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España

El 30% de las estaciones AVE está a entre cinco y 25 kilómetros del núcleo urbano

La estación de Puente Genil (Córdoba), infrautilizada, vista por fuera.

Si la climatología acompaña, un plan agradable y sencillo puede ser hacer un viaje a Valladolid en tren. Salida en AVE desde Madrid-Chamartín y en menos de una hora llegada a la centenaria Estación de Campo Grande de la capital castellana, frente a la histórica Acera de Recoletos, siempre dentro del casco histórico de Pucela. La ciudad, a los pies del viajero.

Valladolid está a 200 kilómetros de Madrid, distancia que la alta velocidad recorre en un suspiro. Pero más cerca, mucho más, está la estación de Guadalajara-Yebes, a la que desde Atocha se llega en menos de 25 minutos. Sin embargo, el plan castellano en la ciudad manchega difícilmente será exportable: salvando las distancias (Guadalajara 85.000 habitantes, Valladolid 320.000), al salir de la terminal lo que se tiene delante no es el centro caracense, que está a ocho kilómetros, sino un inmenso solaz a medio camino entre las dos localidades que dan nombre a la estación y una mega-urbe fantasma dejada de la mano de Dios, Ciudad Valdeluz. Guadalajara-Yebes es una de las siete estaciones de AVE españolas que no están asentadas en ningún núcleo urbano.

Relacion destino-origen ruinosa

En total, son el 30% de este tipo de terminales, 25 en toda España considerando como una sola a Chamartín y Atocha. Todas están a una distancia que va de cinco a 25 kilómetros del término municipal que presta el nombre a la estación: Cuenca-Fernando Zóbel, Antequera-Santa Ana (Málaga), Puente Genil-Herrera (Córdoba), Segovia-Guiomar, Requena-Utiel (Valencia) y Camp de Tarragona, además de la de Guadalajara.

Esta última, precisamente, puede ser un buen ejemplo de cómo el AVE ha respondido al pulso de la especulación urbanística en la era del boom antes que a la presencia de masa crítica necesaria para rentabilizar este tren. Pero la tónica es justo la contraria: escasa afluencia y, cada vez más, supresión de servicios. A estas terminales no solo llegan trenes AVE o Alvia de Larga Distancia; también acuden los Avant de Media Distancia. Sobra decir que ninguna de las relaciones origen-destino en las que están estos apeaderos de lujo (el coste de las estaciones fue astronómico) cubre su coste de explotación.

Abundan los casos de viajeros que se han llevado un chasco al bajar del AVE y comprobar que en la estación nada era lo que parecía. Como una usuaria que se apeó en Antequera. “Cuando llegué vi con sorpresa que no había autobuses que salieran en las horas siguientes para ir desde la estación de tren hasta el centro de Antequera”, relata Fátima Hollaín. “Imagina, un 13 de agosto a las tres de la tarde. Lo resolví, cómo no, pagando 25 euros por un taxi. Para el tren de vuelta, éramos seis personas en el andén”.

Sin taxi y sudando

Otros no tuvieron tanta 'suerte'. Damián Gimeno fue a Cuenca a dar una conferencia a la Universidad de Castilla-La Mancha, y al dejar la Estación de AVE Fernando Zóbel no se veía ni un taxi. “Tuve que recorrer varios centenares de metros andando hasta que di con uno”. Sudando, llegó a tiempo para la charla. De la estación de Requena-Utiel, y por extensión del resto, también se airean muchos problemas de logística, amén del derroche que implican estas inversiones.

Tan solo se salva la Estación de Segovia-Guiomar, a ocho kilómetros de la capital de provincia: al estar ubicada en un cul-de-sac, ningún tren puede atravesar la ciudad. La localidad del Eresma y del acueducto romano atrae, además, a muchos turistas y se encuentra en el camino entre Valladolid y Madrid, por lo que la alta velocidad segoviana no es un negocio ruinoso. 

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