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España

Cataluña tumba el ímpetu independentista de CiU y condena a Mas a gestionar en minoría otra legislatura de recortes

El president de la Generalitat comparecía anoche tras los resultados de las elecciones

Los resultados de ayer domingo abocan a CiU a gobernar con el respaldo de Esquerra Republicana (ERC) y, por tanto, a convocar el referéndum prometido, mientras que, al mismo tiempo, la Generalidad necesita negociar con Madrid para evitar la suspensión de pagos de Cataluña. Escenario endiablado donde los haya que llevó anoche a Artur Mas a admitir que puede abrirse “una situación de ingobernabilidad” de no encontrar “corresponsabilidad” en las fuerzas políticas que han quedado en la oposición.

Los nacionalistas catalanes afrontan esta nueva singladura parlamentaria con 50 diputados, 12 menos de los que disponían hasta ahora, y solo el 30% de los apoyos, un batacazo sin analgésicos que puede dejar la estabilidad del próximo Gobierno autonómico en manos de ERC, que ayer obtuvo 21 escaños, 11 más que en la anterior legislatura, situándose como segunda fuerza en el Parlamento catalán. La candidatura encabezada por Oriol Junqueras ha sido al final y de rebote la más beneficiada por la apuesta soberanista de Artur Mas y por el entusiasmo con el que una parte de la población de Cataluña celebró la Diada el pasado 11 de septiembre. La Candidatura de Unidad Popular (CUP), que concurría por primera vez a unas elecciones autonómicas y competía por el voto independentista radical, ha conseguido tres representantes en la asamblea autonómica. Conclusión: del anticipo electoral han salido beneficiados los partidos que tienen en su ADN la independencia y no el que ha tomado esta bandera por simple oportunismo.

Los nacionalistas tendrán que elegir entre convocar el referéndum prometido en su programa electoral o dialogar con el Gobierno de Rajoy para que Cataluña evite la suspensión de pagos

Para Artur Mas implica un sonoro fracaso no haberse acercado a los 68 diputados que marcan la frontera de la mayoría absoluta, todavía más estrepitoso si se tiene en cuenta que CiU ha perdido 12 escaños, a pesar de que en el origen de su anticipo electoral pesó el objetivo de una mayoría reforzada para poder conducir la nueva legislatura, que será necesariamente de recortes, con mayor holgura política y en una posición de fortaleza frente al Gobierno de Mariano Rajoy. Nada de esto se ha cumplido ya que Cataluña ha frenado en seco el ímpetu independentista con el que CiU quiso cauterizar la sangría electoral que sufrió a partir de 2010 como consecuencia de la política de austeridad aplicada desde la Generalidad para sanear una economía abocada a la suspensión de pagos. El electorado ha transferido este encargo, en su mayor parte, a Esquerra Republicana, pese a que CiU sigue siendo la primera fuerza política en esta comunidad.

La otra gran novedad de la jornada electoral ha sido el castigo a los socialistas catalanes, aunque bastante más amortiguado que lo que ellos mismos temían. Quedan con solo 20 escaños, ocho menos que en la legislatura anterior y pierden la segunda posición en el Parlamento catalán. Con estos resultados, el cabeza de lista del PSC, Pere Navarro, tiene los días contados al frente de su partido. Buena parte de los votos por la izquierda puede haberlos perdido gracias a la campaña de Joan Herrera, de Iniciativa por Cataluña, fuerza que crece desde los 10 escaños a los 13 de ayer domingo.

Artur Mas advirtió anoche que sin la "corresponsabilidad" de otras fuerzas políticas Cataluña puede verse abocada a una situación de "ingobernabilidad"

El PP, con Alicia Sánchez Camacho al frente, mantiene una posición relativamente estable en el nuevo mapa político con la cosecha de 19 escaños, uno más que en el anterior mandato. La esperanza de los populares de convertirse en segunda fuerza política gracias a la polarización del voto que Mariano Rajoy persiguió durante la campaña, se ha visto frustrada por la potente competencia de Ciudadanos, la fuerza política que lidera Albert Rivera, que pasa de tres a nueve escaños.

A partir de este lunes, CiU tendrá que decidir con quien gobierna la décima legislatura catalana, en la que esta comunidad arranca con una deuda acumulada de 42.000 millones de euros y unas necesidades de tesorería que en lo que afecta solo a vencimientos para el año que viene superan los 10.400 millones. Si es fiel a su programa electoral, lo más lógico sería que Artur Mas se apoyara desde su debilidad en la muleta de los republicanos, claramente beneficiados en las urnas por el envite soberanista. Menos margen de maniobra encontrará para llegar a acuerdos con el PP, fuerza con la que colaboró episódicamente en 2010 y en 2011 para sacar adelante los principales recortes de gasto. El estallido del escándalo relacionado con las presuntas cuentas de Mas y de la familia Pujol en Suiza han volado, en parte, los puentes de diálogo que había entre Cataluña y Madrid, aunque a la vista de la mala salud que sufren las finanzas de la Generalidad nadie puede descartar que su reconstrucción comience de forma discreta pero inmediata. Todo dependerá, aseguran fuentes gubernamentales, de las prioridades que se marque el nuevo Gobierno autonómico y, por tanto, de la diligencia con la que aspire a cumplir el mandato electoral que le obliga a convocar a un referéndum para que los catalanes se sumen o no, con todas las consecuencias, a la excursión independentista. En esencia, el Parlamento que se constituirá en breve tendrá casi la misma mayoría soberanista que en la pasada legislatura.

En Convergencia ya se advertía antes del domingo que si Artur Mas no alcanzaba la mayoría absoluta, su carrera política se vería fundida

Las mismas fuentes informan que en ningún caso el Gobierno negociará la posibilidad de ir a un modelo similar al concierto vasco, aunque si Artur Mas agita sus neuronas no se descarta retocar el sistema de financiación autonómica para limitar la solidaridad de Cataluña con las regiones más pobres de España. La preocupación en CiU no es pequeña porque se atisban serias dificultades para recular en una apuesta soberanista con la que se ha querido dar sentido al adelanto electoral, del que Mas dijo anoche que no se arrepiente, y a toda la campaña que hemos conocido después del 11 de septiembre y que ha terminado en una sonora decepción para los nacionalistas.

El acuerdo entre CiU y el PSC se antoja también engorroso teniendo en cuenta que a partir de este lunes los socialistas catalanes comenzarán su particular travesía del desierto, sin descartar una futura refundación del partido ni tampoco un fuerte choque de trenes con quienes en estos momentos manejan de forma muy frágil las riendas del PSOE desde Madrid. La pérdida de ocho escaños por el PSC supone que esta formación política queda malherida y puede terminar contaminando el debate sucesorio en torno a Alfredo Pérez Rubalcaba, que condiciona también el funcionamiento del Grupo Parlamentario Socialista en la madrileña Carrera de San Jerónimo, donde la marca catalana cuenta con 14 diputados. Rubalcaba se adelantó hace unos días al daño electoral que el PSC conoció ayer domingo convocando para mediados de diciembre un consejo territorial en el que todos los ‘barones’ regionales acudirán con el extintor para intentar apagar el fuego, a no ser que el jefe del principal parque de bomberos, el andaluz José Antonio Griñán, se convierta en pirómano y de la orden de defenestrar anticipadamente a Rubalcaba mediante la convocatoria de un congreso extraordinario que acabe con la transición abierta en el cónclave celebrado en Sevilla el pasado febrero.

La pérdida de ocho escaños introduce al PSC en un proceso de refundación que puede terminar salpicando a Rubalcaba en Madrid

Pero antes de que se confirmen los descartes más lógicos y de que CiU busque un aliado estable en el que cobijarse durante la nueva legislatura, Artur Mas tendrá que afrontar un agrio debate interno en la coalición nacionalista que puede resultar menos pacífico de lo que él mismo esperaba. En Convergencia no está abierta formalmente la sucesión, pero todo apunta a que el proceso se abordará más pronto que tarde ya que Mas no solo se ha demostrado incapaz de conseguir la mayoría absoluta en las cuatro convocatorias consecutivas en la que lleva ocupando el cartel electoral, sino como el candidato idóneo para enterrar los pequeños avances que logró hace solo dos años.

También pesa como una losa la opinión de Unió Democrática, ya que los democristianos que pastorea Josep Antoni Durán i Lleida han ido arrastras en esta campaña electoral al no sintonizar  ni con el adelanto electoral que Mas anunció en septiembre ni con la bandera independentista a la que se aferró para intentar llegar a la mayoría absoluta.

Los principales empresarios catalanes, la voz más apagada de la reciente campaña electoral, pueden terminar condicionando el rumbo del próximo Gobierno autonómico

Fuentes de CiU anticipaban la semana pasada que si este domingo Mas no alcanzaba la mayoría absoluta, la coalición no podría eludir un debate interno para abrir de forma ordenada el proceso sucesorio. “Si quedamos lejos de la mayoría absoluta no habrá más remedio que concluir que la carrera política del candidato está fundida”, aseguraba un veterano parlamentario de la coalición que le conoce desde 1995, año en el que se estrenó como diputado en el Parlamento autonómico. Desde entonces, Mas ha subido tres veces al cartel electoral sin conseguir la mayoría absoluta y ésta ha sido la cuarta y, probablemente, la definitiva.

Fuentes de CiU reconocían anoche que con todos estos antecedentes, ahora será muy complicado administrar los magros resultados logrados este domingo, una vez constatada la equivocada excursión emprendida por Mas tras el espejismo de la Diada. Tiempos convulsos para Cataluña y también para el resto de España, a la espera de conocer también una opinión importante, la de los principales empresarios catalanes o con fuerte presencia en esta comunidad, una de las voces más apagadas desde que CiU inició su viaje a ninguna parte y que ahora puede contribuir a marcar el rumbo del próximo Gobierno autonómico.

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