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España

La historia se repite: en las postrimerías de un régimen, el heredero sustituye al Jefe de Estado un 12 de octubre

El Príncipe saluda a Mariano Rajoy ante la mirada de la princesa Letizia. A su lado, la reina Sofía

El 22 de julio de 1969, el entonces Príncipe Juan Carlos de Borbón era ratificado por las cortes franquistas como sucesor del general en la Jefatura del Estado español. Se iniciaba entonces una cohabitación en la que el ahora Rey fue tomando poco a poco más protagonismo frente a un cada vez más enfermo general Franco. Aunque el espadón gallego siguió presidiendo actos oficiales siempre que su salud se lo permitió (como la del 30 de mayo de 1967, recogida entonces por el diario ABC), el dictador fue cediendo poco a poco el protagonismo al Príncipe, hoy Rey, de España, acudiendo en muchas ocasiones juntos a los eventos. Juan Carlos I incluso ocupó por dos veces la Jefatura de Estado de forma interina debido a los problemas de salud de Franco: del 19 de julio al 2 de septiembre de 1974 y del 30 de octubre al 20 de noviembre de 1975, día de la fecha oficial de su muerte. Desde la vuelta a la actividad del “Caudillo” -tras una larga baja médica- hasta su indisposición definitiva, apenas mediaron 13 meses.

Casi 40 años después, la inestabilidad en la Jefatura de Estado vuelve a arrojar sombras sobre el futuro español, con los problemas de salud que afectan al titular de la Corona en el frontispicio de una situación que, en la trastienda, esconden otros de mayor calado y que afectan al futuro de la propia institución. Este 12 de Octubre, día de la Fiesta Nacional (anteriormente conocido como Día de la Hispanidad o Día de la Raza), el heredero al trono ha jugado su papel institucional más relevante hasta el momento, al presidir el desfile militar conmemorativo del día de la fiesta nacional. El titular, sin embargo, sigue siendo Juan Carlos de Borbón, con su hijo, el príncipe Felipe, nadando en la indefinición de una situación poco clara jurídicamente, ya que en todos los años de democracia no se ha desarrollado una Ley Orgánica capaz de ordenar la sucesión a la Corona. Lo único que prevé la Constitución es que en el caso de que el Rey quede inhabilitado para ejercer su autoridad y esta circunstancia sea reconocida por Las Cortes, el Príncipe entre inmediatamente a ejercer la Regencia, un caso que no es el que ahora nos ocupa, pues el Rey promete volver –y como siempre, “con fuerza”- para seguir ejerciendo sus funciones a pesar de sus más que evidentes problemas físicos.

De grado o por fuerza, Felipe se ve obligado a tener siempre presente al Rey en sus discursos: "Me ha encargado transmitirles su saludo", ha dicho este sábado

La situación propicia casos como el de este sábado, en los que se retuerce el protocolo para que Felipe encabece el desfile militar, circunstancia que no puede cumplir la Reina Sofía al encontrarse indispuesto su marido, el Rey, lo cual no es óbice para que, un rato después, Doña Sofía presida la tradicional recepción en el palacio real. Ante el Príncipe se ha interpretado el himno corto y no ha habido vivas a España. Don Felipe tampoco podrá participar de pleno derecho en la próxima Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, que se celebrará los días 18 y 19 de octubre en Panamá, y donde acudirá con la prerrogativa única de “oyente”.

El heredero se ve así obligado a tener siempre presente a su padre en discursos y apariciones, como ha hecho en el Palacio Real de Madrid este sábado: "Su Majestad el Rey me ha encargado que les transmita sus saludos más afectuosos; muchas felicidades en su nombre. Aprovecho para felicitar en el día de su patrona a la Guardia Civil, a la ciudad de Zaragoza y a todas las Pilares. Hoy es un día para celebrar lo que nos une, recordar nuestra historia milenaria y valorar lo mucho que hemos vivido juntos. Y reafirmar nuestro compromiso con el futuro". 

Sistema inmóvil y cerrado al cambio

La realidad, sin embargo, parece empeñada en arrojar dudas sobre la situación de la Corona, aquejada por problemas –el más importante de los cuales es sin duda la pérdida de prestigio-  que no hacen sino aportar más inestabilidad a una situación general ya de por sí complicada, con un sistema de partidos que muchos consideran agotado y una recuperación económica que, por el momento, no llega con la fuerza necesaria para hacer olvidar los 6 largos años de crisis y sufrimiento. Como ocurría en 1974, poderosas fuerzas parecen empeñadas en el mantenimiento a ultranza del sistema sin el menor cambio, ni siquiera cosmético, en su funcionamiento. 

Los partidos mayoritarios (PP y PSOE) se niegan a cambios de calado en el sistema surgido de la Transición, en el que ocupan casi todos los ámbitos de poder

A la cabeza de ese encastillamiento se encuentran los dos grandes partidos, PP y PSOE, del arco parlamentario, partidos que, como ya ha informado este periódico, buscan blindar en el Congreso de los Diputados cualquier tipo de debate descontrolado sobre el futuro de la Monarquía. En definitiva lo que está en juego es la democratización del sistema, la regeneración de las instituciones, muy tocadas, incluida la Corona, por los escándalos de corrupción, lo que sin duda debería llevar a plantear una revisión de la Constitución de 1978. Los partidos mayoritarios no solo se niegan a ello, sino que manifiestan cada día su voluntad de seguir manteniendo el control de todas las palancas del poder a su disposición. El último ejemplo al que hemos asistido ha tenido que ver con el reparto de consejeros en la nueva Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia.

Dentro del ámbito político, las voces a favor de esa democratización, que ineludiblemente pasa por la pérdida de poder de los partidos con posibilidad de alternarse en el Gobierno de la nación, son escasas y poco creíbles. Entre los que han manifestado voluntad de abrir el debate cabe citar a la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que se ha declarado en diversas ocasiones a favor de cambiar el sistema electoral y promover, por ejemplo, las listas abiertas para que los ciudadanos puedan elegir qué representantes de un partido quieren, y cuáles no. Aguirre ha tenido que salir de las instituciones públicas (dejó su cargo como presidenta de la Comunidad de Madrid el año pasado aunque sigue al frente del PP de esa región) para atreverse a decir tales cosas en público.

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