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El ocaso espacial de Baikonur

Un cohete espacial se prepara para despegar en la estación de Baikonur el pasado mes de noviembre.

La puerta se abre como si fuera una cortina de acero, un pitido rompe el silencio y, parsimoniosamente, una locomotora diésel comienza a moverse. Su función es transportar cohetes Soyuz de unos 50 metros de longitud desde la sala de montaje, en la estepa kazaja. Aún no ha amanecido en esta gélida mañana de invierno en la que, lentamente, las salas y torres de radiodifusión se desperezan.

Mientras el tren de cohetes avanza al paso hasta la rampa de lanzamiento, la primera luz del día ilumina el corazón del sistema espacial ruso: la estación de Baikonur, en la pelada llanura de Asia central. Hace 60 años, en octubre de 1957, la URSS inauguró aquí la carrera espacial con su primer satélite "Sputnik", mientras que actualmente de esta base parten los vuelos a la Estación Espacial Internacional (ISS).

Sin embargo, las maltrechas ventanas y el agujereado asfalto que presentan el cosmódromo y la ciudad hacen sonar las alarmas. Pues desde la desintegración de la Unión Soviética, entre 1990 y 1991, la instalación de lanzamiento espacial más antigua y grande del mundo ha perdido gran parte de su esplendor. ¿Cuánto tiempo más seguirá necesitándola Rusia? ¿Es Baikonur una ciudad moribunda?

Rusia inauguró hace un año la moderna estación espacial de Vostoschni, unos 5.000 kilómetros más al este, cerca de la frontera con China. Y desde entonces, "el número de lanzamientos desde Baikonur se reduce constantemente", dice Igor Marinin, de la revista espacial "Novosti Kosmonavtiki".

Maria Yarozkaya es una de las pocas que recuerda todas las etapas de la historia de Baikonur. Esta octogenaria especialista en cohetes contribuyó al apogeo espacial de la URSS y ahora, ya retirada, vive la decadencia de la estación. "Cuando vine tenía 23 años, y lo primero que vi fue estepa, estepa, estepa", recuerda. "No había centros comerciales, ni sauna", añade acompañada del que fuera su jefe, Viktor Kulepyokov. Y éste cuenta en qué consistía su trabajo: María calculaba las trayectorias de vuelo de los cohetes. "También las del Sputnik y Yuri Gagarin".

Ahora, la mujer mira con preocupación la competencia de Vostoschni. Aunque los primeros lanzamientos con cosmonautas no están previstos hasta 2023, una vez se lleven a cabo, "Baikonur cerrará tarde o temprano". Y la gente de aquí "ya no tendrá trabajo", lamenta.

María Yarozkaya, que calculaba las trayectorias de vuelo de los cohetes, junto al que fuera su jefe, Viktor Kulepyokov.

Fue una primicia mundial cuando el 4 de octubre de 1957, la Unión Soviética lanzó un satélite al espacio. La señal emitida por el "Sputnik" desde la plataforma de lanzamiento marcó el comienzo de la carrera espacial entre las dos superpotencias de Oriente y Occidente durante la Guerra Fría. Cuatro años después, la Unión Soviética catapultó a Yuri Gagarin a las alturas, convirtiéndolo en el primer hombre en el espacio.

El vuelo de Gagarin sorprendió incluso a Maria Yarozkaya, pues todo se realizó con el más estricto secretismo. "No sabía que un hombre iría en ese cohete", cuenta mientras sus ojos revelan aún cierto enojo. "Cuando lo escuché en la radio, resultaba difícil de creer. Pero apenas puedo describir lo orgullosos que estábamos". En 1961, Viktor sólo tenía 13 años. Según relata, antes del lanzamiento de Gagarin la opinión pública no había oído hablar de Baikonur, pues para confundir a Occidente, la cúpula soviética le había dado un nombre falso.

Sólo cinco de 15 rampas en uso

Solo cinco de las 15 rampas de lanzamiento continúan en funcionamiento. En la número 1, la misma desde la que partió Gagarin, sigue habiendo mucha actividad. Hace poco despegó desde allí un cohete Soyuz con tres astronautas hacia la ISS.

La ciudad parece un museo de la navegación espacial, con sus plazas adornadas con satélites y monumentos de astronautas. Pero para los habitantes de Baikonur el final de la URSS fue un punto de inflexión, el principio del declive. Y es el cosmódromo se encuentra ahora en el extranjero, en Kazajstán. Desde 1994 Moscú alquila la zona por 115 millones de dólares al año (unos 110 millones de euros) y administra la ciudad.

Tras el derrumbe de la URSS, Baikonur se sumió en el caos y la población pasó de 100.000 a 50.000 habitantes

Tras el derrumbe de la Unión Soviética Baikonur se sumió en el caos y la población pasó de 100.000 a 50.000 habitantes. En los últimos años consiguió frenarse ese descenso y actualmente hay 73.000 habitantes, aunque en la ciudad hay muchos jóvenes con buena formación que quieren marcharse. Muchos rusos se han ido y ahora suponen sólo un 35 por ciento, frente al 65 por ciento de kazajos. Para facilitar la convivencia entre ambos grupos hay escuelas, policías y juzgados rusos y kazajos.

Sean kazajos o rusos, los habitantes de Baikonur sufren los mismos problemas cotidianos. Todas las semanas hay cortes de luz, agua y gas, explica la portavoz de la ciudad, Yelena Mitrofanova. Además hay estrictos controles para salir y entrar. En la periferia se levanta un muro de hormigón que rodea el lugar. Sólo se puede salir a través de puestos de control con barreras.

Problemas parecidos a los de Baikonur los tienen también otros lugares en Rusia, las denominadas "monociudades". Se trata de ciudades que durante la planificación económica soviética se orientaron a un único sector industrial. Pero en la actual economía de mercado ese concepto está superado. "Las monociudades son un problema sistémico que costará décadas solucionar", apunta la experta Natalia Subarevich, del Instituto de Política Social de Moscú.

Las "monociudades" como Baikonur tienen problemas similares, ya que durante la planificación económica soviética se orientaron a un único sector

La razón de existir del cosmódromo son los lanzamientos. Por el momento su funcionamiento está asegurado, ya que a finales de diciembre el presidente ruso, Vladimir Putin, y su homólogo kazajo, Nursultan Nasarbayev, firmaron un documento para su utilización. El contrato de arrendamiento está vigente hasta 2050, aunque en el futuro despegarán muchos más cohetes desde Vostoschni.

Por otro lado, está previsto que la ISS funcione hasta 2024. Desde que Estados Unidos puso fin hace años al programa de transbordadores Shuttle, los astronautas sólo viajan a la ISS desde Baikonur, lo que hace que el lugar sea importante también para Occidente. Por cada plaza en un cohete Soyuz hacia la ISS Estados Unidos paga 70 millones de dólares a Roscosmos, llenando así las arcas rusas.

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