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Internacional

Trump vence a Clinton y Estados Unidos se sume en la incertidumbre

Donald Trump, después de votar en Nueva York.

Y al final, victoria de Donald Trump. El controvertido magnate estadounidense, ganador contra pronóstico de la nominación republicana, ha dado también la sorpresa en las elecciones presidenciales y ha derrotado a la candidata del Partido Demócrata, Hillary Clinton, por un punto y 70 compromisarios (304-234). Trump se ha impuesto a los vaticinios de las encuestas y ha confirmado los peores temores de agentes económicos, poderes fácticos, mandatarios internacionales y grandes medios de comunicación. El aspirante más polémico que se recuerda accederá a la Casa Blanca con el mundo entero pendiente de lo que hará a partir del día siguiente.

La campaña antiestablishment ha funcionado, el voto oculto ha aflorado y Trump se lleva una victoria trabajada contra todo y contra todos. Desde que decidiera lanzarse a la carrera presidencial, se ha enfrentado al aparato de su partido, al resto del establishment político, económico, financiero y mediático y a todo aquel que se ha levantado contra su discurso radical. Estados Unidos proclamará como presidente en enero a un hombre que ha prometido levantar un muro en la frontera con México, expulsar a inmigrantes indocumentados, revisar los acuerdos comerciales internacionales para imponer una política proteccionista o suprimir las partidas dedicadas a luchar contra el cambio climático. Será el mandatario número 45 del país más poderoso del planeta; el primero que accede al poder sin tener experiencia previa en la gestión desde Dwight Eisenhower (1953).

Trump será el primer presidente que accede a la Casa Blanca sin experiencia en la gestión pública desde Eisenhower (1953)

Y lo hará tras salir vencedor de un escrutinio infartante. Trump comenzó yendo por detrás de Clinton en Florida y Carolina del Norte, dos estados que necesitaba para mantenerse en la pelea. Con el paso de los minutos, dio la vuelta a la situación y mejoró en el resto de territorios denominados “pendulantes” por su falta de fidelidad clara a un partido. Ganó en Ohio -el gran oráculo, donde siempre desde 1964 se ha impuesto el candidato que al final accedió a la Casa Blanca- y en Iowa y comenzó a dar la batalla en feudos que a priori iban a ser demócratas, como New Hampshire, Pensilvania, Wisconsin o Michigan. La victoria de Trump en estos dos últimos estados es especialmente significativa: los republicanos no ganaban allí desde 1984 y 1988, respectivamente. Al tiempo, ha mantenido los bastiones conservadores del sur y el centro del país, de Idaho a Georgia, pasando por Texas, Oklahoma o Tennessee. Los demócratas solo han triunfado en la costa oeste, en la mitad norte de la este y en cuatro territorios del centro: Colorado, Nuevo México, Illinois y Minnesota.

El fracaso de Clinton

Clinton se queda así a las puertas de convertirse en la primera mujer presidenta de Estados Unidos. La candidata demócrata ha sido incapaz de seducir a una mayoría del electorado y tampoco le ha funcionado la estrategia de apelar al miedo a Trump. Ella representaba el continuismo con la gestión de Barack Obama y con el statu quo en general, es un emblema inmejorable de aquello contra lo que su rival se erige.

Los 25 años de trayectoria política de Clinton pretendían ser su punto fuerte y han sido su mayor debilidad

Los 25 años de experiencia como secretaria de Estado, senadora y Primera Dama conforman un bagaje y trayectoria que paradójicamente es a la vez su punto fuerte y también su mayor debilidad. En tiempos de desafección con la clase política, como es el actual en todo el mundo desarrollado, esa hoja de servicios no garantiza adhesiones en masa y sí el alejamiento de los descontentos con el sistema. Los castigados por la crisis, esas clases medias trabajadoras a las que Trump se dirigía, han votado por el cambio impredecible antes que por mantener todo igual. Pensilvania, Michigan y Wisconsin son los mejores ejemplos de ello.

Asimismo, Clinton ha pagado la falta de ascendencia entre el electorado más izquierdista, que apoyó a Bernie Sanders en las primarias y rechaza de plano su proyecto. El apoyo que le brindaban las minorías, especialmente los hispanos, ha sido insuficiente. En parte quizás porque este colectivo (12% del censo) se concentra en estados muy poblados y con escasa disputa electoral (California, Nueva York, Texas). Son muchos, pero no tan decisivos como en un primer momento podría deducirse.

Además de la presidencia, que recuperan ocho años después, los republicanos se han hecho también con el control del poder legislativo. Reeditan sus mayorías absolutas en la Cámara de Representantes y en el Senado, aunque esto no se traducirá en un cheque en blanco a Trump. Los grandes referentes del partido -empezando por Paul Ryan, presidente de la Cámara- han rechazado hacer campaña por un candidato radical con el que ahora tendrán que convivir. Un elemento más de incertidumbre a sumar al complejo tablero estadounidense.

Remontada récord

El sprint final del magnate le ha valido para remontar la distancia con que su rival arrancó la campaña, espoleada en gran medida por las salidas extemporáneas de Trump. El desprecio con que despachó a un soldado americano caído en combate, las furibundas críticas vertidas contra Clinton -a quien llegó a amenazar con la cárcel si salía vencedor- o la difusión de unos comentarios sexistas pronunciados años atrás colocaron al aspirante republicano contra las cuerdas y a más de diez puntos de su adversaria.

El transcurso de los días fue ajustando las diferencias, se hacía palpable que Hillary no lograba entusiasmar y Trump gozó en el tramo final de un arma sobrevenida: la investigación criminal del FBI contra la candidata demócrata -ya archivada- por la gestión que hizo del correo electrónico oficial en sus años de secretaria de Estado.

Las clases medias y trabajadoras han dado la victoria al candidato que promete "hacer América grande otra vez"

Al final, el eje continuidad/cambio se ha impuesto al estabilidad/caos y Trump será presidente tras ocho años de hegemonía demócrata. Sus apelaciones a construir un país más próspero y seguro y a recuperar el terreno perdido por las clases medias en estos años de crisis -sintetizadas en el célebre eslogan Make America Great Again- le han llevado al éxito. La “mayoría silenciosa” a la que se refería en sus mítines ha salido en su auxilio. Ahora tendrá que lidiar no solo con los avatares del poder y los recelos -cuando no enfrentamientos- de sus compañeros de partido, sino también con una sociedad que queda partida en dos tras una campaña polarizada como no se recuerda. El discurso populista de Trump -acompañado en muchos casos de tics xenófobos, autoritarios y misóginos- ha generado tensiones difíciles de apagar aunque se lo propusiera. Y no es precisamente factible que se lo proponga. 

Como marca la tradición, será en diciembre cuando se produzca la elección oficial del ganador por el colegio de 538 compromisarios electos hoy. Un mes después, el 20 de enero, se celebrará la ceremonia de proclamación. Comenzará entonces el mandato más incierto para el país más poderoso.

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