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España

Desmontando el oasis vasco: "Hemos hablado mucho de los trajes de Camps pero poco de los de Balenciaga"

El periodista Iker Rioja, autor del libro 'La corrupción vasca: dentro de lo normal'

"La corrupción no encaja con nuestra cultura y nuestros valores políticos y sociales. La sociedad vasca entiendo que es mayoritariamente una sociedad sana y transparente, con valores". El lehendakari Iñigo Urkullu fue tajante cuando, en noviembre de 2014, el exdiputado de UPyD Gorka Maneiro le preguntó en el Parlamento vasco sobre el 'caso de Miguel', considerado la mayor trama de corrupción política de la región.

En la trama, que lleva el nombre del exdiputado del PNV en Álava, Alfonso de Miguel, hay 26 imputados por recaudar comisiones ilegales a cambio de cuantiosas adjudicaciones y contrataciones públicas. Pero parte de la esfera política vasca ha negado esta realidad pese a los indicios, sentencias e incluso evidencias tan apabullantes como que uno de los corruptos más conocidos de España, Iñaki Urdangarin, proceda de Zumárraga (Guipúzcoa).

El periodista de eldiarionorte.es Iker Rioja arroja luz sobre este tema en 'La corrupción vasca. Dentro de lo normal' (Amazon), el primer tomo de una serie sobre estas prácticas irregulares en el País Vasco, fruto de años de investigaciones en torno a tramas como el 'caso Balenciaga'. Y a pesar de que es contundente respecto a la inexistencia de un 'oasis' vasco, sí que constata una evidencia: que la corrupción no marca la agenda porque no preocupa a los vascos del mismo modo que a los ciudadanos españoles en su conjunto.

En más de una ocasión hemos escuchado a políticos de formaciones nacionalistas hablar del País Vasco como una región donde no hay un corrupción. ¿Cuál es la realidad: hay más o menos que en el resto de España?

Yo creo que no hay un corruptómetro para saber si es mucha o es poca, pero también creo que por poca que haya ya es preocupante. En Euskadi ha habido dos casos de corrupción importantes históricamente y dos abiertos también ahora, y son similares en mecánica. La tesis que yo defiendo es que ese oasis no lo es tanto en cuanto a casos sino en cuanto a su percepción, es decir, que la realidad existe pero a nivel de percepción no es un problema que esté en la agenda o en la primera plana. Aquí hemos hablado mucho de los trajes de Camps pero poco de los trajes de Balenciaga. 

¿Por qué no han influido estos casos en la agenda del País Vasco?

No lo sé. Una de las cosas que sí que da cierta perspectiva es que en los medios de Madrid hay una cierta competencia sana por dar un paso más en la investigación de determinados temas. Eso aquí todavía no se está dando, o menos de lo que debería. En las últimas semanas he cubierto algunas noticias sobre temas de corrupción importantes, como el caso de los Purines o el caso Hiriko, dos investigaciones en las que ha habido avances importantes, y son noticias que han tenido una trascendencia mínima. 

¿Ha podido tener un impacto en la amenaza terrorista en la percepción o la importancia que los vascos han concedido a la corrupción?

La pregunta me la han hecho más veces. Creo que si ha podido haber un problema que acapara mediáticamente el hueco que quita otro, pero yo no lo vincularía directamente, no tengo argumentos para sostenerlo.

¿Y el nacionalismo, ha podido tener su impacto a la hora de no hablar de corrupción?

La realidad es que esto va más allá de los partidos. La corrupción está vinculada al poder, no al signo político del poder. Por ejemplo, hay un caso que no está recogido en el libro que es un tanto peculiar. Cuando gobernaba Ibarretxe en el tripartito con la marca vasca de Izquierda Unida, Ezker Batua, el departamento que dirigía la formación se vio implicado en un caso de corrupción, en el que ha habido dos personas condenadas por desvío de fondos. Al final, la corrupción parece estar vinculada más al poder que a ideologías. 

La corrupción está vinculada al poder, no a su signo político. En el gobierno de Ibarretxe con el tripartito, la marca vasca de IU se vio implicada en un caso en el que ha habido dos condenas por desvío de fondos

Buena parte de su relato está centrado en el 'caso de Miguel'. ¿Qué es lo interesante de esta trama, relativamente desconocida en el resto de España?

El caso está abierto en los juzgados pero la investigación ya está cerrada. Tiene importancia por el volumen de imputados y el volumen económico de los movimientos que se han detectado. Es cierto que no ha tenido un eco fuera, pero es también cierto que los sucesivos informes policiales destacan operativas de blanqueo de capitales, cobro de comisiones, manipulación de contratos... Métodos conocidos para cualquiera que esté leyendo últimamente informaciones sobre casos de corrupción que han surgido en las últimas semanas.

El otro gran caso al que se refiere es el 'caso Balenciaga', relacionado con la construcción del museo dedicado al diseñador en Getaria...

Cuando hablamos de corrupción, una de las claves para sensibilizar a la gente de lo grave que es es la causa-efecto. En el 'caso Balenciaga' se ve muy bien el efecto que ha tenido la corrupción: ha generado un 300% de sobrecostes respecto al presupuesto inicial, un retraso importantísimo (se proyecta en los 80 y se inaugura en 2011) y se ha mancillado el legado de un artista de los más destacados dentro del mundo de la moda. Ha habido vestidos rotos por mala gestión, piezas de la colección que no se sabe dónde están y que probablemente fueron regaladas a las mujeres de algunos cargos públicos... En fin, es un ejemplo de efectos muy concretos generados por la mala gestión: el efecto económico está cifrado en 2,3 millones de euros.

¿Cuál es la situación judicial de estos casos? Ambos tienen cierto recorrido y no ha habido mucha celeridad en los tribunales...

Hay distintos estadios porque se trata de casos completamente diferentes. El 'caso de Miguel' y el 'caso Balenciaga' coinciden en que están pendientes de juicio. La investigación está cerrada, todos los informes están presentados... ¿Qué ocurre? Que el 'caso de Miguel' está pendiente de juicio desde hace dos meses y en cuatro años no se ha hecho nada nuevo.

¿Qué lo ha obstaculizado?

Se ha intentado llegar a acuerdos con los imputados, que me consta que no se ha conseguido. La justicia es a veces así: lenta. 

En el 'caso Balenciaga' se ve muy bien el efecto que ha tenido la corrupción: ha generado un 300% de sobrecostes, un retraso importantísimo y se ha mancillado el legado de un artista de los más destacados dentro del mundo de la moda

¿En los grandes casos de corrupción como Nóos o Bárcenas, ha habido también una implicación vasca?

El protagonista de Nóos es evidentemente vasco. Si en Euskadi no hay corrupción, que se fijen en uno de los principales exponentes de la corrupción, Iñaki Urdangarin. En el 'caso Bárcenas', en uno de sus informes, la UDEF destaca cómo se utilizó la operativa que ya conocemos para financiar la sede del PP en la Gran Vía bilbaína. En ese informe se detalla muy bien el funcionamiento de los pagos y cómo se realizaban las transferencias, aparentemente donantes, a la cuenta del partido, y de la cuenta del partido a la cuenta del partido en Euskadi para esa sede.

En el libro habla, entre otras cosas, de sobornos de empresarios y financiación irregular. ¿Se repiten los patrones generales que vemos en los casos nacionales o hay un 'caso vasco'?

La operativa general es estándar. Si tú quieres falsear una factura, lo que se hace normalmente es contratar un supuesto asesoramiento a través de una empresa intermediaria y luego girar una factura con ese coste para cobrarla. Es un patrón común a estos casos. Uno de los casos que se cuentan en el libro, el del vertedero de Vitoria, la empresa implicada, Sufi, y la intermediaria, Nige, son las mismas que aparecen en otros contratos que están siendo juzgados ahora en la Gürtel. Son patrones y protagonistas que se van repitiendo.

Tras estos casos, ¿ha habido suficientes responsabilidades políticas?

En el 'caso de Miguel' el PNV actuó rápido: al día siguiente los que fueron detenidos en 2010 fueron apartados de sus cargos y, a los pocos meses, también de su militancia en el partido. Esto va de la mano del avance de los casos. 

Antes hablábamos de cómo la corrupción parece no tener un hueco en la agenda vasca. ¿Se ha normalizado entre la ciudadanía? 

Si a nivel sociológico no es un problema, entonces es que no lo es realmente. Esto no quiere decir nada, porque siempre hay personas muy implicadas y preocupadas, así como personas y hasta partidos políticos que han colaborado en la elaboración de este libro. ¿Qué es normalizar? No creo tampoco que se normalicen este tipo de cosas. Pero está claro que no marcan la agenda.

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