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España

El PSOE abre un debate interno sobre la continuidad de Griñán en su presidencia si resulta imputado en el caso de los ERE

Hace tiempo que en el Gobierno y también en el PP se tiene claro que José Antonio Griñán terminará siendo imputado en el ‘caso de los ERE’, una decisión judicial que muchos en este partido sospechan puede ser inminente, incluso antes de que Mariano Rajoy comparezca este jueves en el Senado para rendir cuentas sobre el ‘caso Bárcenas’. La juez Mercedes Alaya lleva más de dos años investigando la trama que facilitó el desvío de los fondos destinados al desempleo en Andalucía y todas las partes consideran que en su resolución va a tener muy en cuenta el testimonio prestado la semana pasada por el exinterventor de la Junta Manuel Gómez, quien reiteró que Griñán, en su calidad de exconsejero de Economía, estuvo al tanto del presunto fraude que emergió coincidiendo con la salida de Manuel Chaves, ahora diputado nacional del PSOE, de la presidencia de la Junta.

La imputación de Griñán sería un importante balón de oxígeno para Mariano Rajoy en su rendición de cuentas parlamentaria sobre Luis Bárcenas y supondría un problema de envergadura para el PSOE, pues desde febrero del año pasado el presidente andaluz compatibiliza su cargo con la presidencia de su partido, hasta la que llegó con la oferta que le hizo Alfredo Pérez Rubalcaba después de superar por 22 votos a la candidatura de Carmen Chacón a la secretaría general.

La permanencia o no de Griñán al frente del PSOE, si finalmente es imputado, ha abierto un debate interno dentro de la dirección socialista en el que Rubalcaba se decanta por dejar las cosas como están ante el temor de reabrir una crisis interna que pueda ser aprovechada por sus críticos para recuperar la cruzada a favor del anticipo de las primarias. Según fuentes socialistas, el problema puede llegar del propio Griñán, partidario de abandonar todos sus puestos políticos una vez que a finales de agosto formalice su salida de la Junta andaluza. A sus problemas familiares se suma un anhelo largamente acariciado de abandonar todas las responsabilidades de primera fila, desencantado con muchas antiguas amistades y desasistido por la vieja guardia de su partido.

La presidencia del PSOE no estuvo cuestionada en momento alguno durante el largo mandato que tuvo Ramón Rubial, fallecido en 1999. La cosa empezó a torcerse cuando le sucedió en ella el expresidente andaluz Manuel Chaves y empeoró más cuando el ofrecimiento de un cargo tan simbólico para un partido centenario se solventó en la pelea congresual de Sevilla, como un guiño de Rubalcaba a Griñán para que dejara de importunarle en su nueva etapa como secretario general.

Un sector de la ejecutiva federal considera que si Griñán se mantiene como presidente del PSOE a pesar de estar imputado, el PP dispondrá de una mina de oro por explotar en cada debate en el que se suscite la corrupción. Según las mismas fuentes, Griñán es uno de los primeros en haber visto este flanco débil, por lo que no es descartable que diga adiós sin despedirse o, más exactamente, sin pactar su salida con Rubalcaba.

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