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España

Un asunto llamado Mortier, director artístico y tormento del Teatro Real

Desde que llegó a ocupar la dirección artística del Teatro Real, en 2008, el belga Gerad Mortier ha visto caer el número de abonados de 14.000 a 12.500. Para explicarlo, aludió dos razones. La primera: la crisis. La segunda: una programación más moderna y rompedora, con montajes de pretensiones más vanguardistas con las que pretende captar nuevos públicos.

Si bien es cierto desde 2011 han caído en 13% los abonos, esta no es la primera vez que Mortier se ve en una situación como ésta. Estando al frente de la Ópera de París, los abonos habían bajado un 11%. Aún así,  Mortier no se da por aludido porque lo que ha bajado en abonos lo ha compensado en venta de entradas. Sin embargo, hay quienes en ese terreno no piensan como él. Ahora, dicen, la sala se llena de estudiantes y público joven que entra gracias a convenios, por lo que la taquilla no llega ni por asomo a los 150.000 euros por función que se recaudaba anteriormente.

A finales de enero se convocó una sesión extraordinaria de patronato. Al día siguiente se comunicó la dimisión de Alfredo Tejero, administrador general del teatro desde 2004. La noticia, que tomó por sorpresa a algunos, a otros no tanto. Según algunas fuentes, Tejero llevaba tiempo pensando en marcharse del coliseo y aunque no ha sido posible confirmar su nuevo destino, muchos especulan con el mundo privado.

Aún así, la prensa recompuso rápidamente las tiranteces entre Mortier y Tejero, entre otras cosas por los devaneos que suele sufrir el belga con el presupuesto -el déficit del año pasado fue de 1,7 millones de euros- y no dudaron en atribuir la partida del director general a los problemas con Mortier, una hipótesis que no muchos secundan y que, de ser así, parecía saldada con la ratificación de Gregorio Marañón al frente del patronato del Real.

Por lo pronto, para este año, el Real sigue adelante con una programación que se reparte bastante bien entre lo "Mortieresco" y lo clásico, repertorios que alternan desde una Iolanta dirigida por Peter Sellars o Una Vida y Muerte de Marina Abramovic interpretada por ella misma con Mozart y otras opciones menos 'rompedoras'. 

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