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Internacional

El desabastecimiento en Venezuela se explica más allá de la política

Fotografía cedida por el Gobierno de Venezuela del presidente, Nicolás Maduro, durante un acto la pasada semana.

María Perdomo tiene 43 años y es empleada doméstica en Barquisimeto, una ciudad importante del centro occidente de Venezuela. El viernes de la pasada semana hizo una cola de tres horas en un mercado local para comprar cinco kilos de harina precocida de maíz, el ingrediente fundamental con que se prepara la tradicional arepa, una torta salada, básica en la dieta del país sudamericano.

Tuvo suerte doña María de que una amiga le avisara que en el local dejaban pasar a las personas de 20 en 20 para adquirir el preciado insumo. Al salir, los encargados del local custodiado por la Guardia Nacional marcaban a todos en la mano con un sello y el mensaje: “entregado”.

Pero el periplo diario no termina ahí. Desde hace aproximadamente cuatro meses hay que estar pendientes de las voces de amigos, familiares, vecinos o conocidos que alertan sobre los sitios donde puede conseguir azúcar, mantequilla, pollo o papel higiénico, incluso medicinas como el paracetamol, productos que aparecen y desaparecen de los anaqueles. “Solamente de ver esa cola a uno le dan ganas de llorar, es demasiado triste. En mi casa se come mucha arepa todos los días. Ha habido semanas en que no hemos tenido, por eso si veo algo en el camino me bajo, aunque llegue de noche; prefiero llegar tarde pero con mis cinco paquetes”, asegura María a Vozpópuli.

Al crónico problema de inseguridad en el país, los cortes constantes de electricidad, la alta inflación (4,3% en abril para un acumulado anual de 21% según el Banco Central de Venezuela), el gobierno recién estrenado de Nicolás Maduro, quien ha partido con un endeble piso político y una crisis de legitimidad debido a la impugnación del proceso por parte del opositor Henrique Capriles, debe hacer frente adicionalmente a este agudo asunto que amenaza con derivar en una compleja crisis social.

Malos indicadores: Venezuela importa el 70% de lo que consume en alimentos, la inflación es la más alta de la región rayando el 30% y la producción petrolera sufrió una caída de 62.000 barriles diarios

El propio Maduro debió encabezar una gira por países aliados de Sudamérica con el doble propósito de sumar abrazos y fotos que alimentaran su legitimidad, y garantizar las importaciones de productos básicos para abastecer el mercado interno las próximas semanas. En Argentina, más un aliado ideológico que un socio, firmó doce convenios, uno de los cuales consiste en el intercambio de petróleo por carne y trigo.

Entretanto, en Caracas el ministro de Comercio, Alejandro Fleming, anunció que el país importará 50 millones de rollos de papel higiénico, lo que según analistas apenas alcanzaría para diez días. Y el ministro de Alimentación, Félix Osorio, ha asegurado que desde el viaje de Maduro al Cono Sur comienzan a llegar los buques a Venezuela con 26.000 toneladas de alimentos.

Entre lo político y lo estructural

¿Cuál ha sido el origen del problema? De acuerdo con el gobierno, la actual emergencia se debe a un “sabotaje económico y la especulación” promovidos por la oposición en alianza con la empresa privada con el fin de derrocar al presidente Maduro.

El dedo acusador del gobernante apuntó pronto a Lorenzo Mendoza, el presidente del Grupo Polar, un importante consorcio productor y distribuidor de alimentos y bebidas, que entre otras marcas, vende la conocida Harina Pan (harida de maíz precocida). Fue el propio Mendoza quien aclaró que la empresa trabaja al 100% de la producción, que sólo satisface a 48% del mercado mientras el resto queda por cuenta del Estado y que cada paso de sus operaciones, desde la compra de materias primas hasta la colocación de los productos en las estanterías, está controlado por el Gobierno.

Después, Maduro sostuvo una reunión con Mendoza en términos “muy cordiales y de total apertura”, según este último. Las cosas, entonces, parecen ser un poco más complejas que los formulismos político-ideológicos.

En general, los analistas apuntan al desmantelamiento progresivo de la capacidad industrial del país, el ataque al sector privado, la ineficiente política de controles, la corrupción en las aduanas y una anquilosada política económica que ha tutelado el ministro de Planificación, Jorge Giordani, un académico de la izquierda más ortodoxa.

Indicadores en rojo

En efecto, los indicadores económicos de Venezuela no son los mejores de América Latina. El país importa el 70% de lo que consume en comida; la inflación es la más alta de la región rayando el 30%; la producción petrolera sufrió una caída de 62.000 barriles diarios; hubo dos devaluaciones del bolívar, que se cotiza al cambio oficial en 7 unidades por euro y en el mercado negro hasta en 30 por euro; y el nivel de reservas internacionales ha descendido poco más de 3.117 millones de euros en lo que va de año.

Fue Chávez quien hace una década impuso la regulación de precios y de cambio. Eso ha provocado una distorsión del valor real de los bienes que, ocasionalmente da origen al desabastecimiento y su posterior consecuencia, la inflación. Además, Maduro como presidente interino impuso una primera devaluación del bolívar de 46% en febrero y posteriormente otra a comienzos de marzo para proveer dólares a la economía.

“Aquí ha habido divisas más que suficientes, pero el Gobierno estimuló la salidas de capital y si se fugan los dólares el problema de abastecimiento se complica”

José Guerra, profesor de Economía de la Universidad Central de Venezuela, recuerda a Vozpópuli las dos causas por las que se ha agudizado el problema de desabastecimiento: el control de cambios que se ha traducido recientemente en escasez de divisas y el control de precios, que se ha mantenido congelado durante dos años.

“Aquí ha habido divisas más que suficientes. Lo que ha ocurrido es que el propio Gobierno estimuló la salida de capital para mantener fija la tasa de cambio. Claro, si se fugan los dólares el problema de abastecimiento se complica”, añade Guerra, para quien la política económica es inconsistente al pretender un tipo de cambio fijo y luego propiciar una “sobreexpansión del gasto que aumenta fuertemente las importaciones en un contexto de caída de la producción nacional”.

Con el enorme caudal de divisas que ingresan por venta de petróleo el país latinoamericano puede paliar la coyuntura y probablemente las que puedan venir. Pero las causas estructurales, si no se corrigen a tiempo, seguirán actuando como una bomba de relojería.

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