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España

El 25-S se estrella contra la realidad y la Policía en su protesta ante el Congreso

Encaramado a la verja desde primera hora de la tarde, el joven ocultaba el rostro tras una capucha negra. Gritaba a los agentes que al otro lado de la trama de vallas permanecían impasibles ante sus provocaciones. Junto a él, una joven con la cara pintada como una máscara de Anonymus seguía su ejemplo. Envalentonados por la falta de reacción de los policías, jaleaban a los más cercanos, muchos de ellos cubiertos el rostro por pañuelos, a vociferar, a desafiar a los antidisturbios. Horas después, el joven era detenido en una de las primeras cargas policiales. Ya sin capucha y esposado junto a un kiosco de prensa, mantenía la cabeza baja. Ya no gritaba.

La Delegación del Gobierno cifró en 6.000 el número de manifestantes. Para los convocantes, sin embargo, eran decenas de miles

Su imagen de derrota fue la metáfora del fracaso de una protesta contra la clase política en su conjunto y el gobierno de Mariano Rajoy en concretro que pretendía ser pacífica --se repartieron entre los participantes octavillas en este sentido-- y que, al final, se tiñó de violencia y graves incidentes por la actuación de grupúsculos descontrolados que terminaron acaparando el protagonismo. No fue el único ‘pinchazo’ de la convocatoria realizada por la Coordinadora 25-S y la Plataforma En Pie. El segundo fue que no consiguieron atraer a la multitud que sí logró congregar el 15-M. La Delegación del Gobierno en Madrid cifró en 6.000 el número de manifestantes. Para los convocantes, sin embargo, había decenas de miles. De todos modos, un número lejano de los de la célebre acampada en la Puerta del Sol o de las recientes manifestaciones de los sindicatos contra la política del Gobierno.

La jornada de protesta, que se había iniciado cerca del mediodía con la concentración de manifestantes en la Plaza de España y en la Glorieta de Atocha, donde se realizaron asambleas y se iniciaron las marchas hacia el Congreso, se desarrolló de forma pacífica hasta poco antes de las siete de la tarde. A esa hora, en la Plaza de Neptuno se congregaban ya miles de personas con carteles que clamaban contra la "mierdocracia", recordaban el célebre "no nos representan" o simplemente gritaban en blanco y negro "no" a los recortes. Banderas republicanas y anarquistas ondeaban al calor de los eslóganos coreados por una multitud en la que se mezclaban gente de todas las edades, pero en la que empezaron pronto a destacar grupos de jóvenes enmascarados que se encaramaban de modo desafiante a las vallas que cerraban el paso al Congreso.

Naranjas, mecheros y una botella

Era el paso previo a unos incidentes que se iniciaron cuando algunos manifestantes amparados en el anonimato de la masa comenzaron a lanzar objetos a la Policía. Primero, una naranja. Después, un mechero. Canicas. Instantes después, una botella se hacía añicos al estrellarse junto al suelo muy cerca de los agentes. Entre los asistentes ya se había corrido como la pólvora a través de las redes sociales que el fuerte cordón policial había impedido a un grupo de indignados entrar por una calle aledaña para entregar en el hemiciclo un escrito de protesta. Además, todos comentaban desde horas antes que muchos de los autobuses que habìan traído desde otros puntos de España a centenares de indignados habían sido registrados "porque sí" por la Policía antes de llegar a la capital. "Dicen en twitter que a uno les han quitado las caretas que traían", contaba a sus compañeros un joven. El ambiente se iba caldeando y sólo faltaba un chispazo para saltar.

El primer detenido, un hombre de mediana edad, exhibía una bandera del sindicato de Sánchez Gordillo

Y éste no tardó en ellegar. Minutos después varios manifestantes comenzaron a zarandear las vallas sin conseguir romper el cerco policial. El segundo intento, sin embargo, tuvo mayor éxito. Un grupo de congregados consiguió atraer hacia ellos el vallado metálico en uno de los extremos de la plaza. Los policías, que hacía tiempo que ya se habían puesto chalecos y cascos, sacaron sus porras e intervinieron. Se produjo la primera carga y, con ella, los primeros detenidos. Los agentes desalojaron por la fuerza a todos los que se aferraban a la valla situada junto al cordón policial. En cuestión de minutos, al menos media docena de personas eran detenidas y trasladados a los furgones. Hasta ese momento, el único incidente reseñable había sido el arresto de un hombre de mediana edad que con una bandera del Sindicato Andaluz de Trabajadores, el de Juan Manuel Sánchez Gordillo, se había encaramado a la valla en actitud desafiante.

Tras esta primera carga, los ánimos, lejos de enfriarse, subieron de temperatura. En el suelo, un trozo metálico arrancado a una valla daba muestras de que el pacifismo de la inmensa mayoría de los congregados había sucumbido a los primeros conatos de violencia de unos pocos. “Tranquilos, firmes pero sin avanzar”, pedía un mando policial a sus agentes, mientras una señora, de edad, se encaraba con ellos y les exigía voz en grito y con una pegatina en la frente que les dejaran pasar al Congreso. "Nos han tirado de todo, incluso piedras", aseguraba un mando policial con la resignación de la experiencia desde una retaguardia compartida con un grupos de agente a caballo listos para intervenir y varios guías caninos que sujetaban a amenazantes pastores alemanes.

Goteo de detenidos

Durante un par de horas, los momentos de tranquilidad donde los manifestantes volvían a gritar sus eslóganes se mezclaban con los de tensión y las cargas policiales. A cada carrera le seguía el goteo de detenidos. Un joven arrastrado tras un kiosco por la Policía para ponerle las esposas se quejaba de un golpe en la cabeza. “Estoy mareado” le gritaba a los agentes para que le dejaran tumbado en el suelo y no se empeñaran en sentarle. Otro pasaba llevado en volandas por los agentes con la capucha de la sudadera aún puesto. Poco más allá otro era inmovilizado por varios antidistubios mientras uno de éstos le sujetaba la cabeza contra el suelo con la rodilla.

Una chica mirada con los ojos asustados a los policías mientras se aferraba como podía a una pequeña mochila a rayas de tela. Un hombre de cierta edad era arrastrado por dos agentes como si fuera un muñeco de trapo pese a que no mostraba signos de estas resistiéndose. En otros lugares de la plaza, los antidisturbios se empleaban con una dureza que parecía desproporcionada ante la actitud de los que recibían los porrazos. Todo ello bajo la mirada sorprendida de los turistas alojados en el cercano Hotel Palace, que inmortalizaban con sus cámaras las escenas ‘marca España’ que se sucedían a poco más de treinta metros de donde estaban.

Turistas inmortalizaban con sus cámaras los incidentes que se desarrollaban a escasos 30 metros de su hotel

La tensión se incrementó poco después de las nueve. Los agentes recibieron la orden de disparar salvas con sus escopetas de lanzar pelotas de goma para comenzar a disolver a los concentrados. Los sonidos secos de las detonaciones resonaban por toda la plaza y los manifestantes corrían de un lado para otro. Mientras, un grupo de varias decenas de personas realizaban una sentada en un intento de resistencia pacífica consentida en un primer momento por los agentes. “Hasta las nueve y media está permitida la concentración, luego ya veremos como los desalojamos”, señalaba un jefe policial de pelo cano.

Poco antes de las diez y media, los diputados, hacía los que iba dirigida la protesta, seguían debatiendo en el hemiciclo como si nada ocurriese a unos metros de distancia. Sólo los de los grupos de izquierda habían salido para solidarizarse con los manifestantes. La mayoría, sin embargo, se asomaba timidamente a la puerta del Congreso y miraba con la tranquilidad que da la distancia y decenas de policías entre medias. A esas horas, la plaza de Neptuno estaba prácticamente desalojada, aunque aún había incidentes esporádicos en las zonas adyacentes. Algunos jóvenes caminaban ya entonces por las calles aledañas con la frustración en el rostro, mientros otros aún coreaban con ímpetu "el pueblo unido jamás será vencido". "¿Dónde está Juan?", le preguntaba una chica a su compañera ya en el Metro. "Me ha dicho que se queda en Neptuno hasta el final". "Él verá, pero lo único que le puede pasar es que le den un porrazo", concluía con cierto pesar en su voz la primera.

No muy lejos, los servicios de urgencia atendían a un policía de un corte en su brazo izquierdo, mientras otro sanitario intentaba cortar la hemorragia que brotaba de la cabeza de un anciano y le había teñido de rojo la camisa. El 25-S se había estrellado contra el exagerado cordón montado por el Ministerio del Interior, pero también contra la realidad de no haber sabido congregar en su simbólica protesta a todos los indignados que si salieron con el 15-M ni haber evitado que los grupúsculos violentos acapararan el protagonismo. En el camino, cderca de 30 detenidos y más de 60 heridos.

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