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Cultura

Antony Beevor: "El Estado no debe legislar en temas de memoria, lo de Zapatero fue un error"

Una imagen de Antony Beevor, en Madrid.

Su obra sobre la Segunda Guerra Mundial es ciclópea. Casi tanto como el dolor de espalda que obliga al escritor Antony Beevor a responder esta entrevista de pie. El británico lleva dos días en Madrid para promocionar Ardenas, 1944. La última apuesta de Hitler (Crítica), un libro que narra la ofensiva militar nazi abocada al fracaso que comenzó el sábado 16 de diciembre de 1944 en los bosques nevados ubicados entre Bélgica, Luxemburgo y una parte de Francia.

Acerca del asunto Zapata, dice Beevor: "Yo no veo ningún chiste en las víctimas de una guerra o el Holocausto"

Beevor, quien ha trabajado a fondo la guerra  –incluyendo la Guerra Civil Española-, habla sobre estos temas balanceándose sobre sus talones, como si fuera su espalda machacada la encargada de decir qué tan lejos, o no, puede llegar esta conversación. Vértebras deshechas a un lado, en este libro de Beevor resalta la exhaustiva documentación que respalda no sólo la brutalidad del combate sino también de los crímenes de guerra perpetrados por Estados Unidos –fusilamientos, violaciones- en aquella ofensiva. La entrevista, sin embargo se ve empañada por la actualidad. Sobre el comentado debate sobre las palabras del concejal Guillermo Zapata, Beevor responde así: “Yo no veo ningún chiste en las víctimas de una guerra o el Holocausto. Lo que sí voy a decirle es una cosa: ningún Estado debe legislar en temas de memoria e historia (…) Lo de la Memoria Histórica de Zapatero fue un error”.

Ardenas, 1944 retrata la iniciativa enloquecida de Hitler en el punto final de una contienda en la que todos estaban tocados. Desde el nazismo hasta unas fuerzas aliadas llenas de desencuentros. Durante los combates de Las Ardenas, las pérdidas alemanas fueron en total alrededor de 80.000. Los estadounidenses sufrieron 75.482 bajas y los británicos perdieron 1.408 hombres. Una carnicería, en toda regla.

"Ningún Estado debe legislar en temas de memoria e historia (…) Lo de la memoria histórica de Zapatero fue un error"

Los ensayos de Beevor, traducidos a más de treinta idiomas, han sido galardonados con varios premios, especialmente Stalingrado (2000), merecedor del Samuel Johnson Prize, el Wolfson History Prize y el Hawthornden Prize, así como Berlín. La caída, 1945 (2002), que ha conocido una docena de ediciones en castellano. Otras obras del autor son La batalla de Creta (2002), ganadora del Runciman Prize, París después de la liberación (1944-1949) (2003), El misterio de Olga Chejova (2004), La guerra civil española (2005), Un escritor en guerra. Vassili Grossman en el ejército ruso, 1944-1945 (2006) y El Día D. La batalla de Normandía (2009).

-Ardenas: la última apuesta de Hilter. Militarmente sin duda, pero, psicológicamente, ¿qué significó para la propia Alemania?

-Si tuviésemos que analizar psicológicamente a Hitler, habría que decir que se comporta como un ludópata, como un jugador compulsivo. Detrás de su obsesión por ganar existe también un deseo secreto de perder.

-Perdone, me refiero a Alemania.

-Allí está el punto. Aun a pesar de que Hitler era austríaco, desarrolló una identificación enfermiza con Alemania. Pasó con Stalin, que era de Georgia, o con Napoleón, que era corso. Todos ellos desarrollaron esa identificación exagerada. Cuando Hitler comienza a ver que la guerra está por perderse, asegura que lo único que le queda es pegarse un tiro en la cabeza. Pero justamente por esa identificación que tiene con Alemania, en el fondo él piensa que Alemania debe hundirse con él y destruirla.

-Ha dicho que deseaba hacer con Ardenas lo que hizo con Stalingrado, aportar una visión global. Sin embargo, ¿qué es lo que realmente lo lleva a este proyecto?

-Una de las razones que me llevó a acometer este libro fue la dimensión de un combate agravado por todo: las condiciones climatológicas, las pésimas condiciones dentro de los propios aliados, el descuerdo sobre el éxito imposible de la maniobra. Ninguno de los oficiales alemanes pensaron que aquello era posible. Había muchos diarios, materiales, conversaciones. Allí es posible ver de qué forman se derrumba las fuerzas militares alemanas en el frente oriental.

"Las ejecuciones sumarias hechas por los norteamericanos fueron una reacción a la matanza de Malmedy"

-Deja muy en evidencia la brutalidad de los crímenes de guerra de los EEUU, en buena medida ignorados por la historia.

-No fueron brutales. No se puede generalizar. Las ejecuciones sumarias hechas por los norteamericanos fueron una reacción a la matanza de Malmedy, donde el ejército alemán asesinó a unos 80 prisioneros estadounidenses. Todos sabemos que en las guerras hay fusilamientos. Pero en el caso particular de Ardenas supone una reacción norteamericana.

-Pero muy pocas veces hemos visto en el estudio de la II Guerra un relato que deje tan mal parados a los Estados Unidos.

-La evidencia que encontré en los archivos estadounidenses me llevó a ver cómo jóvenes historiadores e investigadores acudieron a entrevistar a veteranos sobre ese tema.. Los veteranos hablaban muy naturalmente de las ejecuciones. No lo negaron. En Normandía, por ejemplo, ocurrió algo similar con los canadienses. Es cierto que en Ardenas ocurrió que soldados de un rango mataron a otros de rango superior. No sabemos cuántos realmente fueron ejecutados. Existe una noción de la venganza individual que cobró forma en los últimos años de la guerra. Trato de no generalizar, todos los estudios que he hecho en la Segunda Guerra Mundial me ha enseñado a no generalizar. Cada reacción tiene una naturaleza distinta.

-¿Descarta entonces que la historiografía alrededor de los aliados haya sido objeto de una cierta corrupción o propaganda?

-Más que corromper, la historia se distorsiona. La corrupción de la historia ocurre en la propaganda. Pero la distorsión que queda en el tiempo surge de la imagen que cada país desarrolla de la guerra. Lo que intenté en mi libro anterior fue juntar todas las visiones, o la percepción más global de la guerra. Lo interesante de la Segunda Guerra Mundial es que coincidieron demasiadas cosas. Porque aquí no hay dos países, o dos ideologías, sino un conglomerado de conflictos.

-Permítame volver al mismo punto: en su libro, EE UU no parece como la potencia heroica que ha vendido el cine o la literatura, incluso en el ensayo histórico.

-Vietnam fue una guerra moral para los Estados Unidos, de ahí su compulsión por colocar la Segunda Guerra Mundial como la contienda de los héroes, era una manera de idealizar o lavar la imagen de la guerra como una santificación y que se aplicó a la segunda guerra. Eso los llevó a retratarlos como héroes. Sólo vea Salvar al soldado Ryan. Spielberg pertenece a la generación de Vietnam y posee esa visión romántica y la reproduce. Estados Unidos siempre ha tenido una necesidad desesperada de sentirse bien consigo misma y lo transmite en esas imágenes moralizantes y patrióticas. En el fondo esconde una culpa. Pero, como le digo, no me gusta generalizar.

"Norteamérica siempre ha sentido una necesidad desesperada de sentirse bien consigo misma. De ahí esas imágenes moralizantes y patrióticas"

-Pongamos el lado contrario, en Las Benévolas. Allí Jonathan Littell se apunta, no al bando de quienes hacen leña del árbol caído, en este caso Alemania, como personificación del mal…

-Conozco a Littell, es mi amigo. Jonathan es fascinante y lo que hizo con Las Benévolas también. Tiene una extraordinaria honestidad. En Francia se entendió como un libro heroico. Los alemanes lo odiaron. En Estados Unidos no se entendió. Pero lo interesante de ese libro, además de que es una historia magnífica, es el hecho, y él puede hacerlo porque es un novelista, de que especulara con la mente y los prejuicios dentro de la mente de un oficial de las SS.

-Ha hablado usted ahora de las licencias de las que goza un novelista, pero en su caso…

-Como historiador debo formular preguntas.

-Pero usted proviene de la ficción, eso condiciona su manera de narrar y recomponer lo que ve, que ha llevado a algunos a criticar su elaboración de la violencia.

-Sí, vengo de la ficción. Tampoco creo que muchos me critiquen mi forma de narrar la violencia, quizá uno o dos. Pero el punto es que no me he inventado nada. Lo que hago es reconstruir el espíritu de un tiempo con determinados archivos, diarios, para que quienes no tienen ni idea de cómo que la segunda guerra mundial la entienden. Simplemente, lo que intento es escribir un libro como a mí me gustaría leerlo. Que un libro de historia le permita al lector ver y entender cómo es ese tiempo que se narra.

-En estas páginas, abunda un paisaje sangriento. ¿Hubo algún resquicio de generosidad en aquella carnicería?

-Sí, la hubo. Porque la busqué desesperadamente. Encontré alguna, por ejemplo, en los civiles belgas. La forma en que se abrieron las iglesias en medio de las ventiscas o las tormentas. El modo en que los belgas se cuidaron los unos a otros, no ocurrió en casi ninguno de los otros países de la ocupación, la mayoría intentaban protegerse a sí mismos y a su familia.

"Puramente como principio, los gobiernos no deben legislar en temas de memoria (...) Eso perpetúa el conflicto de la guerra civil y no ayuda a crear un acuerdo"

-Sobre ese tema, los civiles, ¿cuál ha sido, de las guerras sobre las que ha escrito, la más espantosa, la que contuvo más horror?

-Ejemplos del horror, hay muchos. La guerra en Japón o en Francia tuvo algunas similitudes. Buscar una victoria rápida a través de la crueldad persigue someter rápidamente al enemigo a través de la brutalidad. He escrito mucho sobre la Guerra Civil en España, y toda guerra civil tiene un horror específico. A pesar de eso, no es comparable con la de Rusia. La rusa fue mucho más cruel, las torturas, el ensañamiento…

-Me veo obligada a cerrar con esta pregunta. Esta semana, ocurrió un incidente con un concejal electo

-Sí, ya. Lo del chiste sobre el Holocausto.

-¿Qué piensa?

-Para mí es imposible entender qué de gracioso tiene un chiste sobre algo como esto. No deberíamos reírnos de ningún crimen.

-El asunto de que se trate de un cargo público…

-Mire lo que yo sí creo, y que me parece importante, es que ningún gobierno debería intervenir para legislar sobre los crímenes, la memoria y la guerra. Ni la ley de condena del Holocausto de los Alemanes, o la que se hizo en los temas del genocidio armenio en Francia, eso es puramente cínico … querían el voto armenio. Puramente como principio, los gobiernos no deben legislar en temas de memoria. La memoria histórica de Zapatero fue un error. Las ayudas debían ir encaminadas a ayudar a las familias hallar los cadáveres. Pero el foco fue político. Un gran error… Eso perpetúa el conflicto de la guerra civil y no ayuda a crear un acuerdo.

-¿Y quién debe propiciarlo?

-Pues se puede apelar a organizaciones independientes capaces de acercar a la izquierda y la derecha, en lugar de profundizar los reproches. Insisto: enfocarse en el aspecto político de la memoria histórica sólo agrava lo que la provocó. No tienen ningún sentido.

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