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España

Carles Puigdemont, el gafe convergente que 'liquidó' el proceso soberanista

Carles Puigdemont y Artur Mas, durante la imposición de la medalla de la Generalitat.

Carles Puigdemont llegó a la presidencia de la Generalitat por accidente, por la terquedad de la CUP en no investir como president a Artur Mas. Con esta decisión al límite de la campana el pasado 9 de enero, la formación antisistema ponía el primer clavo en el ataúd del proceso soberanista.

La obsesión de la CUP durante las negociaciones de orillar a Artur Mas posibilitó que el alcalde de Gerona fuera el hombre dirigido para pilotar el proceso de desconexión. El acuerdo in extremis desbloqueó la situación, pero privó al soberanismo de su primer espada, de un animal político de gran altura.

Aunque fue Mas quien dio el nombre de Puigdemont para deshacer el entuerto, la endeblez política del nuevo president, a quien también le persigue la corrupción en sus años de primer regidor de Gerona, tiene enfurecido a Artur. De hecho, como informó Vozpópuli, no descarta volver a ser máximo dirigente catalán. Y mientras, el arreón secesionista se congela.

La CUP podría dejar caer al Govern para que se convocaran nuevas elecciones autonómicas

Los antisistema evidenciaron que les valía cualquier candidato mientras no fuera Artur Mas. Y sí, habían conseguido apartar al delfín de Jordi Pujol, pero el acuerdo envenenado obligaba a cierta sumisión de la CUP hacia Junts pel Sí. El compromiso de no votar en el mismo sentido que los partidos contrarios al Govern sitúa a la CUP en una disyuntiva diabólica: convertirse en irrelevantes o romper el pacto y dejar caer el Gobierno.

Tampoco ha ayudado a continuar con el proceso de desconexión el vacío político creado tras las elecciones generales del 20D. La Generalitat no tiene interlocutor oficial a quien retar salvo un Gobierno en funciones. Fruto de esa encrucijada ha sido la negativa de la CUP a aprobar los presupuestos municipales de la Barcelona de Ada Colau. Es un primer paso de una estrategia que puede llevar a la coalición a romper con Junts pel Sí y boicotear sus iniciativas hasta obligar a unas nuevas elecciones autonómicas. Aunque estos movimientos se inscriben en una táctica para frenar el auge de Colau y las propuestas de Pablo Iglesias para Cataluña, el resultado es que el acelerón soberanista se va frenando.

Puigdemont, el breve

Por lo pronto, el presidente de la Generalitat acaba de dejar claro que lo suyo es fortuito, que no va a aspirar a la secretaría general de Convergencia Democrática de Cataluña (o como decidan llamarse en su próximo congreso). En una entrevista en Rac 1 ha vuelto a pronunciarse sobre su futuro y ha reiterado que tampoco aspira a volver a presentarse como candidato a la presidencia de la Generalitat.

Las relaciones entre el Gobierno central y el autonómico han tocado fondo y se atisba cierto deshielo, como reconoció el vicepresidente catalán, Oriol Junqueras, tras entrevistarse este jueves con su homóloga Soraya Sáenz de Santamaría. No obstante, Junqueras recalcó que siguen las diferencias irreconciliables en temas como el independentismo.

Gobierno y Generalitat han pactado en cinco ámbitos en los que tenían disputas competenciales

Esta misma semana se ha conocido que Gobierno y Generalitat catalana han pactado en cinco ámbitos en los que tenían disputas competenciales, como son el nuevo Institut Català de Finances (ICF), el sistema de protección a la infancia y la simplificación de la actividad administrativa catalana. Este acuerdo se produce una semana después de la reunión entre Mariano Rajoy y Carles Puigdemont en La Moncloa.

La Generalitat de Cataluña aclaró a Vozpópuli que se trata de un procedimiento habitual pues antes de que alguna de las administraciones presente un recurso es preceptivo que se trate el tema en la comisión de resolución de conflictos. Además, afirma la Generalitat que se trata de unos acuerdos técnicos en absoluto vinculados con los puntos que el 20 de abril presentó Puigdemont a Rajoy.

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