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Cultura

Óscar Lobato: "El mar ha dado generaciones de delincuentes y libertarios que antecedieron a la izquierda"

El escritor y periodista Óscar Lobato (Cortesía Alfaguara).

Su primer barco lo expolió Uriel Gamboa a los nueve años. Hijo de una familia en apariencia intachable, Uriel crecerá pensando que su futuro será el de su padre y abuelo: la carrera militar. Pero un acontecimiento le hará huir del hogar, renegar de sus raíces conservadoras y adentrarse en los mares donde aprenderá a vivir violando las leyes a las que alguna vez pensó servir. Esa es la historia central de La fuerza y el viento  (Alfaguara), la tercera novela de Óscar Lobato (Madrid, 1958) y en cuyas páginas, la vida, como las embarcaciones, es empujada con la potencia de las ventiscas que actúan sobre los océanos de la misma forma en que las pasiones lo hacen sobre el corazón de los hombres y las mujeres.

Escrita con la efectividad narrativa del Hemingway de Tener y no tener, acaso con la elegancia de un lector de Joseph Conrad, Oscar Lobato –que ha devorado además páginas y páginas de Pío Baroja y Juan José Téllez- desarrolla un estilo propio: sobrio pero no seco, en el que se intercalan una prosa bella sin excesos y una trama llena de acciones y saltos en el tiempo. El repertorio de personajes es, también, otra exhibición de destreza de Lobato.  Acompañan en esta aventura al pirata Gamboa sus amigos de infancia Miguel Lentery y Gabriel Paíño, pero también Anke, una alemana deseosa de expoliar el oro que los nazis encontraron tras la Segunda Guerra Mundial ; Teca, una aguerrida médico que debe unirse a la banda tras un asesinato que comete para vengar el asesinato de su mujer o Grace, una patrón de yates irlandesa…

En La fuerza y el viento, la vida, como las embarcaciones, es  empujada con la potencia de las ventiscas que actúan sobre los océanos.

Escrita en la clave de clásico de aventuras, La fuerza y el viento deja algo más. Ambientada en la España del franquismo, pero asentada en una estructura que le permite al lector moverse a lo largo de todo el siglo XX, esta novela hace lo que las grandes sagas decimonónicas: valerse de estampas para tejer un tapiz mayor, una especie de Atlas humano que en este caso se interroga sobre la verdadera naturaleza de la libertad: ¿elige siempre el delincuente serlo? ¿cuál es el precio a pagar por cada acción ejecutada desde el libre albedrío?  

Óscar Lobato, formado en el oficio del periodismo, hizo carrera en Diario 16 y el Diario de Cádiz, entre otros medios, pero también en las agencias de noticias LID y EFE. A su voz periodística, en la que muchos identifican la destreza del humor negro, se suma el tono narrativo del novelista. La mezcla de ambas produce una afortunada coincidencia entre la efectividad del reportero y los modos del novelista que hace del lenguaje un bello punzón. Elogiado por autores como Arturo Pérez-Reverte, Lobato ha desarrollado una obra que comenzó con Cazadores de humo (2007) y Centhaeure (2009) y continúa ahora en La fuerza y el viento.

-Las dos novelas anteriores están basadas en hechos reales en clave de ficción. En esta parece haber ocurrido lo contrario. ¿Imaginó un hecho que terminó siendo un caso real, cierto?

-Algo como eso –ríe, sin espantar del todo la pregunta-…  Hace dos décadas, en un pequeño pueblo del Magdalena, en Colombia, ocurrió un atraco a una serie de yates de lujo. En el Caribe había grandes fortunas y la gente acostumbraba a usar aquella zona como puerto. Algo más tarde, en México, ocurrió algo parecido con barcos de este tipo. Encontré una coincidencia. Tampoco le di mayor importancia. Con el tiempo, pregunté a un amigo que trabaja en inteligencia una hipótesis que alguna relación tenía con aquello que había visto, pero no del todo. Él me preguntó: ‘¿qué vas a contar la historia del niño de fulano…?’ Yo le dije que no… pero, que ya que estábamos, le pedí que me la contase. Al escuchar la historia e investigando cada vez más, fui hallando una especie de rompecabezas, cada vez más fascinante y extraño. Ni de coña se me hubiese a mí ocurrido armarla de aquella manera. Todo lo coloqué en un contexto. Lo que se cuenta, claro, es una ficción. Incluso los personajes reales, que aparecen con su nombre y apellido, son ficticios.

"Incluso los personajes reales, que aparecen con su nombre y apellido, son ficticios".

-El periodismo a veces contamina la ficción, todavía más, con la obsesión por el dato y la verosimilitud. ¿Le ocurre?

-Lo tengo superado. Planteo siempre las novelas en un ámbito cronológico que el lector pueda comprobar. Ahora hay una arremetida contra la novela histórica. Porque se han contado trolas infectas haciéndolas pasar por historia. Yo planteo historias que el lector pueda ubicar y conocer, si no por experiencias propias, al menos por el hecho de que alguien cercano a él hubiese vivido esa época. Sin embargo, más allá de eso, creo que la obligación del novelista es contar tramas interesantes y contarlas correctamente. De eso se trata, desde Homero hacemos lo mismo.

-Lo hacemos y a la vez no ¿No le parece que después de Moby Dick, ya no vale la pena escribir nada? Melville escribió aquel tratado del mar en un momento en el que la información no era como hoy…

-Pero… ¿qué hizo Melville para escribirla? ¡Pues embarcarse! Detrás de todo buen escritor hay un rigor. Incluso detrás de todo gran poeta. La novela es un género literario donde el autor hace el 50% del trabajo, el otro 50% lo hace el lector.

"Se han contado trolas infectas haciéndolas pasar por historia".

-¿Por qué valoramos tanto la novela, especialmente los periodistas ?

-Es la salida natural del periodista. Hay unos que han hecho magníficos libros de historia, teatro o  ensayo. Pero el origen de las grandes novelas fueron los folletines que se distribuían encartados en los periódicos. La novela surgió de nuestra propia dinámica de trabajo. En el campo de la novela han triunfado Hemingway, Jack London… gente que ha hecho periodismo básico: ir y comprobar el hecho, vivirlo. Siendo Pío Baroja un novelista ya consagrado, un joven le dijo que él quería ser escritor. Baroja le respondió: lea mucho y viaje mucho. La literatura es una carrera de fondo.

-Cazadores de humo era una novela de periodistas pero trocada en aventuras; Centhaurae una novela negra, de intriga. Sin embargo, esta… ¿es solo de aventuras? Aquí parece existir algo más, y que alude al presente.

-Esta novela invita a una reflexión, una invitación a pensar sobre la decadencia y la corrupción de lo social, que está narrada en paralelo y al compás de esta historia de estos piratas.

"Esta novela es una invitación a pensar sobre la decadencia social"

-Sus mujeres se parecen. Investigan, se la juegan e incluso pelean tanto mejor que cualquier hombre. Tanto la Saurina de Cazadores de humo como la Lluvia de Centahurae lo demostraron. Ahora sus tres personajes femeninos, Anke, Teca y Grace, lo dejan claro. Son tan aguerridas como Uriol o los otros piratas

-Pero es que eso ocurrió en verdad. Al leer sobre piratas, a lo largo de los siglos consigues muchas líderes piráticas. Yo he encontrado más de cien, pero al mando, además. Los piratas son vistos por cómo se comportas en combate y si eras buena esgrimista, bienvenida a bordo. La gente no lo sabe, pero era así. También hubo muchos piratas homosexuales. El mar ha dado generaciones de delincuentes que a la vez fueron libertarios y antecedieron lo que se denominaría la izquierda. Estos tipos, que pertenecen a familias acomodadas y del sistema, tenían un pensamiento más cercano al blanquismo revolucionario francés. La famosa república Utópica la fundaron piratas, una comuna marxista avant el marxismo.

-Cuánto bien le hubiese hecho a la historia que algunos se hubiesen quedado en el mar. ¿Se imagina qué bien habríamos estado con Mao o Stalin en altamar?

-Como nos hubiese venido muchísimo mejor que, en una sociedad machista, más mujeres llegaran al poder. Las mujeres son seres más complejos. El hombre tiene enemigos exteriores, las mujeres en cambio tienen muchos enemigos exteriores a los que teme poco y un gran enemigo interior: ella misma. Eso es lo que las hace grandes y fascinantes.

"Las mujeres en cambio tienen muchos enemigos exteriores a los que teme poco y un gran enemigo interior: ella misma"

- Arturo Pérez-Reverte le ha incluido como personaje en dos de sus novelas. En la vida real, a veces viene bien decir que uno es un personaje de ficción inventado por otro…

-Lo he intentado, varias veces. Le estoy muy agradecido a Arturo por eso. He intentado convencer a Hacienda de que soy un personaje ficticio, que a mí me creó Pérez Reverte, pero no cuela –risas-…. Arturo y yo tenemos una buena amistad desde hace tiempo. Él era corresponsal de guerra, un periodista rutilante y yo era un oscuro reportero de provincias, estado del que creo no he salido casi nunca, pese a todo, cuando le llegó la fama y el éxito e ingresó en la real Academia, seguimos siendo amigos. Me preguntó… y tú no piensas escribir. Yo llevaba toda mi vida coleccionando temas para dedicarme a la novela. Y él me alentó… me prometió incluso que presentaría mi primera novela, y cumplió su promesa.

- Hay más información y velocidad, pero cada vez menos periodismo. ¿Cómo ve el oficio hoy?

-El periodismo en el sentido épico y glorioso se ha extinguido. La gente piensa que en Twitter está toda la información o que para montar un periódico ya no hacen falta periodistas. Quienes dicen eso no saben de esto una mierda. En Internet no hay información, hay datos. Pero si no sabes cómo componerlos, da igual. Hoy, cuando los chicos llevan a clase un trabajo sobre heroína, la mitad será de Agustina de Aragón y la mitad sobre la droga, porque nadie los enseña a comprobar y separar datos. Lo mismo ocurre en periodismo. No estoy arremetiendo contra las redes sociales, son instrumentos valiosos pero en manos de profesionales.

"He intentado convencer a Hacienda de que soy un personaje ficticio, que a mí me creó Pérez Reverte, pero no cuela"

-En dos platos: el periodismo fue a mal

-Sí. Perdimos el respeto por lo que estábamos haciendo. Nos lo hicieron perder.

-¿Se escribe más ficción hoy en los periódicos que en las novelas?

-En los periódicos a veces se escriben grandes trolas, de hecho vivimos en una enorme trola. Se habla de esto como una crisis, pues no, es una depresión inducida por grandes banqueros y poderes que tienen en los medios a unos palmeros. El problema no es la corrupción, estoy convencido de que en Estados Unidos hay mucha más corrupción, porque hay más dinero. El problema es la impunidad.

-Que es lo que plantea, en una segunda lectura, La fuerza y el viento

-Cuanto más hambre más justicia, más aflicción sufría la gente, más piratas hubo. Y hoy curre lo mismo. Los servicios de inteligencia, los servicios dicen que hay más hechos piráticos en el Golfo de Guinea que en el  océano indico, pero es que la Interpol dice que hay todavía más en el mar de China meridional y en el Caribe. En el Caribe en los últimos 50 años no sabe nada de muchos yates, no se saben si están vivos o los han matado. Entonces, por qué aumenta la piratería, porque la injusticia es cada vez más brutal y despótica. Esta novela, dentro de una línea muy clásica de aventuras, plantea una reflexión. Pensar por qué la gente en determinadas circunstancias, se comportó de una manera.

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