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España

Alarma en el nacionalismo vasco: el PSOE y Ciudadanos agitan el entierro del concierto económico

El líder de Ciudadanos, Albert Rivera.

“No creo que nadie se atreva a cuestionar la continuidad del Concierto, porque sería para nosotros tanto como una declaración de guerra”, advierte un miembro de la dirección del PNV, estrecho colaborador del lehendakari, Íñigo Urkullu. Lo cierto es que muy pocos se atreven a hacerlo en alto, pero en privado ni siquiera algunas voces potentes del PSOE descartan la posibilidad de que en la próxima reforma de la financiación autonómica haya que coger el toro por los cuernos “y acabar con estos privilegios”, sobre todo cuando la solución para las reivindicaciones soberanistas en Cataluña pueden venir de un modelo de financiación más ecuánime para el conjunto del Estado.

Voces potentes del PSOE apuestan en privado por suprimir el Concierto económico

Alfredo Pérez Rubalcaba fue capaz de amortiguar las presiones de los socialistas andaluces, madrileños y catalanes, entre otros, para reconsiderar la posición del PSOE ante el Concierto vasco, pero en sus filas se duda ahora de que Pedro Sánchez tenga la misma autoridad y capacidad para enderezar estos impulsos, sobre todo cuando en su propio equipo se defiende la necesidad apremiante de buscar un sistema de financiación más justo y solidario que no genere agravios comparativos en otros territorios del Estado.

Esto es algo que, de momento, han conseguido pasar por alto los socialistas, pero que volverá a la actualidad cuando después del 24 de mayo se pongan en juego posibles pactos con formaciones como Podemos o Ciudadanos en cientos de ayuntamientos y algunas comunidades autónomas. El líder de esta última formación, Albert Rivera, ha expuesto públicamente su opinión favorable a la supresión del Concierto “de forma progresiva” y a la aplicación de un modelo de corte federal como el de Alemania en el que todas las comunidades participen de una caja común. Rivera cree que las haciendas provinciales que vienen del siglo XIX deben integrarse en un sistema común porque es mejor para combatir el fraude y “ser todos iguales”.

El discurso de Ciudadanos, similar al del PSOE

Si se cumplen los pronósticos de las encuestas, Ciudadanos será partido bisagra en algunas comunidades autónomas después de las elecciones de mayo y es probable que sea el principal sostén del próximo Gobierno de la nación tras las legislativas. Lo curioso es que su diagnóstico sobre el problema territorial no tiene grandes diferencias con el que explican en privado algunos dirigentes socialistas de la nueva hornada, convencidos de que, como mínimo, deben revisarse los acuerdos sobre el cupo –el pago que hace el Gobierno vasco de los servicios que le presta el Estado– , de no haber consenso ni oportunidad política para replantear la singularidad constitucional que se fijó al inicio de la Transición para el País Vasco en su modelo de financiación.

“Si algo hemos demostrado desde la aventura malograda de Ibarretxe es nuestra responsabilidad, incluso cuando podríamos haber tenido ocasión de sumarnos al carro catalán”, se advierte en el PNV, después de haber desistido de acompañar al presidente de la Generalitat, Artur Mas, en su aventura soberanista.

El PNV advierte que se corre el peligro de que el Estado tenga que enfrentarse al mismo tiempo al problema vasco y catalán

Esta decisión de Urkullu, cuya relación con Mas es fría y distante, no procede ni mucho menos de una muestra de solidaridad con el Estado, se opina en CiU, sino de los recelos que desde el principio desató en el PNV y en su Gobierno la reivindicación por la Generalitat de un modelo de financiación similar al vasco que, en 2012, pasó a bautizarse como pacto fiscal. El equipo del lendakari y sus hombres de confianza en Madrid siempre han pensado que las exigencias de Cataluña podrían llevar a Mariano Rajoy a repensar el sistema de financiación para todo el Estado a través de procedimientos que podrían poner en riesgo los mecanismos a través de los cuales se ha financiado el País Vasco, al igual que Navarra, desde 1981.

La alarma ha resurgido en el radar del nacionalismo vasco después de que Ciudadanos haya enseñado sus cartas y puedan ser las que prevalezcan en numerosos territorios después del 24-M. “Si esto sucediera”, concluyen fuentes nacionalistas, “el Estado tendría que enfrentarse al problema catalán y al vasco al mismo tiempo, con un Gobierno inestable en Madrid, un Parlamento mucho más dividido que el de ahora y, posiblemente, unos liderazgos políticos bastante más mediocres que los que hemos conocido. En resumidas cuentas, sería un mal negocio para todos”.

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