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Cultura

Isaac Rosa y los desahucios en la ficción: “La novela de la crisis solo generó productos inofensivos”

Un detalle de la novela gráfica 'Aquí vivió' (Nube de Tinta), escrita a cuatro manos por Isaac Rosa y Cristina Bueno.

Quienes leyeron su primer volumen de relatos, Compro Oro (La Marea), difícilmente podrán retirar el comprobante de un cajero sin recordar a aquel hombre que reconstruía el descalabro de su vida con los papelitos de sus movimientos bancarios. Convencido de que los poderes económicos y políticos impusieron una ficción, un relato dominante de la crisis, Isaac Rosa (Sevilla, 1974) ha procurado otras formas de extraer de la depauperación historias que signifiquen, que generen otra narrativa.

Isaac Rosa hecha mano de la novela gráfica para construir un relato que no sólo se oponga a la ficción dominante de los poderes políticos, sino que además genere otra mirada

En esta ocasión, el Premio Rómulo Gallego de Novela y autor de El país del miedo (Seix Barral) y La habitación oscura (Seix Barral) ha optado por escribir a cuatro manos una ficción, eso sí: gráfica. Se trata de Aquí vivió (Nube de Tinta), que acometió junto con la dibujante Cristina Bueno. En las primeras páginas de este libro se presenta a Alicia, una joven que se tiene que trasladar de vivienda por motivos económicos y que encuentra en su nueva habitación el diario de una joven.

Lo que comienza como una trama juvenil rodeada de cierto misterio se convierte en un texto donde se descubre la complicada vida de una familia desahuciada. Dibujada en tonos fríos, contada a través de las ventanas de unas viñetas donde se precipita la angustia, la tristeza, la frustración o la rabia, el libro se abre paso a una lectura afirmativa de lo que el despojo de la casa como el lugar de identidad consiguió en las personas: la visibilidad. La novela no es plañidera, ni buenista. O no del todo. Procura trasladar al lector juvenil una explicación pero también una nueva mirada sobre un fenómeno que la novela tradicional terminó triturando con una dentadura más postiza que literaria.

Procura trasladar al lector juvenil una explicación pero también una nueva mirada sobre un fenómeno que la novela tradicional terminó triturando con una dentadura más postiza que literaria

-En la crisis, asegura, se impuso el relato de los poderes económicos, mediáticos, políticos. Una ficción dominante. ¿Por qué elegir la novela gráfica, dirigida a un lector juvenil además como contra relato?

-Desde hace mucho tiempo quería escribir sobre desahucios, tanto del hecho en sí que afectó a miles de familias como de su reverso positivo, que es la lucha que muchas personas comenzaron a dar, una fenómeno interesante que está por contar. Hemos visto tantas veces la imagen de una familia saliendo de su casa, que terminamos por acostumbrarnos. Por pensar que lo conocíamos. Y no es así. 

-Ha habido un brote, si me permite de cierto oportunismo, de novelas de la crisis. Usted ha eludido esa fórmula.

-Esta necesidad de escribir de los desahucios coincidió con un distanciamiento que comencé a experimentar de la novela como género, porque sentí que estaba perdiendo relación con los lectores y relevancia social. En ese momento, el sello Nube de Tinta apareció. Ellos buscaban una novela gráfica y yo otra manera de contar esta historia. Los desahuciados tienen voz y se les puede escuchar. Habría que escuchar lo que dicen en las asambleas de desahucios. La lucha contra los desahucios tiene un lado duro y dramático pero también uno esperanzador que se refleja en Aquí vivió.

"Esta necesidad de escribir de los desahucios coincidió con un distanciamiento que comencé a experimentar de la novela como género"

-Permítame insistir, detenernos en la pérdida de relevancia de la novela como gran discurso. No es un fenómeno nuevo, ese vacío ya existía.

-En el momento en que se nos ha venido encima esto, es cuando más se ha notado que la novela española tenía problemas en su relación con el mundo en el que vive. Y eso guarda relación con el lugar que comenzó a ocupar la cultura en la transición. En la transición se desactivó el papel de una cultura crítica, de resistencia, especialmente la novela. Sin embargo, el cómic, aunque viviese dentro de fanzines, siempre mantuvo un espíritu crítico frente al cual quedaba claro que la novela no nos estaba iluminando. No reflejaba ni reflexionaba ni sobre lo que ocurría ya en esos años ni lo que ocurriría después. Por eso chirrían esas apuestas de crear la etiqueta de novela de la crisis que al final genera productos inofensivos.

-El personaje fuerte de Aquí vivió es una adolescente cuyo hogar se desmiembra. Alguien que comienza a vivir la demolición de otros con una empatía de quien sin perder su casa, también llega a una intemperie. ¿Qué hace y quién es Alicia?

-El punto de vista de una adolescente me interesaba. Es alguien que está desubicado porque le han movido sus referencias. Reúne algunos rasgos: la ingenuidad, que alude a la de quienes creen que los desahucios no tienen que ver con nosotros sino con la gente pobre, en riesgo de exclusión, cuando en verdad el problema en España no es el desahucio sino la vivienda: los que pagan altos alquileres o llegan al límite para pagar La hipoteca. Los otros dos rasgos aluden más directamente a algo que como sociedad hemos perdido: la capacidad de asombro y la capacidad de indignación.

"La etiqueta de novela de la crisis que al final genera productos inofensivos", asegura Isaac Rosa

-Aquí vivió acude a la reflexión de la casa no como pertenencia, sino como lugar de origen. Retrata a una sociedad arrancada de la idea de morada, de identidad.

-El desahucio es un tema, pero hay algo detrás. Intento pensar la casa como un contenedor de memoria y fuente de identidad. En el libro hay distintos tipos de casa: la de la abuela, que era aquella en la que nacías y morías, llena de muebles y recuerdos. Pero luego existe aquella casa de paso que nos hace nómadas, el piso que alquilas y del que te marchas. No acabas de asentar tu propia identidad y memoria. Eso manifiesta la precariedad en que vivimos. A mí me interesaba la casa como sitio que deja fantasmas y huellas de quienes Las habitaron. Pero pasamos por ellas sin preguntarnos por quienes vivieron allí.

-La historia se pone en marcha cuando Alicia consigue un diario que se llega a comparar con el Diario de Ana Frank. ¿Por qué ese paralelismo?

-La idea era buscar referencias históricas de experiencias de encierro y miedo. No quiere decir que sea equiparable el holocausto con los desahucios, porque son distintos. Pero tiene que ver con la situación de quienes no quieren salir de casa por miedo a volver y tener otra cerradura; el escuchar el timbre y no abrir porque podría ser el agente judicial que viene a entregar la orden, incluso el miedo de que venga la policía a sacarlos. Hay mucha gente desahuciada que ha vivido esas experiencias de miedo. No son comparables a la que vivió Ana Frank, pero comparten sentimiento.

El desahucio es un tema, pero hay algo detrás. Intento pensar la casa como un contenedor de memoria y fuente de identidad

-Hubo un momento de la crisis en el que el desahucio devino en espectáculo, esperpéntico, pero esectáculo almfin y al cabo: iba la tele, las cámaras… ¿Quién en ese escenario sacó verdadera tajada?

-En el problema de los desahucios hay zonas de claroscuro, de grises, en las que se puede diferenciar al empleado del banco que debía seguir unos lineamientos. Es una zona viscosa que abarca a los puestos de directivos intermedios, pero de ahí para arriba y abajo son claras. Arriba porque se asumieron medidas o no se asumieron determinadas decisiones, como parar los desahucios, y en el terreno de los afectados todo está muy claro también: ellos cumplieron su parte, intentan pagar hasta el final. Quienes no cumplieron fueron los otros. La vivienda, que es un derecho, quedó convertida en objeto de lujo. Hay responsables directos de eso.

-Nadie obligó a otros a comprar esas casas

-Todas las políticas económicas en España conducían a la vivienda en propiedad, desincentivaban el alquiler. Los bancos se dedicaron a dar facilidades para comprar vivienda, pero en el fondo, ese negocio hipotecario era una estafa. Decir que la gente vivió por encima de su posibilidades es falso. No lo creo. Vivieron en función de las posibilidades que dijeron que había

-Reivindica la capacidad de organización de la ciudadanía en las plataformas antidesahucios, ¿qué piensa de aquellos activistas que utilizaron esa visibilidad para hacer política?

-No creo que los activistas antidesahucios estuviesen acumulando capital político para ocupar espacios de gobierno. Fue algo sobrevenido. Ada Colau no empezó a militar en la plataforma para terminar de alcaldesa.

"Ada Colau no empezó a militar en la plataforma para terminar de alcaldesa"

-Así como su vocación de intervenir ha sido clara, también su posición de izquierdas. Sin embargo, usted ha sido especialmente crítico con Podemos, ¿por qué?

-Más que con Podemos, con la dirección de Podemos o con ciertas decisiones que han tomado. He intentado hacer siempre una crítica respetuosa, porque uno no pasa de ser un profesor a ser líder político de golpe. Eso implica un proceso acelerado en el que tomar decisiones no es sencillo. Parece que esa critica sorprende sólo cuando la hago a Podemos, pero he hecho lo mismo con el PP, PSOE, IU, los sindicatos… Mientras experimentaba su proceso de crecimiento, a Podemos le costaba más encajar las críticas desde medios de izquierdas que de derechas. Pero se está normalizando, ahora lo encajan mejor.

-Con los entusiasmos que lograron suscitar y lo que están haciendo ahora. ¿No está Podemos dejando pasar una oportunidad?

No soy podemólogo. Cada vez que hacemos análisis y pronósticos nos equivocamos una y otra vez. En Podemos hay elementos planificados, pero otros sobrevenidos que cambian con el curso de los acontecimientos. Puedo ser crítico y señalar cosas que no comparto, pero respeto a gente muy valiosa que hay en Podemos. Hay cantidad de gente talentosa que vienen del activismo social, la universidad, la cultura. Respeto quienes decidieron dar el paso a lo institucional para intentar el cambio. Tienen todo el respeto y el derecho a equivocarse.

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