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El Rey envía un mensaje a los Príncipes y a su entorno en Nochebuena: la abdicación tendrá que esperar

El Rey lanzó un mensaje más o menos oculto al Príncipe Felipe y, sobre todo, “a su entorno”, el pasado día 24: no piensa irse. Algunas fuentes políticas consultadas, expertas en la Familia Real, apuntan que tal vez esa declaración iba hacia un grupo de “impacientes”, y no falta quien sugiere que entre este grupo podría encontrarse incluso la princesa Letizia.

Al final del discurso, cuando comenzaban a calar las primeras declaraciones de regeneración y unidad frente al reto secesionista, su Majestad dejó caer, como quien no quiere la cosa, su “ determinación de continuar estimulando la convivencia cívica, en el desempeño fiel del mandato y las competencias que me atribuye el orden constitucional, de acuerdo con los principios y valores que han impulsado nuestro progreso como sociedad”.

Una permanencia en el cargo que, por si hacía falta alguna aclaración, reivindica Constitución en ristre.

Juan Carlos I reconoce la necesidad de una regeneración generalizada en España... a la vez que dice que se queda en su cargo. Lo mismo ocurre en la política y en las élites empresariales. 

Juan Carlos I enarboló un discurso que hace tiempo que han asumido las élites de este país: una coincidencia total en la necesidad de la regeneración y mejora de la calidad democrática pero que, en ningún momento pasa por ceder el testigo a savia nueva. Hay que cambiar; sí, pero conmigo al frente.

Lo que dijo el Rey podría firmarlo la práctica totalidad de líderes políticos o presidentes de empresas del Ibex. Todos reconocen que la situación de deterioro en España es total. La corrupción y el descrédito ha alcanzado a todas las instituciones, incluida la antaño intocable Corona, pero nadie se ha ido, dejando la puerta abierta para que entren otras generaciones.

Nadie perteneciente a esa élite ha sufrido el peso de la Justicia. Exceptuando contados casos, los jueces se encuentran continuamente con grandes obstáculos para dirimir los grandes escándalos que han asolado España.

La élite española no tiene la menor intención de entregar los trastos. Al igual que el jefe del Estado, las personas que rigen los destinos de este país tienen claro que si se tienen que ir será por cuestiones de fuerza mayor. Si puede ser, hasta que el cuerpo aguante. Como suele decirse, con los pies por delante. Unos se escudan en la Constitución, otros en los votantes y otros en los accionistas y consejos de administración.

"El Jefe del Estado promete que va a ser mucho más bueno a partir de ahora, pero tiene el problema en casa", señalan con preocupación algunos analistas políticos.  

A los críticos y a los impacientes, el Rey les dijo que no se irá y menos ahora, en esta situación de grave crisis económica. Juan Carlos I realizó un guiño a parados y afectados por la recesión, a los que parece decir que, porlo menos, hasta que no se genere empleo y se dé con una solución para Cataluña, él continuará.

Un barniz de abnegación y sentido del deber, a medio camino entre el populismo y la solidaridad con su pueblo, que sin duda tiene su público, pero que esconde una clara voluntad de permanencia en el cargo.

Don Juan Carlos, eso sí, realizó un cariñoso guiño al Príncipe Felipe, citándole para defender la unidad española: “como recientemente expresaba el Príncipe de Asturias, España es una gran nación, que merece la pena vivir y querer…”.

Hay un grupo de "impacientes" que quiere ver un relevo en la Jefatura del Estado, entre los que podría encontrarse la Princiesa Letizia. 

Una complicidad con su hijo que pretende lanzar la imagen de una Familia Real unida, algo por lo que la Reina Sofía tanto ha luchado, aunque con un clara declaración de intenciones: el patrón, como le llaman privadamente sus hijos, seguirá al frente del timón. Un mensaje a navegantes, del que cada cual deberá tomar su parte.

A cambio, Juan Carlos I prometió asumir su cuota de ejemplaridad de la vida pública, un aspecto en el que está una de las grandes incógnitas de su mensajes: “el Rey promete que va a ser bueno, pero tiene el problema en casa”, indican las fuentes políticas consultadas, que señalan a la continuada oleada de imputaciones y desimputaciones de la Infanta Cristina con relación al caso Noos, que ha costado el paso por el juzgado en varias ocasiones a su yerno, el Duque de Lugo, Iñaki Urdangarin.

La situación de la Justicia es una de las cuestiones capitales en España, que cobra relevancia de manera descarnada en momentos como los actuales, en los que son los propios fiscales de las instancias más altas, quienes piden que se desimpute a determinadas personas de las élites, ejerciendo el papel de abogado defensor.

Una imagen de Justicia bajo control político que tiene a la sociedad completamente desalentada. La impunidad y cobertura que parecen disfrutar algunos en determinadas alturas provoca que se ponga muy en tela de juicio la separación de poderes, en teoría una de las bases del sistema democrático. 

¿Hasta dónde llegará esa asunción de ejemplaridad? ¿Qué respuesta puede dar el Jefe del estado a la sociedad en ese sentido?

La regeneración y la mejora de la calidad democrática; conceptos pronunciados por primera vez por parte del Monarca, forman parte del discurso fundacional de Vozpópuli. 

De momento, el Rey se mostró dispuesto (algo a regañadientes) a aceptar una reforma constitucional (“la sociedad española reclama hoy un profundo cambio de actitud y un compromiso ético en todos los ámbitos de la vida política, económica y social que satisfaga las exigencias imprescindibles en una democracia. Es verdad que hay voces en nuestra sociedad que quieren una actualización de los acuerdos de convivencia…”), pese a insistir en que la actual Carta Magna ha sido capaz de amparar el periodo más próspero que se recuerda en España.

Si hay que cambiar, se cambia; pero mejor no tocar lo que ha funcionado, parecía querer decir.

Sólo el tiempo dirá hasta dónde llegan esos bríos regeneracionistas. En cualquier caso, desde la Casa Real han pronunciado, por primera vez, palabras muy similares a las que reivindica Vozpópuli, y forman parte de su línea ideológica fundacional, declarada en un mes de octubre de 2011 que comienza a perderse en la nebulosa de unos tiempos vertiginosos: “un intento regeneracionista guiado por el afán de contribuir a mejorar la calidad de la democracia española”. Algo que, en 2014, resulta agónicamente imprescindible. 

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