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España

Empresarios e independencia: entre la miopía y la corrupción

El presidente de la Generalitat, Artur Mas (izqda.), junto a Isak Andic, Presidente de MANGO (centro.) y Xavier Trias, Alcalde de Barcelona.

Alex Salmond, ministro principal de Escocia y jefe del Partido Nacional Escocés, desgranaba sus cuitas hace escasas fechas ante un reducido grupo de empresarios europeos con intereses más allá de la muralla de Adriano, y en un intento de quitarle dramatismo a la convocatoria de septiembre de 2014 manifestaba su escasa fe en el resultado del referéndum y el convencimiento de que la escocesa sería, en todo caso, una “independencia light”, en el sentido de que el país continuaría siendo miembro de la UE y seguiría usando la libra, con el Banco de Inglaterra como fiel guardián de los depósitos de los ahorradores de las highlands. Urgido por su audiencia, aseguró que en el fondo él se daría con un canto en los dientes si dispusiera de una situación similar a la que disfruta el País Vasco, porque, quería informarse mejor pero esa región española estaba en su opinión en el mejor de los mundos, dentro de un esquema federal de país, sin tener que hacer frente a gastos tales como la Defensa, Servicio Exterior, etc., pero con plena autonomía financiera, con la independencia económica que le proporciona su famoso “concierto”.   

A esos empresarios les preocupa lo que pueda ocurrir con una Escocia independiente fuera de la Unión, como a muchos empresarios catalanes les alarma el viaje a ninguna parte emprendido por un Artur Mas empeñado en encabezar el martirologio catalán como nuevo héroe del arrebato (rauxa) independentista. Hubo también un día en que a los empresarios vascos les alarmó igualmente el llamado Plan Ibarretxe. Muchos habían consentido, incluso habían simpatizado con una iniciativa que no pocos juzgaron pintoresca, pero, cuando la cosa pasó a mayores y la situación se tensó, los importantes, los con mando en plaza, los que crean empleo, pusieron pies en pared e hicieron saber a Ajuria Enea que hasta aquí hemos llegado. Situación parecida, con las variables que son al caso, empieza a respirarse en Cataluña. Los grandes apellidos de toda la vida, los Puig, Carulla y por ahí, han optado por el silencio –ejemplar la excepción del presidente de Freixenet y del capo de Planeta, los únicos que se han atrevido a denunciar los riesgos de la aventura secesionista-, al tiempo que han tomado medidas para proteger su patrimonio, o buena parte de él, situándolo en lugar seguro. Queda por saber la posición pública –porque la privada ya la conocen todos- que adopte el gran chambelán de las finanzas catalanas, Isidro Fainé, y la propia entidad que preside, primera caja de ahorros y hoy tercer gran banco de un país llamado España.

Los empresarios escoceses temen lo que pueda ocurrir con una Escocia fuera de la Unión Europea

Es en los segundos niveles del empresariado regional, entre esa gente que ha crecido a la sombra de la Generalitat, en general, y del pujolismo, en particular, que no ha necesitado salir de Cataluña per fer negoci y que ideológicamente entronca con la derecha catalanista que siempre ha representado Convergencia, donde la preocupación ha empezado a hacer mella por la suerte que puedan correr sus dineros en la disyuntiva de la independencia. La sombra de “empresarios” caraduras criados a los pechos de la causa identitaria es larga. El caso de Ramón Bagó es paradigmático. Prototipo de empresario nacionalista enriquecido a la sombra de los Presupuestos de la Generalitat, el antiguo alcalde de Calella, dueño del Grupo Serhs, vive “de la desertización de la salud pública catalana” en expresión del periodista Josep Maria Cortés; vive y gana mucho dinero con la privatización de los servicios hospitalarios que no puede prestar la propia Generalitat. Los recursos que se mueven desde el Consorcio Hospitalario de Cataluña (CHC) hacia empresas vinculadas a Serhs son ingentes. Agradecido que es el hombre, Bagó, investigado por la Fiscalía Anticorrupción, pega coces con gran desparpajo contra España: “Los que dicen que la independencia lo arruinará todo, a ver si se callan de una puñetera vez”. El valiente Bagó sabe que no se arruinará mientras siga colgado del presupuesto. A quienes le acusan de enriquecerse a costa del saqueo de la sanidad catalana, les responde sin complejos que “quieren destruir el sistema sanitario catalán”. ¡Un genio este Bagó!

No menos notable es el caso de Rafael Niubó, el llamado “zar del deporte catalán”, militante de ERC, que entre la llegada del tripartito al poder en 2003 y 2010 ha acumulado una fortuna como secretario general de deportes de la Generalitat, primero, y como secretario del vicepresidente Carod-Rovira, después. Es Niubó una especie de Urdangarin sin Infanta de España al lado, un tipo bravucón y sin complejos que ha dominado el panorama de las subvenciones al deporte catalán durante años. La Fiscalía Anticorrupción trata ahora de averiguar el destino de los 40 millones de euros anuales en ayudas de que ha dispuesto, dinero que escapaba a todo control oficial. Ejemplo de patriota donde los haya, Niubó –y junto a él nombres como el de David Moner, Lolo Ibern, o Anna Pruna- fue multado en 2007 por la Guardia Urbana por tapar en su coche la E de España con las siglas CAT. Pagó 90 euros de sanción.

Llegan los nervios, amenaza el miedo

Como norma general sujeta a excepciones, el Govern facilitaba el “negocio” y el dinero lo ponía Caixa Catalunya. El pasado 20 de noviembre, Vertix Procam, empresa participada al 50% por el empresario Felip Massot y Catalunya Bank, presentó concurso de acreedores con un pasivo de 230 millones. Massot, un lince, ha conseguido endosar los activos inmobiliarios podridos –el suelo que durante años acumuló por toda Cataluña con la ayuda de su amigo Artur Mas, del que supuestamente sería simple testaferro-, a la Sareb, y ha puesto la parte mollar del grupo a buen recaudo en una nueva Vertix que tiene como consejera delegada a su hija  Elena Massot. “Con esto culmina la reestructuración de Vertix", ha dicho, campanudo, el independentista Felip. El pasado mes de julio entró en concurso de acreedores La Seda de Barcelona, una quiebra largamente anunciada que en sí misma encierra las miserias empresariales del pujolismo, primero, y del Artur Mas, después, como miembro que fue de su Consejo de Administración.

Todos sueñan con retornar al paraíso perdido de una Generalitat con pasta sin tener que mirar al vértigo de la independencia  

El recuento de este dramatis personae podría hacerse interminable. El caso es que en la “Barcelona bien” no se habla ahora de otra cosa que no sea el acceso de pánico sufrido por tal o cual empresario que, con Anticorrupción pisándole los talones, de pronto se ha puesto a pedir prudencia y a sugerir al entorno del President que sería conveniente levantar el pie del acelerador, hasta el punto de que algunos se han dirigido a Miguel Roca para que utilice sus buenos oficios en tal sentido, porque se supone que, con los Pujol de capa caída, él es el gran componedor del régimen de las 100 familias que campea más allá de la desembocadura del Ebro, y puede imponer esa prudencia que tan bien le vendría ahora a nuestras cuentas corrientes. Tan asustadizos se han vuelto algunos, tan acostumbrados están a engordar la buchaca –como tantos otros en Madrid, con los Gobiernos de Madrid-, que todos sueñan con retornar al paraíso perdido de una Generalitat con pasta para repartir por doquier, sin necesidad de tener que mirar de frente al vértigo de la independencia.             

El pequeño mundo empresarial crecido en torno al nacionalismo empieza a ser víctima de las dudas; la confianza en el mesías comienza a flaquear, llegan los nervios, amenaza el miedo. “A Más empieza a agobiarle este entorno, a su vez muy agobiado, que hasta hace poco le jaleaba”, dice un conocedor de la situación. Es el momento de la moderación, esa virtud hace unos meses denostada que predicaba el sorprendente editorial de La Vanguardia de hace escasas semanas, y que tanto impacto causó en Cataluña y sobre todo en Barcelona. Y Roca se moverá con la discreción que él sabe emplear en estos lances y que tan buenos réditos le ha dado; lo hará en nombre propio, pero sobre todo a través de su hombre en CiU, el ex conseller Lluís Recoder, un abogado de prestigio en la ciudad condal.

De moderación no quiere oír hablar el cuadrado Junqueras, quien,  con el viento a favor, se sabe en posición ganadora, dispuesto a manejar los tiempos del dogal que ERC ha colocado en torno al gaznate de Mas. El dilema del President y del nacionalismo catalán de derechas llegará justo cuando, cumplidas las estaciones del vía crucis de la fecha de la consulta, la pregunta, el viaje a Madrid, el rechazo de las Cortes, etc., llegue el momento dramático en que, empujado con don Oriol, Artur I, llamado el Aventurero, se vea en la tesitura de disolver el Parlament y convocar nuevas elecciones autonómicas para perder el Poder y cederlo graciosamente a un partido de la izquierda radical como ERC. La alternativa es renegar de esa alianza, dar marcha atrás (“Tú no puedes volver atrás, porque la vida ya te empuja como un aullido interminable, interminable” que escribió José Agustín Goytisolo), y desandar el camino para, con algún tipo de alianza parlamentaria que hoy se antoja un milagro, tratar de completar la legislatura.

Los empresarios moderados buscan una salida

Con este guion trabaja la patronal Foment del Treball, cada día más distanciada, y alarmada, por el viaje alucinado de Mas, al punto de haberse producido un acercamiento de la organización hacia las posiciones del PSC de Pere Navarro –la capacidad de interlocución con este colectivo de Alicia Sánchez-Camacho y del propio PPC parece nula-, partidario de que cualquier consulta se pacte previamente con el Gobierno central. El mismo viraje hacia posiciones más centradas se ha producido en el Cercle d’Economía, el lobby empresarial que ahora preside Antón Costas. El empresariado templado catalán -obligado a sortear cada día la presión de un Francesc Homs dispuesto a mantener bajo férreo control a colectivo tan importante-, pretende abrir una vía alternativa que permita a la Cataluña del seny escapar del callejón sin salida en el que se ha encerrado Mas, incapaz de buscar un acuerdo político negociado con el Gobierno Rajoy que le evite perecer arrollado por las panzerdivisionen de ERC.

 Lo que Cataluña necesita, como España entera, es más democracia. El resto son libros de caballerías

Mientras esto ocurre, el panorama que se divisa desde el Tibidabo no puede ser más desolador: caos y confusión, confusión y caos. Y ello cuando la España de siempre, la España de siglos, la España surgida de la unión de las Coronas de Castilla y Aragón, aún no ha dicho esta boca es mía. Y mientras la orquesta toca en la popa del Titanic, todo se confunde en Barcelona, todo se quiebra, todo se mezcla, amores, odios y pasiones, todo se retuerce y se embrolla, desde la política a los comportamientos personales, como esa alto cargo de CiU, una autoridad en la Generalitat, que acaba de abandonar a su familia, marido e hijos, para irse a vivir con un prestigioso abogado que, curiosamente, es españolista y alto cargo de la directiva del RCD Español. O como ese conseller de Economía, cerebrito Mas-Colell, que presume del éxito de unos bonos patrióticos catalanes (“siempre dijimos que se pagarían y que eran un gran negocio”) que ha podido atender gracias a Madrid…!

Es la locura de un siglo, de unos tiempos, donde casi todos parecen haber perdido la razón. La perdió esa pequeña burguesía nacionalista que, entrampada en mil y un casos de corrupción, ha querido poner tierra de por medio convencida de que con país propio, con justicia propia, podría seguir haciendo de su capa un sayo, ajena a las miradas fiscalizadoras que llegan de Madrít, mientras sigue manteniendo a buen recaudo sus cuentas en Suiza. Elites apandadoras y cegatas a partes iguales, acostumbradas a vivir de espaldas a las necesidades vitales del catalán de a pie. Lo hemos dicho muchas veces ya, pero no resultará ocioso recordarlo: lo que Cataluña, como España entera, necesita es más democracia, es más calidad democrática, es una auténtica regeneración democrática, con lo que ello implica de una mejor gestión de los asuntos públicos, una persecución radical de las conductas corruptas y un empeño, imaginativo y valiente, por mejorar el nivel de vida de los ciudadanos. El resto son libros de caballerías.

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