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Cultura

David Trueba: "La vida rediseña tus planes; si tienes suerte, hasta los mejora"

David Trueba en la pasada gala de los Premios Goya

Son las seis de la tarde de un mal lunes; uno con lluvia, nubarrones y atasco. Aun así, a la tercera planta de la FNAC del Paseo de la Castellana llegan puntuales tres hombres: un director; un actor de cine y un maestro de instituto. Sentados en un mismo y diminuto sofá, despiertan ternura, corrigen el lunes áspero por otro más amable. El motivo que los reúne esta tarde no es otro que la presentación de la versión de Blu-Ray y DVD de Vivir es fácil con los ojos cerrados, la película merecedora de seis premios Goya que rescata la historia de Juan Carrión, un profesor que en la España de finales de los sesenta viajó hasta Almería para buscar a John Lennon, y que inspiró al realizador David Trueba para rodar la que puede que sea, para muchos, una de sus películas más hermosas.

Javier Cámara, el actor que da vida a Juan Carrión en la película dirigida por Trueba, aguarda junto al protagonista a que comience, también, la presentación del cuaderno de rodaje. Se trata de un volumen editado por el sello Malpaso en cuyas páginas Trueba da cuenta detallada de los 29 días de filmación y comparte los entresijos y anécdotas del montaje. “Así es la vida, rediseña tus planes. Si tienes suerte, hasta los mejora”, escribe el guionista y novelista que convirtió la historia de Carrión en un retrato colectivo, la versión de una vida cualquiera, acaso mínima: la de un hombre que enseñaba inglés a sus alumnos usando las letras de las canciones de la banda de música más importante del siglo XX.

Él, que decía saber perder mejor que nadie, lleva una racha como pocas

Autor de las novelas Abierto toda la noche, Cuatro amigos y Saber perder, David Trueba viste esta tarde una camisa color burdeos y una sonrisa de dientes blancos, blanquísimos; su equipo –el Aleti- se ha llevado una liga después de una sequía de casi 40 años, la edad que tenía Carrión al conocer a Lennon y, por poco, la que tiene Trueba hoy día. El menor de ocho hermanos –Los Trueba-; él, que decía saber perder mejor que nadie, lleva una racha como pocas. Y lo cuenta con los ojos abiertos -muy abiertos- de los que saben mirar y relatar; de los que entienden la vida como una historia que merece ser contada.

-Luis Alegre dice que usted es un talibán de las sorpresas agradables. Este año ha roto sus estadísticas: seis premios Goya, su equipo gana la liga, presenta libro.

-Eso más que apuntarlo en una agenda, lo apunto entre mis placeres. Pienso que a lo que se refiere Luis es justamente al hecho de que, con lo que hacemos, intentamos provocar reacciones en las personas, conseguir que lo que hacemos se vuelva importante. El premio que eso pueda reportar es que lo que hacemos signifique algo.

"Muchas entradas las escribí en el coche, volviendo del rodaje. Las apuntaba en el teléfono"

-Escribe usted en el libro que el montaje es una tarea hospitalaria –cortar, suturar, amputar-; la narrativa también se comporta como una práctica quirúrgica. Pero… ¿y el diario de este rodaje?

-El esfuerzo de llevarlo, a conciencia, ya es una parte de su escritura. Hay cosas que guardas para ti. En este caso, tenía algo de ejercicio para comunicarse, y lo disfruté mucho. Porque cosas que a lo mejor en otra película hubiese olvidado, he conseguido retenerlas. El proceso de hacer una película es absorbente y es normal que, una vez que transcurre un año, no te acuerdes de nada significativo salvo una o dos anécdotas. El día que salió bien, o el día que salió muy mal… pero nunca recuerdas si llovió o no.

-De los 29 días de rodaje, de todos hay una estampa.

-Suponía fijar in situ lo que ocurría. Muchas entradas las escribí en el coche, volviendo del rodaje. Las apuntaba en el teléfono.

"Como decía Rafael Azcona: la gente iba a los bares a darse calor, a protegerse…"

-Ya el solo hecho de que en la España del 66 un hombre hablara inglés y lo enseñara usando los Beatles, tenía algo extraordinario. Pero que se topara con una chica embarazada y un adolescente que huye, digamos que embellece el accidente.

-Son cosas que sucedían mucho. Entonces la vida se desarrollaba en la carretera, en la calle, en el exterior. Como decía Rafael Azcona: no había, como ahora, calefacción o confort. La gente iba a los bares a darse calor, a protegerse… Además de compartir su casa, su rincón. Muchos años después, a finales de los setenta recuerdo como algo muy normal que mi padre apareciera en casa con alguien que hubiese recogido de autostop y lo trajera a comer o a dormir. Esto hoy sería incomprensible.

"Todas las familias tienen sus recuerdos y sus historias"

-La España de esta película es más la de sus padres, acaso un poco la suya, pero en el fondo es un gran retrato de grupo.

-Todas las familias tienen sus recuerdos y sus historias y suelo echar mano de ellas. Incluso, en lo contemporáneo, para escribir uso cosas que me cuenta la gente, de lo que veo o lo que ocurre a mi alrededor. Y si es una historia de época, que ha ocurrido en un año en el que no has nacido, pues todavía más. Tiras mucho de recuerdos e historias relatadas por otros.

-La estructura de Vivir es fácil con los ojos cerrados como road movie habla por sí sola. Sin embargo, en el diario la plantea como un western, ¿por qué?

-Hay westerns de todo tipo, los hay épicos; de perdedores; de ganadores…

"Pero hasta Ford, que hizo tantísimos westerns, tiene distintas versiones del mismo género"

-Claro pero uno piensa en esa cosa polvorienta y solitaria del western, que tuvo en Almería su plató por excelencia y que resulta imposible no asociar, por ejemplo, con el desierto de Nevada de John Ford…

-Pero hasta Ford, que hizo tantísimos westerns, tiene distintas versiones del mismo género. No es lo mismo La diligencia que El Hombre que mató a Liberty Valance … En La diligencia coinciden una serie de personajes acosados por los indios. Están obligados a convivir sin tener nada en común y al final se produce esa especie de hermandad que los hace ayudarse entre ellos.

-Que es el caso de los tres personajes en esta película. Todos se ayudan y todos a su manera piden ayuda.

-No hay indios, claro. Pero sí un contexto agresivo mucho peor. No hay un enemigo visible, el enemigo es la forma que adopta la sociedad.

"Lennon dijo que Help fue la primera canción sincera que escribió en su vida. Y así fue"

-De ahí que Help, la letra y el significado de esa canción, funcione como una palanca.

-Lennon dijo que Help fue la primera canción sincera que escribió en su vida. Y así fue. Era un grito de socorro en medio del éxito. Por eso la usé al comienzo de la película. La vida real es un estallido. Cuando revienta, salpica en todas partes. Lo que uno intenta es organizarlo.

-“Así es la vida, rediseña tus planes. Si tienes suerte, hasta los mejora”, escribe usted en el diario de rodaje...

-Con respecto al director, seguro. El director de cine va con un plan perfecto, pero la vida va todo el rato llevándole la contraria. Los americanos, por ejemplo, llevan un plan cerrado, milimétrico, con el que intentan protegerse de la vida: controlan los tiempos, la seguridad, construyen los decorados. Eso les protege del accidente. Nosotros, en cambio, somos propensos al accidente y lo mejor que podemos hacer es usarlo a nuestro favor.

"Somos propensos al accidente y lo mejor que podemos hacer es usarlo a nuestro favor"

- ¿Cómo se combina la soledad del escritor con la capacidad del director para relacionar personas? ¿Cómo se concilian ambas formas de trabajo?

-Hay gente que no las quiere reconciliar y está todo el rato en pugna porque quiere cumplir sus planes a rajatabla. Hay otras personas que se dejan alimentar por los accidentes. Ahí no diré quién es peor o mejor. Cuando haces una película, evidentemente, tienes un plan y no puedes esperar qué vas a hacer hoy y en función de eso decidir.

-En el diario sin embargo aparece todo como un proceso planificado, cerrado de antemano.

-Porque en un rodaje todo lo tienes ya contratado. Si no has pedido permiso para filmar algo no puedes sacarlo. Eso no implica que no entren o salgan cosas…

Lo que ocurre con Ocho apellidos vascos no hay que creérselo, tampoco desvirtuarlo

 -La distribución fue un tema decisivo en su película Madrid 1987. En esta también. Y lo que queda claro al leerle es que una película sin aparato de distribución es invisible.

-De ahí que trabajar fuera de la industria sea un sinsentido. Cuanta más promoción y visibilidad tenga una película, mucho mejor.

-Pensando en eso, en una industria, ¿nos creemos entonces el optimismo de Ocho apellidos vascos?

-No hay que creérselo ni desvirtuarlo. Es una película que ha superado las previsiones de sus propios distribuidores. Es una noticia feliz que debemos celebrar pero de ahí a ver un efecto contagio, sería de ilusos. Pero no por eso debemos dejar de celebrarla, porque es una magnífica noticia.

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