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España

El Gobierno reconoce las dificultades para gestionar la "hiperactividad" del Rey

El Rey Juan Carlos, durante una ceremonia para los soldados españoles en Bosnia

Una semana después de conocerse el estrambótico episodio del safari en Botsuana, todavía hay dudas sobre si realmente Mariano Rajoy conocía el motivo por el que don Juan Carlos decidió prescindir del despacho previsto para el lunes de Pascua. A pesar de la versión ofrecida por la Casa Real, no ha quedado claro si el presidente, pendiente esos días de los mercados, del spread con Alemania y de las portadas del FT y del WSJ, conocía que el monarca estaba cazando elefantes y mucho menos la compañía con la que compartía su afición, objeto de la más brumosa rumorología.

El ministro que más sufre en carne propia este comportamiento tan “hiperactivo” del monarca es el titular de Exteriores, José Manuel García Margallo

“Hay un problema que todavía no hemos sabido gestionar y consiste, básicamente, en que el Rey tiene una agenda privada paralela a la oficial, de la que no quiere dar cuenta a nadie”, resume una alta fuente gubernamental. Quizás el ministro que más sufre en carne propia este comportamiento tan “hiperactivo” del monarca es el titular de Exteriores, José Manuel García Margallo. En ocasiones, ha respondido a llamadas de jefes de gobierno que dicen hablar en nombre de don Juan Carlos o ha recibido en audiencia a embajadores, sobre todo latinoamericanos, que le transmiten mensajes que ponen en boca del monarca.

Don Juan Carlos no pone solo en apuros a los ministros sino también, en ocasiones, a altos responsables de los servicios de información, a los que requiere para los más variados asuntos, la mayor parte de las veces utilizando el móvil, es decir, el cauce de comunicación más permeable para los servicios de inteligencia extranjeros.

“No sigue ni siquiera los consejos que le dan sus asesores más inmediatos, tampoco los que le ofrece con tanto sentido común el propio Príncipe Felipe”, aseguran fuentes muy cercanas a la Casa Real. En su entorno se dibuja un comportamiento preocupante “porque don Juan Carlos va a su aire, sin obedecer a ninguna instrucción y sin ser consciente de que su agenda privada debe tener límites por el cargo que ocupa”.

El conflicto más reciente, anterior al protagonizado en Botsuana, lo sufrió el Gobierno con motivo de su viaje “privado” a Kuwait. Desde la Casa Real se presentó como un desplazamiento relámpago que buscaba estrechar “relaciones económicas y políticas” para sortear, con la ayuda de su amigo el emir kuwaití, el embargo de petróleo de Irán. “Lo normal”, se comenta en el Gobierno, “es que don Juan Carlos fuera acompañado del ministro de Exteriores o del titular de Industria, pero a ninguno de los dos se les cursó invitación alguna”.

Apariencia de normalidad institucional

En el Gobierno, como en el PSOE, prevalece de momento la consigna de aparentar normalidad institucional y de mirar para otro lado. Eso no quita que los comentarios de algunos ministros reflejen con claridad como se ve la situación: “Prima de riesgo disparada, peligro de rescate, cuentas autonómicas fuera de control, preocupante falta de cohesión territorial, el sistema financiero hecho unos zorros, mala relación con nuestros socios europeos, creciente imagen de debilidad internacional y crisis de la Corona…¡Solo nos falta que Marruecos nos organice otra marcha verde!”. El mismo ministro que hace este balance, añade con un deje de sorna: “Nos va a tocar gestionar la sucesión del rey y, según pintan las cosas, esto va a ser más duro de gestionar que la prima de riesgo”.

Quien parece que sigue sin ver tan temprano el proceso sucesorio es el propio Príncipe don Felipe. Suele comentar en privado que don Juan Carlos “quiere morir con las botas puestas” y que si hay algo que le pone auténticamente nervioso, que le lleva los demonios, es que se especule con su estado de salud. Más allá de las certezas que impone la edad y la propia naturaleza, el futuro aquí también es incierto, pues algunas intrigas palaciegas, que haberlas, haylas, atribuyen a alguno de los recientes fichajes de la Casa Real la intención de acelerar el relevo en el trono al coste que sea. Solo esta interpretación ayudaría a entender la razón por la cual La Zarzuela ha conducido de forma tan deficiente el último rodaje de Indiana Jones y el elefante maldito.

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