común… y lo que escriba tendrá que ver con lo que ocurre en ella. Eso forma un argumento por goteo, que iré proyectando en las novelas que me quedan. Y lo prefiero, espero no tener que fingir unos argumentos que no me pertenecen.

"Sí quiero y sí busco una literatura de intervención, de resistencia, de ojos abiertos"

-Siempre amenaza con que escribirá poco.

-No lo hago, porque no hay nadie a quién amenazar. Sé que me quedan menos novelas de las que he publicado.

-El tema femenino es central. Las distintas generaciones de mujeres retratadas son las que más duro reciben y las que más duro golpean. ¿Por qué son tan feroces los sentimientos que las empujan?

-Del largo catálogo de temas de los que habla la novela, uno de los más importantes es el sistema represivo que existió en España tras la Guerra Civil Española. Se basó en el fanatismo religioso, en la negación de la sexualidad y el moralismo. Ese sistema tuvo una víctima muy clara: la mujer. En el franquismo, la mujer retrocedió abruptamente, perdió unos avances que había logrado. En la segunda república, tenía la posibilidad del voto, del divorcio, el matrimonio civil y de pronto, el tren de la historia recorrió cien kilómetros hacia atrás y la dejó en una situación similar a la que tenía en la edad media: la dependencia del marido, la imposibilidad de abrir una cuenta corriente sin su autorización o de viajar si él no le firmaba el pasaporte. El adulterio y el abandono del hogar eran considerados delitos, pero sólo para ellas y no para el hombre… La novela es eso y Reme es esa víctima.

"En el franquismo, la mujer perdió unos avances que había logrado. La novela es eso y Reme es esa víctima"

-Una mujer  viuda… que experimenta su primer orgasmo… a los 70 años, mientras ve porno y escucha pasar, a lo lejos, una procesión de Semana Santa, es una manera de dejarlo claro.

-A las mujeres como Reme se les negó la sexualidad, era un tema relacionado sólo con la reproducción. El sistema moral del franquismo extendió por todas partes ese mensaje. Todo ha sido producto de una reevangelización. Si hacemos una lista de las hermandades de Semana Santa de Sevilla, vemos que las fechas de fundación de casi la mitad de ellas ocurrieron después de la Guerra Civil Española. Eso tiene que hacernos pensar.

-¿Cómo era, según usted, aquel sistema? ¿Por qué sus consecuencias llegaron tan lejos?

-Tras el fin de la guerra, hubo este planteamiento: ‘Tengo aquí a los perdedores, qué hago con ellos. No puedo matarlos, ya he matado a muchos. Necesitamos a esta gente, mejor pongámoslos a trabajar. Vamos a darles casas en la periferia, lejos del centro, para que no estropeen las zonas turísticas'. Perfecto, ¿verdad? Sin embargo, era necesario generar algún arraigo. No se iban a mover, tampoco tenían la necesidad de prosperar: el franquismo les ‘había dado’ casa y trabajo. Cortó la necesidad de prosperar. ¿Qué faltaba? ¡Pues una cofradía! En Sevilla se fueron creando cofradías por barrios. Eso supuso la destrucción de la autonomía personal… Y la gran víctima fue la mujer, que iba detrás del paso, con su velo. Ni siquiera camina junto al Nazareno, sino que se va tragando toda la vela y toda la cera ardiente.  

"En España, ya que no se podía meter a todo el mundo preso, el franquismo convirtió el mundo en una cárcel"

-Reme no es la única inmersa en ese ciclo, todos los personajes permanecen atrapados en una especie de herencia venenosa.

-Democracia era un libro sobre la crisis, eso no lo puedo discutir. En este caso es más complejo y eso quiero decirlo: ésta no es una novela guerracivilista. Pero la expresión Guerra Civil es tan poderosa, justamente porque, después de acabada, los bandos tienen que coexistir. En España, ya que no se podía meter a todo el mundo preso, el franquismo convirtió el mundo en una cárcel; las rejas eran las leyes morales. Y lo hicieron con la lógica del ‘te haré pensar que quieres eso y con suerte, olvidarás que existieron unos años distintos’.

-Esa lógica atraviesa toda la novela, todas las historias: la mujer de 70 años; la de la generación de sus hijas, algunas atrapadas en las drogas y que, aún renegando de la maternidad, alumbran hijos que se convertirán en machistas y chulos.

-Eso forma parte del determinismo social que está dentro de los barrios. Hay una barriada en Sevilla que se llama Torreblanca. Se creó como un asentamiento para las familias de los presos republicanos que trabajaron en la construcción del canal del bajo Guadalquivir. Aquella fue una obra de ingeniería magna del régimen de Franco. Se levantó sin maquinaria, a pico y pala, para surtir los regadíos y fertilizar los terrenos que heredaron los generales del ejército. Una vez terminado el canal, había que hacer algo con quienes lo construyeron. A los presos los llevaron con sus familias al asentamiento de Torreblanca; muy lejos y muy aislados. Aquello se convirtió en el principal barrio marginal de la Sevilla de los años 60, 70 y 80 y donde la epidemia de la heroína hizo un daño que ni te cuento. Todos: los presos, sus hijos y sus nietos fueron condenados de por vida a la marginalidad.

"Todos: los presos, sus hijos y sus nietos fueron condenados de por vida a la marginalidad"

-Sin embargo, los personajes de su novela que retratan a las nuevas generaciones no se cuestionan eso.

-Claro… Para a eso estaba la cofradía. Para asignar una identidad, un orgullo de barrio. Eso se ve en Robe, uno de los personajes.

-Sí, uno de los más jóvenes: la tercera generación tras Reme. ¿Él representa a sus estudiantes?

-En ciertos aspectos. Pero él o mis estudiantes, también son los 'chavs' de Owen Jones, un magnífico analista de la sociedad británica. La mayoría de sus diagnósticos son transportables a nuestros barrios y la periferia. Forman parte de la clase lumpen proletaria, mejor dicho, de los desclasados, los que ni siquiera tienen conciencia de clase. Según Marx, los alienados.

-En Democracia, los personajes acceden a un debate relativamente visible, los de Los libros repentinos, se invisibiliza en lo folclórico … Es mucho más duro; de sus libros el más brutal. ¿Lo sabe?

-¿Puede ser de otra manera?

-…

-Es duro, sí; y dramático, sí; y sin esperanza... ¿Pero la tiene?

-…

-No hay esperanza ¿Por qué tendría yo que introducirla? Puedo modificar el curso de la historia, acaso alterar las casillas del juego, pero la oca terminará llegando al final, a su final. Por supuesto: esto es un engaño también. El lector, para poder acercarse a esta novela, tiene al menos que haber cursado secundaria y haber leído esos libros. Soy hijo de una familia de seis, mi madre es viuda… Ella sufriría con este libro. Se le caería de las manos porque no lo entendería, pero además no lo puede leer. Ella puede leer El tiempo entre costuras, porque es un discurso amable para ella. Pero éste no… Si hay una redención, la obtendrá el lector.

¿QUién es pablo gutiérrez?

Él es la fuerza su voz. Ese ronquido de quienes creen en la literatura como un combate. Pablo Gutiérrez ya nos hizo reír -a la vez que nos metió el dedo en el ojo- con Democracia (Seix Barral), un libro que comienza el 15 de septiembre de 2008, cuando Lehman Brothers se declara en quiebra. Ahora, regresa con Los libros repentinos, un elogio al poder de la literatura en momentos de descontento social. Según la prestigiosa revista Granta, él es uno de los autores españoles con más proyección. Reconocido con el Premio Ojo Crítico de Novela, Gutiérrez se basta a sí mismo. Y punto. Ya lo demostró con Nada es crucial (Lengua de Trapo) , también con Ensimismada correspondencia (Lengua de Trapo, 2012) y Rosas, restos y otros relatos (La Fábrica, 2008).  Un hombre que estudió periodismo y decidió otra cosa: vivir frente al mar y enseñar a los chicos de secundaria el más remoto y potente de los asuntos: literatura.

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