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España

El 'plan B' de Artur Mas: Gobierno de coalición con ERC y elecciones plebiscitarias en la Diada de 2014

El presidente de la Generalitat y de CDC, Artur Mas, (c), acompañado por su esposa Helena Rakosnik y por el expresidente de la Generalitat Jordi Pujol.

Artur Mas puso esta última semana unos límites a la oferta de "diálogo sin fecha de caducidad" lanzada por Mario Rajoy. El 31 de diciembre, con la última uva, concluirá el plazo negociador y, si para entonces el presidente de la Generalitat no ha reecibido compensación suficiente por parte del Gobierno central, se pondrá en marcha el "plan B", directo a la secesión.

El camino sin retorno aparente en el que se adentró Artur Mas tras la Diada del pasado año empieza a estrecharse. Presionado tanto por ERC, que maneja ahora el timón hacia la independencia, y abrumado por el despliegue sentimental de la cadena humana, a Artur Mas se le evaporan raudamente las alternativas y se le reduce el campo de maniobra. En un escenario "confuso y cambiante", como lo definió la vicepresidenta del Gobierno el pasado viernes, todo puede pasar.

El "plan B" que tiene diseñado la Generalitat con el apoyo de algún "fontanero" de ERC pasa por centrar todo el objetivo de Govern para el año próximo en la cita con las urnas rumbo a la "empancipación". El referéndum sigue siendo la principal herramienta. Artur Mas se comprometió la semana pasada en el Parlament a que antes de fin de año se habrá fijado la fecha, el redactado de la pregunta y la vía legal de la votación. Es decir, Mas aguardará al "no" definitivo del Rajoy a la posibilidad de la celebración de una consulta "legal" (una falacia, tal cosa no es posible) para cargar de nuevo las tintas del victimismo y emprender el acelerón hacia el horizonte de segregación.

El bloque independentista

Según este plan alternativo, el primer paso será la entrada de ERC en el Gobierno, cosa que hasta ahora Artur Mas no había logrado. Junqueras manda en Cataluña pese a ser formalmente el líder del primer partido de la oposición. Surrealismo daliniano. Cosas de la tramontana. Junqueras "reforzará la estabilidad parlamentaria" de CiU, hasta ahora inexistente, y le apoyará en la aprobación de los presupuestos de 2014, lo que no hizo en este ejercicio.

ERC sabe que este año no tendrá tanto desgaste electoral puesto que la Generalitat, bien financiada por el Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) del ministro Montoro, no necesitará incurrir ni en recortes adicionales, ni en ajustes extraordinarios. Además, según los planes de los independentistas, se incrementará el porcentaje de gasto social y se evitarán las muestras de malestar en la calle, tan insistentes estos últimos meses. Cumplir con el déficit presupuestario del 1,1 dependerá de nuevos ingresos vía impositiva y, especialmente, de la reclamación de esas deudas que supuestamente el Estado tiene contraídas con Cataluña.

Una vez formado este gobierno de coalición, muy incómodo para Unió por cierto, se enviaría la propuesta de consulta a las Cortes generales, que la rechazarán, como en su día se rechazó el plan Ibarretxe. A continuación, el Govern convocará esas "elecciones plebiscitarias" a las que ya se ha referido Artur Mas en varias ocasiones. El plan contempla celebrarlas el 11 de septiembre de 2014, fecha del 300 aniversario del mito del soberanismo catalán en torno a la cual gira la mayor parte de este movimiento separatista ahora en marcha. La manipulación de la historia en su momento de mayor esplendor.

Plataforma única

La idea de los fontaneros de la Generalitat es que CiU acuda a la cita electoral anticipada en una plataforma conjunta con ERC y otras formaciones soberanistas. Incluso sueña con que se sume el PSC, el partido peonza de la política catalana, cada día en un lado distinto y con su eje dando vueltas entre el federalismo, el "derecho a decidir" y otras variantes. Candidatura única y un sólo apartado en el programa electoral: La independencia.

¿Y después? Ahí está el meollo de la cuestión. En el caso de que el bloque separatista triunfara en las elecciones por más de un 50 por ciento, tan sólo habría una alternativa viable: declaración unilateral de independencia. En el plano teórico, eso es exactamente así y es lo que reclaman tanto ERC como la CUP, esa amalgama inconexa y radical. Pero la realidad es otra cosa. Pocos contemplan la posibilidad de que tal escenario se concrete.

Diálogo y deudas

Los tres meses próximos serán muy importantes. Artur Mas no quiere cerrar las vías de diálogo con Moncloa, entre otras cosas porque está necesitado de fondos para pagar sus nóminas y sus deudas. Pero se ve impelido por el marasmo independentista que le obliga a seguir en el juego de la consulta.

Cierto que el suflé de la presión social ha aflojado y que en sus intervenciones públicas, el President matiza sus referencias al "Estado propio" y a su futura situación en Europa. Es evidente que se aferraría a cualquier tipo de acuerdo de mínimos con el Gobierno que le permitiera salvar la cara y abandonar la vía hacia el desastre. Pero a estas alturas, nadie entiende cuál puede ser la fórmula para lograrlo. Descartada la singular "tercera vía" sugerida por Duran Lleida, sólo quedan dos alternativas: o "el choque de trenes" o el acuerdo pactado. Y seguramente ni siquiera él mismo sabe por qué camino tirar. 

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