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La universidad de la 'kale borroka'

Efectivos de la Ertzaintza en el Campus de Leioa (Bizkaia).

Las protestas son casi inherentes a la universidad. En todos los países occidentales, los estudiantes aprovechan su época de formación y de mayor conocimiento para organizarse y reivindicar aquellas causas que consideran justas y elevar la voz contra aquello que creen que debe ser cambiado. Pero esas consignas, carteles, pintadas, manifestaciones y asambleas, en el País Vasco tienen un cariz diferente al de otros lugares. Lo que en Madrid, Sevilla o Barcelona se aprecia como lógica y hasta necesaria protesta juvenil, en Euskadi se convierte en un entorno de violencia que recuerda a los cercanos tiempos del terrorismo.

En los últimos meses, y con especial virulencia en el Campus de Álava de la Universidad del País Vasco (UPV), los estudiantes radicales campan a sus anchas utilizando métodos calcados a los que caracterizaron a la kale borroka de la izquierda abertzale. En sentido estricto, estos altercados no pueden considerarse como tal, ya que la kale borroka era una estrategia dictada por la propia cúpula de ETA y esto no deja de ser un paso de más en las reivindicaciones estudiantiles, pero el germen de esta forma de actuar es precisamente la cultura de la violencia vivida en Euskadi y la herencia de unos métodos agresivos que lograron dominar el clima de la politizada educación universitaria pública vasca.

Agresiones, ataques a la biblioteca, autobuses...

Aunque el entorno universitario de la UPV siempre ha estado condicionado por la violencia -dentro de sus instalaciones compartían espacios, que no es lo mismo que convivir, profesores amenazados por ETA con docentes que apoyaban el terrorismo- se podría pensar que tras el fin de la violencia armada de ETA hace ya cinco años, las aguas podrían bajar con cierta tranquilidad por los pasillos de los diferentes campus de la institución pública. La realidad, en cambio, es otra. La violencia, con especial presión durante este año, ha encontrado en las aulas un excelente caldo de cultivo.

En lo que va de año, se ha destrozado la biblioteca del aulario de Las Nieves de Vitoria, se ha agredido a una profesora, se ha intentado quemar el Vicerrectorado de Álava con neumáticos, impedido la entrada a las clases, intervenido y pintado un autobús urbano, arrasado la ciudad en una manifestación convocada tras las protestas del Campus y, la última, se ha organizado una jornada de protesta este mismo viernes en Bilbao que acabó en una batalla campal en la que hubo varios heridos y detenidos.

Un grupo de radicales ataca la biblioteca de la UPV en Vitoria.Las razones se anclan en la cultura de la violencia que prendió en Euskadi. Desde los años de la Transición, pero especialmente desde la década de los noventa, los grupos afines a ETA utilizaron la violencia de persecución como un ámbito más de lo denominaban "lucha armada". Quema de autobuses, neumáticos, coches cruzadas, pintadas con dianas, agresiones, amenazas e insultos... violencia de todo tipo que desde la izquierda abertzale se impulsaba. "Los que ahora lanzan piedras y destrozan libros, crecieron en un entorno en el que la violencia era una forma de expresión más, sin consecuencias en la mayoría de los casos", señala a Vozpópuli un profesor del Campus de Álava que prefiere mantener el anonimato, una muestra más de que aún quedan muchos pasos que dar en la sociedad vasca para superar la división.

En la Complutense de Madrid, el número de 'revolucionarios' triplica a los de la UPV. Pero allí el ambiente es diferente, es de protesta. Aquí los estudiantes están acostumbrados a imponerse por la violencia

"En la Complutense de Madrid, el número de 'revolucionarios' triplica a los de la UPV. Pero allí el ambiente es diferente, la mayoría de las veces es de protesta clásica, con carteles y concentraciones. Aquí los estudiantes están acostumbrados a imponerse por la violencia", añade. Pero, ¿qué defienden estos estudiantes? ¿cuál es su reivindicación? "Nada en concreto. Cuando destrozaron la biblioteca, protestaban por el 3+2 exigiendo algo que el Rectorado ya había aprobado. Lo suyo es la violencia por exhibicionismo. Lo primero que hacen es colgar las fotos y vídeos de sus actos en sus redes sociales. Es protestar por todo sin argumentos claros", apunta el profesor.

La universidad mira de reojo

La Universidad como institución ha denunciado públicamente estos actos. De hecho el vicerrector de Álava, Fernando Plazaola, intentó negociar con los violentos para evitar las protestas. Pero la realidad es que acabó atacado con pintura y derrotado por la evidencia. En aquellos momentos de desató una cierta solidaridad con la institución, pero después el silencio comienza en cuanto las cámaras dejan de grabar las concentraciones de protesta -de todas las instituciones vascas- y los comunicados de condena.Un momento de la concentración en Leioa durante la elección de la nueva rectora.

Más allá del cauce oficial, también hay mucho silencio en las aulas entre los estudiantes y los profesores. Y una vez más, el miedo que paraliza a la mayoría y deja el campo abierto a los violentos. Algunos estudiantes contactados por Vozpópuli coinciden en su diagnóstico: "Son los de siempre, pero si quieres evitar líos es mejor dejarlo pasar e ir a lo tuyo".

Protesta de la Ertzaintza por el "escaso dispositivo"

En esa misma situación, la de protestar pero sin llamar la atención, se encuentran las instituciones vascas. Es cierto que respaldaron y acudieron a una concentración cuando los radicales asaltaron el Campus de Álava, pero más allá de la foto, siempre han ofrecido un perfil bajo para atajar el problema. Como si hablar de un repunte de violencia empañase la nueva situación de Euskadi o si reconocer que quedan ademanes del pasado emborrone el escenario idílico que los nacionalistas pintan siempre del País Vasco.

Un momento de los altercados en el Campus de Leioa (Bizkaia).En ese contexto, el sindicato mayoritario de la Ertzaintza ha denunciado el escaso dispositivo preparado por el Departamento de Interior del Gobierno vasco para los altercados, previstos y previsibles, de Leioa. La central asegura que "cada vez que hay un hecho planificado de estas características, se repiten las malas planificaciones y se producen incidentes y ertzainas heridos, por lo que ya no podemos creernos que sea casualidad". De hecho, consideran el dispositivo como "nefasto" y creen que "ante incidentes previstos y anunciados, se coloca a los ertzainas para que sean cazados".

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