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Sociedad

El debate entre Cañete y Valenciano, otra broma de Évole y los narradores de la 'Champions'

"Los rusos siempre han sido imperialistas y ahora están atacando otra vez a mis compatriotas". Son palabras de un taxista ucraniano que se gana el pan en Madrid. Y ustedes se preguntarán qué carajo pintan aquí las reflexiones de este individuo. Ni yo mismo hubiera incluido esta cita ni la hubiera creído necesaria, pese a la relevancia del asunto al que se refiere, de no ser por la frase que pronunció el ucraniano a renglón seguido: "Soy del Atleti y mañana voy a verlo, pero casi prefiero escuchar la radio porque no aguanto a los periodistas de la tele como los de hoy". Un servidor solo pudo pegar un respingo en el asiento trasero al escuchar dos oraciones así seguidas y, sobre todo, al percibir el tono cabreado de la segunda. Es decir, por un momento pareció (solo lo pareció, obviamente) que este buen hombre odiaba tanto a los rusos como a Juan Carlos Rivero y Manolo Sanchís, encargados de narrar el Bayern-Madrid en Televisión Española. 

A estos narradores de TVE hay que perdonales, lógicamente, que confundan de forma permanente a Benzema y Bale (?), que se emocionen sobremanera con los goles de los equipos patrios, que profieran apreciaciones erróneas o que a menudo griten a destiempo. Hay que perdonárselo porque alguien debe haberles avisado de que sería deseable que transmitan algo más de lo habitual. Y también debemos ser condescendientes porque en esto del fútbol, donde siempre la pasión y la irracionalidad traicionan al tipo más frío, casi todo es digno de perdón. Además, a pesar de lo que opine nuestro amigo ucraniano, los comentaristas no son tan malos. Bueno, quizás ocurre que son intrascendentes, accesorios, prescindibles. Con ellos y sus alaridos y sus meteduras de pata la cadena pública tuvo una audiencia espectacular. Diez millones de espectadores, el 51,1% de share y un minuto de oro con 11.575.000 personas frente al televisor. 

La final española de la 'Champions' entronca con las próximas elecciones europeas por varios motivos inesperados

La posterior victoria, esta en televisión de pago, del Atlético de Madrid frente al Chelsea supone que habrá una bellísima final española de la Champions. Y a buen seguro este duelo entre equipos madrileños reventará los audímetros. Lo más divertido es que todo esto de la Liga de Campeones entronca con las próximas elecciones europeas por varios motivos inesperados. El pasado miércoles, horas después de la victoria del Madrid y poco antes de la hazaña del Atleti, nos enteramos de que TVE, la misma cadena en que veremos la final, emitirá el 13 de mayo el esperadísimo debate entre Miguel Arias Cañete y Elena Valenciano, candidatos de PP y PSOE, respectivamente, en los comicios europeos.

Audiencia y corrupción

Será demagogia, pero no es difícil prever que tan maravillosa pelea dialéctica entre tan distinguidos seres políticos conseguirá una audiencia que quedará a años luz de la del fútbol. Para reflexionar, ¿no? Pero, para más inri, resulta que la finalísima se celebra el 24 de mayo, solo un día antes de estas elecciones en las que, si resta dignidad en España, todo bicho viviente debiera votar en blanco como castigo a esta ralea que nos gobierna, miente y roba a partes iguales. No caerá esa breva, por supuesto. Y tampoco es complejo pronosticar que en esa jornada electoral tan decisiva los telespectadores volverán a padecer todos esos especiales tan vacuos, tan previsibles, tan corruptos, al cabo, como el propio régimen que agoniza

En el suceso entre Évole y Moragas llama la atención cómo un político pasa olímpicamente de atender a uno de los ciudadanos a los que tendría que servir con su trabajo

Uno de los mantras que se escuchan desde hace meses entre la casta política es eso de que están trabajando con denuedo por alcanzar una mayor trasparencia y, por ende, una mayor cercanía a los españoles. Olé. Y de repente llega un periodista que llama a un político y el resultado es un ejemplo palmario de ese pasotismo tan habitual entre los poderosos. Me refiero, claro, a lo que sucedió el pasado domingo entre Jordi Évole y Jorge Moragas. Con seguridad el presentador, tan bromista y malvado él, no se comportó con toda la ética necesaria, pero aquí llama más la atención cómo un político pasa olímpicamente de atender a uno de los ciudadanos a los que tendría que servir con su trabajo. En fin, la verdad es que uno, viendo la tele, ya no sabe sin son peores las Belenes Estebanes de turno, los capos de la partitocracia imperante o los comentaristas futbolísticos TVE. Habrá que preguntarle su opinión a ese sabio taxista ucraniano. 

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