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El misticismo de Mucha, pionero del Art Nouveau, aterriza en Madrid

Mucha trabajando en el 'Épico Eslavo' en su estudio de Bohemia.

En el Palacio de Gaviria de Madrid podemos contemplar, hasta febrero del próximo año, una exposición retrospectiva de Alphonse Mucha (1860-1939) centrada en las principales facetas de la personalidad del artista checo: bohemio, retratista, cosmopolita, místico y patriota.

A través de ellas, y gracias al préstamo de la Fundación Mucha, se reconstruye por completo, tanto la carrera artística del precursor del Art Nouveau (1890-1910) -Modernismo en España, Modern Style en Inglaterra o Jugendstil en Alemania-, como su formación humanística, que coinciden con una de las etapas más turbulentas de la historia de Europa.

"En ella están todas las claves de su obra: su identidad como checo y eslavo y su amor por la familia", explica la comisaria de la exposición, Tomoko Sato.

Pese a ser pintor, escultor, ilustrador y cartelista, diseñador de escenografías, decorados, joyas y muebles, el nombre de Alphonse Mucha no es tan conocido para el gran público, y eso que, a primeros de siglo XX, su estilo propio fue conocido en sus orígenes internacionalmente como Mucha Style.

Su relación con Sarah Bernhardt

El creador checo diseñó un original estilo decorativo exuberante pero elegante, sofisticado y delicado. Mucha representa la figura femenina como sensual, misteriosa y seductora, y sus mujeres suelen aparecer en comunión con la naturaleza, entre motivos vegetales o en simbiosis, rodeadas de orlas, cenefas o vitrales.

Mucha nació en una localidad de Moravia, que entonces formaba parte del Imperio austrohúngaro. De formación católica romana, esta influencia se refleja en sus obras. A los 16 años consiguió un trabajo en Viena como ayudante en una firma que hacía escenografías, con la que adquirió gran familiaridad con el teatro y el cartel, que le acompañaría en toda su obra.

'La estación: Verano' (litografía en color).

Tras sus años de formación, se instala en París, y su primer éxito como diseñador fue en 1894 con un cartel que hizo para la actriz Sarah Bernhardt, la gran estrella de la época, favorita de Víctor Hugo y Oscar Wilde.

La gran cantidad de carteles que hizo para esta artista, como el que anunciaba la obra "Gismonda", en 1894, causó tal impacto, que la diva le contrató por seis años, una alianza profesional que sería muy beneficiosa, tanto para Mucha, como para la actriz.

Mucha consiguió incorporar a categoría de arte mayor las llamadas, hasta entonces, artes menores: cerámica, mobiliario, grabado, carteles o el diseño de joyas

Los carteles que realizó para la Bernhardt funden drama y exotismo en unas imágenes de ensoñación preciosista -una constante de Mucha- que resultaron decisivas y que fueron copiadas por todo el modernismo posterior, en aquella época un movimiento joven e innovador que rompía con las influencias del arte historicista del siglo XIX.

Mucha consiguió siempre tener un mecenas detrás y consiguió incorporar a categoría de arte mayor las llamadas, hasta entonces, artes menores: cerámica, mobiliario, grabado, carteles o el diseño de joyas, que ahora trascienden y toman un inesperado protagonismo.

Cartel diseñado originalmente para el almuerzo del Día de Sarah Bernhardt en el Grand Hotel de París.

Ese estilo lujoso, de factura delicada, tan propia de él, gustó al joyero parisino Georges Fouquet, que quiso materializar las joyas que portaban las mujeres de Mucha. Fouquet expuso joyas diseñadas por Mucha en la Exposición Universal de París de 1900 donde, además, su obra estuvo presente en el pabellón de Bosnia-Herzegovina.  Aquello supuso la consolidación del Art Nouveau y el punto de partida de su expansión internacional.

En su obra, mujer, naturaleza y ornamento se confunden. Las damas son la personificación de la belleza que, a través del arte, trascienden hacia valores positivos y universales. Su estilo exalta las figuras femeninas jóvenes y hermosas como elevadas en sus ropajes clásicos, rodeadas de profusos follajes y formas orgánicas.

Lujo, sensualidad y fantasía son los elementos del discurso publicitario que busca persuadir al espectador a través de la teatralidad, una mezcla de artificio, belleza en un entorno de naturaleza onírica.

Sus carteles, con influencias bizantinas y orientalizantes, suponían toda una revolución, además de convertirse en un precursor de la publicidad, no solo del teatro, sino de los más variados productos de consumo como chocolates, jabones o perfumes.

Sus carteles, con influencias bizantinas y orientalizantes, suponían toda una revolución, además de convertirse en un precursor de la publicidad

La influencia de Mucha en la decoración, publicidad, ilustración y diseño posteriores fue evidente. Además el artista checo creó su arte en un contexto cosmopolita y moderno, el que empezaba a descubrir los métodos de reproducción industrial y el poder de la comunicación de masas.

Buena parte del éxito del creador europeo se debe a la fusión entre la turbadora belleza de sus imágenes y la eficacia del cartel litográfico que utiliza la calle como espacio de comunicación.

Espiritualidad y trascendencia

A pesar de ser un cartelista famoso, Mucha consideraba que el arte existía para transmitir un mensaje espiritual, por lo que se sintió frustrado al obtener tanto éxito por un trabajo artístico tan comercial y mundano.

Él quería llegar a ser un gran pintor, académico, “pintor serio”, no como el artífice de carteles de mujeres sensuales, exóticas y sofisticadas. Pero ese estilo fue tan imitado que el propio autor intentó distanciarse para que no se le asociara a aquella moda y prefirió concentrarse en proyectos elevados que ennoblecieran su idea de arte.

La obra 'Retrato de Jaroslava', de Alphonse Mucha.

De esa búsqueda llega, en 1898, su interés por iniciarse en la Gran Logia Masónica de París y, después, en la de Checoslovaquia, rasgo que, junto el nacionalismo checo, marcaron aspectos de su vida y su obra.

Esta relación con la masonería le imprime un carácter visionario, idealista y simbólico. Amigo de Paul Gauguin y del grupo de artistas ligados a la revista La Plume, interesados en las ciencias ocultas, Mucha utilizó metáforas y signos esotéricos en algunas de sus obras.

En la segunda mitad de su vida, Mucha se obsesionó con la idea de pintar una serie de obras épicas patrióticas en las que muestra la historia, un tanto ficticia, de los pueblos eslavos, en un estilo épico.

Viajó en 1906 a EEUU y vivió en este país pero, en realidad, el motivo de su viaje fue reunir fondos para el proyecto de su obra monumental: "La épica eslava". Una serie de 22 lienzos de gran formato -que no han viajado a Madrid- y que comienza a pintar cuando vuelve a Praga en 1911, donde explica escenas relevantes de la historia de los pueblos eslavos desde una óptica épica y ejemplarizante. 

Sin embargo, estas pinturas fueron recibidas con frialdad por el público europeo, debido a cambios en los gustos.

En la segunda mitad de su vida, Mucha se obsesionó con la idea de pintar una serie de obras épicas patrióticas en las que muestra la historia de los pueblos eslavos

Su tiempo de gloria le dejó mucho dinero, por lo que pudo dedicarse a la pintura académica el resto de su vida, pero estaba claro que el público prefería aquel Mucha sofisticado, sensual y mundano de antaño.

Otra razón de su olvido quizás fue que el pintor checo no abrazó ninguna vanguardia histórica, ninguno de los 'ismos' que desde principios del XX cambiaron el arte. No fue hasta los psicodélicos años sesenta cuando volvimos a resucitar a Mucha.

Ese Mucha filósofo, trascendente, patriota y al servicio de sus convicciones, no gozó del reconocimiento internacional que esperaba, llevándose quizás una gran decepción, pese a que continuó pintando hasta su muerte, su apogeo artístico había terminado.

'La Virgen de los Lirios' (1905), una de las obras de Mucha.

Tras la Primera Guerra Mundial, Checoslovaquia obtuvo su independencia del Imperio austrohúngaro, y aquel Mucha comprometido se entregó a su nueva nación y diseñó sellos postales, billetes, etc. Aquello duró poco y su patriotismo le pasó factura cuando los nazis ocuparon Checoslovaquia en 1938.

El artista fue detenido por la Gestapo y encarcelado. Su muerte vino precedida de un cruel interrogatorio y una neumonía. Murió en prisión el 14 de julio de 1939, hundido por ver, de nuevo, a su patria sometida.

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