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Política

Primer encuentro Rajoy-Fernández: Sonrisas, distensión y una bofetada

Mariano Rajoy llega a la recepción al Palacio Real el día de la Hispanidad

El encuentro entre Mariano Rajoy y Javier Fernández fue el momento cumbre de la recepción  real con motivo de la Fiesta Nacional. Sigiloso y hermético. En un salón ajeno a las miradas, las cámaras y los curiosos. El presidente en funciones, con alguno de sus ministros. El jefe de la Gestora socialista, con varios barones. Rajoy, prudente, reconocía que ahora toca esperar. “Lo mejor que puedo hacer ahora es estar callado". No ha empezado a prepar su discurso de investidura, pero reconoce que "el diálogo es ahora mucho más fácil". Fernández, máximo responsable ahora del PSOE, aparecía más tenso. Lucha aún por domar a algunos de sus críticos. Francina Armengol, presidenta balear, llevó la voz cantante de los reproches. Nada de abstención, le cantó a la cara, casi como una bofetada, al actual jefe de filas del PSOE. Fue la nota agria de la fiesta. Fernández Vara, presidente exttremeño, subrayaba la 'mayor cercanía' hacia el Gobierno en funciones. El Comité Federal, con todo,se adivina aún erizado de polémicas.

 Coincidencia en la fecha fatídica

Salones abarrotados de diplomáticos, ministros, presidentes de Comunidades, diputados, periodistas en tropel… La lluvia deslució el desfile extramuros pero no afectó al interminable besamanos intramuros de Palacio. La sonrisa perenne del Rey era un faro de tranquilidad. Los peones del PP y del PSOE se prodigaban con los informadores. ‘Parece que será el 29. Sábado. Fecha de la hora de la verdad. Momento cumbre del gran desbloqueo’. Investidura de Rajoy, con la abstención del suficiente número de diputados socialistas. El acuerdo parece ultimado. Tan sólo falta superar el trance cónclave federal del PSOE, previsto quizás para el día 23. Fernández, protagonista de todos los focos, se manejaba con su habitual mesura y su austeridad de gestos. Preocupación en el rostro y algún encontronazo incómodo con ciertos lugartenientes levantiscos. Monseñor Osoro, recién investido Cardenal, llegaba algo tarde con espíritu de apaciguar los ánimos.

Será el 29, coincidían los dos Hernando. Antonio, portavoz del PSOE, repescado del penúltimo momento, un rubalcabiano de la primera era que tuvo que disfrazarse de ‘pedrista’ por exigencias el guión. Rafael, del PP, solícito con los medios, adelantaba algún chascarrillo: ‘No imagino que haya disidencias en el grupo parlamentario socialista, comentaba’. Todo es posible. Quizás los catalanes. Un barón charlatán daba por hecha la unanimidad en la abstención. “Ni escapadas al cuarto de baño ni escamoteos de última hora”. Mucho es decir. Corcuera, ahora tertuliano de protenía sus dudas. En la Casa Real son más optimistas.

Susana Díaz esquivaba los comentarios, escurría el bulto, aunque se mostraba esperanzada de que al final 'haya acuerdo sobre la investidura'. Hay que seguir adelante, comentaba mientas intentaba abrirse camino en el dédalo de camareros con canapés y algunos ‘fans’ de ocasión en busca del selfie de rigor. Albert Rivera, el protagonista del pasado año, conversaba tranquilo, ya sin persecuciones e los medios ni hostigamientos de los fans.

La recepción de la Fiesta Nacional tuvo algo de bálsamo, de tregua en el fragor de la batalla interna que aún se libra en las filas socialistas. El cóctel parecía el preámbulo del gran momento, la formación del Gobierno después de diez meses de atasco y sequía. Las fechas empiezan a cuadrar. El 24 y 25, ronda en Palacio con los líderes políticos. El 26, quizás la primera jornada de investidura, con discurso de Rajoy y réplicas del resto de portavoces. El 27, primera votación fallida y el 29, sábado, con el Rey fuera del territorio nacional, en vuelo de regreso de la Cumbre Iberoamericana, segunda votación. El domingo 30 o, mejor, el lunes 31, toma de posesión de Rajoy como presidente del Gobierno, ya sin funciones. Los portavoces parlamenatarios de los dos grandes grupos coincidían en el pronóstico. Quizás Rafael Hernando hablaba más pero se explicaba menos. Rivera se sumaba, por su parte, a este pronóstico. Pablo Iglesias no faltó a su tradición de evitar el Palacio y a la alcaldesa madrileña, Manuel Carmena nadie pareció echarla de menos.

 

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