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España

La alianza entre Rajoy y Rubalcaba para dinamitar el plebiscito de Mas no contempla la suspensión de la autonomía

La sincronía en la reacción mostrada por Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba tras la aparición de Artur Mas junto a los representantes soberanistas catalanes, no es improvisada ni fruto de la casualidad. El momento podía llegar y la respuesta debía ser unívoca. Horas de conversaciones sobre el camino a ninguna parte emprendido por el presidente de la Generalitat consiguieron este acuerdo. Ni un resquicio, ni un hueco, ni una opción al reto independentista.

El referéndum no es posible por inconstitucional e ilegal. Así lo manifestaron tanto uno como otro en la agitada jornada del jueves, en la que finalmente Artur Mas movió ficha, llevado del ronzal de su socio ERC que le chantajeaba con un "no" a los presupuestos que deberán aprobarse la semana próxima.

Los principales dirigentes de ambas formaciones también estaban instruídos en el mensaje a seguir. Como recordaba Dolores Cospedal, secretaria general del PP, "es importante la unión entre todos los partidos, como lo es el responder con una postura contundente". La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, subrayaba que "nada hay que discutir ni que negociar".

"Mejor juntos"

Este cierre de filas entre los dos partidos mayoritarios españoles, que recordaban vagamente a la inciativa "Mejor juntos", lanzada por los tres partidos británicos frente a los secesionistas escoceses, se pudo comprobar a lo largo de toda la jornada del viernes. El goteo de declaraciones desde uno y otro partido se deslizaba por la misma línea, seguía el mismo libreto. Elena Valenciano, número dos del PSOE, insistía en la ilegalidad de la consulta. Susana Díaz, la presidenta de la Junta andaluza, hacía lo propio al señalar que "siempre estaremos del lado del Gobierno en la defensa de los intereses de España".

Rajoy y Rubalcaba tienen ya acordadas las respuestas a la posible trayectoria del proceso que CiU acaba de poner en marcha. Se trata de levantar un muro frente a las pretensiones separatistas. Un muro sólido, infranqueable y, por supuesto, sin fisuras. La imagen de un Estado en pie frente a quienes pretender resquebrajarlo. Primero será sumar votos en el Congreso para tumbar el proyecto secesionista cuando llegue a Madrid, al estilo Ibarretxe II, y, luego, ir de la mano en el recurso ante el Constitucional cuando la Generalitat intente la convocatoria del plebiscito amparándose en la ley de consultas catalana, ahora en elaboración. El pacto llega hasta allí.

Un tema tabú

Pero el artículo 155 de la Constitución, que permite llegar incluso a la suspensión de una autonomía, es tema tabú. El PSOE no quiere ni oír hablar de ello. Tony Blair, un laborista, suspedió dos veces la autonomía de Irlanda. Otro país, otra circunstancia, desde luego. Pero ahí está. Sin embargo, Rubalcaba no quiere llegar hasta allí. Alfonso Guerra, histórico del partido, no tenía reparos recientemente en asegurar que este artículo figura en la Constitución para episodios como el que puede sobrevenir en Cataluña.

En Moncloa sí se maneja con soltura esta posibilidad, a sabiendas, sin embargo, de que el referéndum no llegará a las urnas ni la sangre al río. Ni habrá "choque de trenes" como manifestaba abiertamente el líder de Unió, Duran Lleida, quien desvelaba lo ya sabido, que todo este embrollo derivará en unas elecciones plebiscitarias. Legales y bien legales.

Mientras tanto, el gran órdago independentista ha producido una enorme inestabilidad y desasosiego en gran parte de la sociedad catalana. Ni se entienden las prisas (que sólo agobian a ERC) ni se entiende la pregunta (un galimatías propio de trileros, donde se juega con el concepto Estado independiente y Estado ¿dependiente? como si tal cosa), ni se sabe qué porcentaje dará validez democrática a la victoria del "sí" (bien sea en primera o segunda opción).

Incandescencia ideológica

Lo que realmente preocupa es la fractura social a la que pueden conducir estos largos meses de incandescencia ideológica que se van a vivir en Cataluña hasta la celebración, o no, del plebiscito. Algo que ya se advierte peligrosamente en determinados ámbitos. El aparato propagandístico, que maneja Francesc Homs desde la Generalitat, agita con profusión esta algarabía secesionista que impide el remanso de las aguas.

El Gobierno mantiene abierta la puerta del diálogo, y así lo va a recordar con insistencia en todas sus manifestaciones, pero también ha decidido subir el tono de la firmeza, como se observó el pasado jueves en la rueda de prensa de Moncloa. Entramos en año electoral y desde Génova se insiste en que hay que explicar muy bien por qué Cataluña acaba de recibir 870 millones del FLA de Montoro mientras que otras comunidades ni siquiera tienen derecho a una sexta parte. Ayer la vicepresidenta intentó clarificar esta noticia a preguntas de un "cariñoso" periodista. Pero su empeño se quedó a mitad de camino de lo pretendido. Pedagogía y firmeza. Se acabaron los tiempos de templar gaitas y de las contemplaciones.

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