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España

Rajoy blinda su liderazgo frente al desastre

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy

Sólo han pasado cuatro años y el color azul gaviota se desvanece. El PP arranca su campaña electoral consciente de que nada volverá a ser igual. No logrará los 8,5 millones de votos de las últimas autonómicas. No conseguirá el 37 por ciento de los sufragios. No repetirá sus abrumadoras mayorías en ocho de las nueve comunidades y no se mantendrá holgadamente en el poder de los principales ayuntamientos en disputa. No colocará a casi cinco mil concejales. En tan sólo una legislatura, el fulgor de antaño se ha apagado.

Ningún partido había cosechado el poder territorial que obtuvo Mariano Rajoy en las autonómicas y municipales de 2011. España vivía, asfixiada y sin aliento, las postrimerías del zapaterismo. Aquella  victoria del PP fue la antesala del apoteósico triunfo en las generales de seis meses después. El PP emergía de ocho años de tribulaciones y penurias para situarse en el podio de lo más alto alcanzado por partido alguno en nuestra reciente democracia. Mariano Rajoy, un político parsimonioso y previsible, se convertía en el pasmo de Europa. La derecha volvía a la Moncloa para rescatar a España del desastre económico tras dos disparatadas legislaturas socialistas.

No repetirá sus abrumadoras mayorías en ocho de las nueve comunidades y no se mantendrá holgadamente en el poder de los principales ayuntamientos en disputa

Esquivar el desastre

Aquel esplendor se ha esfumado. Ahora, menos de cuatro años después, el PP se afana fundamentalmente por esquivar el desastre y por amanecer, en la mañana del día 25, con el número suficientes de votos y de cargos para anunciar que han ganado de nuevo las elecciones y que el azul gaviota cubre de nuevo el mapa nacional.

Los estrategas de la campaña electoral de Génova dan por hecho que el PP resultará la fuerza más votada, con una ventaja suficiente sobre el PSOE, que ha superado su pegada en las últimas semanas. También considera que se alcanzará la victoria en muchas de sus comunidades tradicionales, como Castilla y León, Rioja, Murcia, Madrid, Cantabria, Comunidad Valenciana, Baleares. Puede que incluso se consiga el triunfo en Castilla la Mancha. También se confía en vencer en Madrid, Valencia, Sevilla...

El voto oculto de Cameron

Si eso se logra, y Rajoy está convencido de ello, se habrían alcanzado todos los objetivos. Después de tres largos años de notable desgaste de la acción de gobierno, con medidas  duras e impopulares, permanecer en la cúspide en unas elecciones tan comprometidas es casi un milagro. Las encuestas se muestran hostiles pero en Génova señalan con el dedo el voto oculto que le ha dado a Cameron un triunfo rotundo en los comicios británicos cuando los estudios demográficos le daban por derrotado.

Los estrategas de la campaña electoral de Génova dan por hecho que el PP resultará la fuerza más votada, con una ventaja suficiente sobre el PSOE, que ha superado su pegada en las últimas semanas

La hora del diálogo

El barómetro del CIS ha golpeado el ánimo de los candidatos populares. La primera reacción fue de pánico, después de alarma y, finalmente, de resignación. Las cosas pintan mal pero podía ser mucho peor. La victoria está clara pero mantener el control de algunos gobiernos regionales y consistorios va a resultar arduo, casi imposible.

La voz de Dolores Cospedal, al pronunciarse sobre la encuesta, tenía resonancias de miserere. Rajoy, sin embargo, en Málaga derrochaba dosis de ánimo. Es consciente de que en las autonómicas toca sufrir y que el partido tendrá que encajar el amargo trago de la mejor manera posible y prepararse para las generales. 

Ocurra lo ocurra dentro de quince días, apenas habrá cambios en el PP. Ni siquiera una derrota de Cospedal en su feudo castellano-manchego provocará una renovación en la cúpula del partido. Rajoy tiene la mirada puesta en la cita de finales de año en las generales. Y piensa que los tiempos y la evolución de los datos económicos le benefician.

Renace la confianza

En Moncloa se señala un dato que respalda esta teoría: según el CIS, casi un treinta por ciento de los españoles cree que la economía mejorará y un 43 por ciento piensa que seguirá como hasta ahora. Es decir, que el pesimismo empieza a perder la batalla contra la alegre tonadilla de la recuperación. Cameron ha conseguido su sorprendente victoria basándose en datos macroeconómicos. Los laboristas se han hundido atendiendo a 'lo que quiere oír la gente', es decir, la sanidad, las subvenciones, la ayuda a las clases menos protegidas.

Se abre una nueva etapa, un nuevo ciclo. Ha llegado el tiempo de las negociaciones, la búsqueda de apoyos, de pactos, de consensos para formar gobierno. Y ahí aparece Ciudadanos, la formación política surgida hace ocho años en Cataluña que ha dado el salto hacia la palestra nacional. Ciudadanos se ha consolidado, en muy pocos meses, como la fuerza rutilante del tablero político, con un ascenso prodigioso de casi diez puntos en el último barómetro del CIS. Un dato que le convierte en el comodín fundamental a la hora de formar gobiernos o mayorías.

Ciudadanos se ha consolidado, en muy pocos meses, como la fuerza rutilante del tablero político, con un ascenso prodigioso de casi diez puntos en el último barómetro del CIS

El partido de Albert Rivera crece en los territorios donde el PP retrocede. Su difuso ideario le sitúa en el espectro del centro derecha, pero también atrae a antiguos simpatizantes de Podemos, que han perdido la fe y el entusiasmo por el movimiento de Pablo Iglesias, tan deslabazado en los últimos meses.

Los sondeos se equivocan, ya se ha visto en el Reino Unido. Y el CIS no siempre acierta. Por eso en Moncloa optan por no abandonarse al derrotismo que se advierte en algunos barones y candidatos del PP. Piensan por ejemplo que en Murcia y Rioja será imposible perder la mayoría absoluta y que incluso Extremadura votará de nuevo a Monago. 
Rajoy se va a volcar estos quince días de campaña. Más de veinte actos por toda España a un ritmo casi desconocido. Se trata de ingresar en la antesala de las generales sin perder demasiado el tono. Por escaso margen pero, vencedores.

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