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Cultura

El día en que un grupo de borrachos intentó canonizar a Chesterton y casi lo consigue

El escritor británico G.K Chesterton.

Hay varias versiones del mismo hecho; unas pertenecen a la ficción y otras son reales. Una dice que ocurrió en 1929. La otra sitúa el asunto a finales de los años noventa del siglo pasado. En unas aparece Jorge Bergoglio, entonces obispo de Buenos Aires; en otras Benedicto XVI, el pontífice que renunció a ser cabeza de la Iglesia católica. Sea como fuere, pasó: la investigación está abierta en la mismísima sede del Vaticano. Se trata de la petición de un proceso de canonización de Chesterton. Sí, sí… G.K. Chesterton, el escritor británico autor de El hombre eterno y Los relatos del padre Brown.

“Todo esto es tan delirante que sólo podía ser real. Bueno, la Iglesia católica tiene bastante de delirio, incluso desde el momento mismo en que fue fundada”, al menos así lo cree el escritor colombiano Juan Esteban Constaín, quien se aprovecha de este rarísimo episodio para escribir El hombre que no fue jueves (Penguin Random House), una novela que añade a las tentativas de canonización del británico capas y siglos de enredos, y con las que el novelista ha confeccionado un artefacto chestertoniano.

"Todo esto es tan delirante que sólo podía ser real. Bueno, la Iglesia católica tiene bastante de delirio"

La novela, que se lee del tirón y entre carcajadas, parodia la novela histórica conspiranóica con la que autores como Dan Brown dieron un verdadero Do de pecho de ventas. "Podríamos decir que es una parodia respetuosa de todas esas tramas truculentas y misteriosas de los bestsellers que intentan sembrar en la gente la necesidad de descubrir verdades trascendentales. Esta parodia mía es tan desfachatada que hasta Dan Brown aparece acariciando un gato”, explica Constaín, quien visitó España la semana pasada para presentar la edición española de un libro que se convirtió, en 2014, en un auténtico superventas en Colombia.

El libro, que versiona el título de una de las novelas más conocidas de Chesterton, parte de una anécdota real que un amigo argentino contó a Constaín. A finales de los años 90 del siglo XX con motivo de la celebración en Buenos Aires de una reunión de la Sociedad Chestertoniana –de la que Bergoglio, el actual pontífice, es presidente, según dice la novela-, un grupo formado por escritores e investigadores,  "todos borrachos" dice Constaín, deciden pedir a Roma la apertura del proceso de santificación del escritor.

Convencido de que la lectura es “un acto de fe” y de que Chesterton es un Santo para todos los que lo han leído, Constaín aprovechó el tema para ésta, su tercera novela, una especie de thriller culto. El asunto comienza así: el narrador, un hombre que intuimos historiador y potente lector, recibe la misteriosa llamada de una de sus profesoras venecianas –ciudad en la que estudió, como el propio Constaín- para traducir y desentrañar los documentos que forman parte del expediente de canonización de Chesterton, un autor que pasó del agnosticismo al catolicismo en su vida real y que en la ficción literaria se convierte en la pieza que enlaza y empuja los hechos que se cuentan en la novela.

En El hombre que no fue jueves aparece desde la fuga del escritor Casanova de las mazmorras del Palacio Ducal pasando por las peleas entre John Lennon y Paul McCartney que precipitaron la desaparición de Los Beatles hasta los escándalos de pederastia de la iglesia católica. “Como es un homenaje a Chesterton, la novela se inspira en la lógica Chestertoniana. Pero aprovecho la voz caprichosa y plagada de digresiones que me gustan de otros autores. Además, como el argumento es tan delirante, el único camino para contarlo bien es que el lector vaya todo el tiempo en una especie de juego, que no sepa lo que está pasando, para que cuando llegue el momento de la perplejidad, todo le parezca hasta normal. En verdad, la santidad de Chesterton llena el propósito de persuadir al lector”, asegura.

"Esta parodia mía es tan desfachatada que hasta Dan Brown aparece acariciando un gato"

La novela de Constaín intenta sacar el jugo expansivo y exagerado que corre por las venas de Gabriel Syme, el poeta y agente de Scotland Yard que protagoniza la novela publicada por Chesterton en 1908 y que aunque muchos vean como un policiaco, tiene más de réplica a Nietzcshe y Shopenhauer de lo que parece. El asunto, en el caso de Chesterton, es que siendo una cosa, conseguía ser todas o casi todas. Ese, aunque parezca, no es un asunto marginal.

La discusión de fondo en El hombre que fue jueves de Chesterton es siempre teológica, de la misma manera que en esta novela del escritor colombiano. Eso, claro, si nos ponemos de acuerdo sobre a cuál credo nos referimos, que no es otro sino el literario. La vida es un relato fantástico, empujado por el delirio de unos y el talento de otros para contarlo. Y ésa es la verdadera gasolina que pone en marcha este libro con el que Constaín se revela como aventajado discípulo del británico. Un narrador con voz propia capaz de usar el humor con eficacia.

El hombre que no fue jueves se suma a El náufrago del imperio y Calccio, las primeras dos novelas –también de impronta histórica- de Juan Esteban Constaín.  En ésta, sin embargo, el narrador está situado en el presente, incluso podría ser él, a juzgar por un cierto calco biográfico. Nacido en Popayán, en 1979, Constaín es historiador y melómano de mucho cuidado. Traduce del griego y el latín al castellano. Vivió en Venecia, donde estudió una maestría. Es, además, un lector voraz. Todo cuanto condimenta este párrafo aparece en su prosa, que se sacude cualquier ñoña rigidez para electrificarse entera en unas ganas sabrosas de reírse, página a página.

Algo en su prosa hace que el lector se pregunte: "¿Éste no me estará mamando el gallo…?"

“El tema de la identidad latinoamericana, al menos para mi generación, no tuvo un proyecto político tan obvio como lo fue para García Márquez o las generaciones que siguieron”, asegura Constaín al momento de responder a la pregunta sobre por qué ésta es una novela que elude una vocación manifiesta de realismo o denuncia y se permite el ejercicio literario por encima de un propósito que dominó el argumento de muchas novelas colombianas en los últimos 20 años.

Juan Esteban Constaín puede presumir de juventud, sin duda, pero también de un discurso sólido, incluso atribuible a hombre mayor. De modales impecables en su conversación, en la literatura se aleja de cualquier solemnidad, incluso algo en su prosa hace que el lector se pregunte: “¿Éste no me estará mamando el gallo…?” –ésta es una expresión colombiana, muy usada por el Gabo por cierto, sobre la acostumbre de tomar el pelo a alguien-. Y sí: Constaín mama el gallo. A veces sí, a veces no. Y ahí está lo magnífico. Columnista de El tiempo, Juan Esteban Constaín ganó con Calcio el premio del Festival de la Semana Negra de Gijón y con El hombre que no fue jueves el premio de Biblioteca de Narrativa Colombiana.

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